A bordo
--Se lo aclaré porque lo dijo por mí. Estoy seguro --dice el hombre que va en el primer asiento del colectivo.
La señora de unos 70 años estaba enojada porque nadie le daba el asiento y lanzó en voz alta:
--¿Cómo puede ser que vean a una mujer parada y nadie le ceda el asiento?
No obtuvo respuestas y recorrió unas 30 cuadras agarrada a uno de los caños. Nadie se paró. Y el hombre del primer asiento le dio sus explicaciones al chofer:
–-Tengo un problema en los riñones, no puedo estar parado mucho tiempo...
***
Al mediodía son muchos los que están arriba de la 516. Hay que hacerse lugar entre mochilas, bolsos y, como decía mi tía, tololos que no registran que todos van apretados.
--¿Me dejarías pasar? Ya me pasé 2 paradas.
Por suerte hay ironías que hacen más llevadero el viaje.
***
El timbre suena por tercera vez y el colectivo no para.
--¿Hasta dónde me va a llevar, chofer? --dice la señora ya cansada.
Nada. Sin respuestas.
--¡Pare por favor!
Cuatro cuadras más allá, frena. La mujer baja. Muy enojada lanza:
--Gracias, eh...
--Y ahí el conductor se gana la bronca de todos:
--Hubiese tocado a tiempo, señora....
Un hombre toma la posta:
--Escuchame, salame, ¿no viste que era una señora mayor? ¿Desde cuándo es más importante el reglamento que un poquito de consideración?
***
La nena de 5 años va y viene por el colectivo.
Sus ojos claros y cara de traviesa deslumbran a todos. Hasta que una frenada la sienta en el pasillo. El padre le habla:
--Te dije que te sientes.
Pero ella no lo escucha y le habla al chofer:
--¿Te gusta que mi papá me rete?