Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Los casamientos soñados que terminaron en una pesadilla

“Hasta que la muerte nos separe”, el capítulo final de Relatos Salvajes, bien pudo haberse nutrido de algunas desgraciadas bodas bahienses.
Erica Rivas y Diego Gentili, los protagonistas de una fiesta de bodas que combinó alegrías, tragedias y un final impensado.

Por Sergio Prieta / sprieta@lanueva.com

El sexto de los “Relatos salvajes”, la más taquillera película argentina de la última década (2.414.000 espectadores hasta la semana pasada), y también nominada al Oscar, conmueve con la espectacular e impredecible fiesta de casamiento que protagonizan Erica Rivas y Diego Gentile.

Las miradas cómplices entre el flamante marido y una muy sensual invitada despiertan las inmediatas sospechas de la flamante esposa, quien, tras confirmar que es víctima de infidelidades, desata un escándalo donde se combinan las agresiones, las más filosas ironías y un final impensadamente feliz.

Varias escenas de “Hasta que la muerte nos separe”, tal el título que el director Damián Szifrón eligió para el último de los relatos, tienen, según confidencias de fotógrafos, mozos y camarógrafos de “identidad reservada”, bastante en común con fiestas de la vida real bahiense.

La hermana de la novia

Noche de sábado, de 2006.

Se ha casado un exitoso empresario y a la ceremonia religiosa la sucede una pomposa fiesta en un coqueto salón céntrico.

Todo era alegría hasta que las solteras, en el centro del salón y ante las miradas de todos los presentes, se congregaron para el ritual del portaligas, que terminó en manos de la hermana de la flamante esposa. La señorita, mientras ostentaba el “premio”, caminó seductoramente entre los aplausos, sobre todo masculinos, y una intimidante mirada: la de su novio.

--¡Qué cara de puta que pusiste! --fue la frase que la sacudió al llegar a la mesa.

La dama trataba de sentarse cuando su descontrolado “prometido” la tomó del cuello y estrelló su cara contra el borde de la mesa.

La fiesta terminó de la peor manera y la señorita sufrió la fractura del tabique nasal.

En un mar de lágrimas y sangre, el novio, ya a esa altura ex, trató de pasar desapercibido y comenzó a caminar lentamente hasta la puerta, pero cuando advirtió que empezaba a ser perseguido emprendió veloz carrera por una de las principales calles céntricas. Y fue tan rápido que frustró las intenciones de quienes lo corrían en procura de vengar la nariz rota de la hermana de la recién casada.

Por culpa del chofer

La joven y enamorada pareja había alquilado un llamativo auto modelo 1950 para ir desde la iglesia en la que se casaron hasta su fiesta, en un salón de la calle Charlone.

¿Quién podría llegar a suponer que al volante de la reliquia en la que los felices recién casados recorrerían parte de la ciudad iba a estar alguien muy conocido de ella: su exnovio?

Tras la ceremonia religiosa empezó el peregrinaje por distintos escenarios de las clásicas fotos. Ya en el Parque de Mayo, el fotógrafo se dio cuenta de que algo extraño pasaba. Las cada vez más intensas miradas lo confirmaron.

El panorama se fue agravando cuando, lejos de mostrarse discreto, el conductor hablaba sin parar demostrando todo lo que conocía a la señorita, que empezaba a ser señora, mientras el flamante marido trataba de controlarse.

Después de la última tanda de fotos, a unas 10 cuadras del salón de la fiesta, explotó la discusión.

Minutos después, dos mozos esperaban en las puertas con dos copas de champagne. Los invitados contenían sus ansias para el tradicional ¡vivan los novios...! Cuando por fin se abrieron las puertas... apareció solo el marido. Unos metros atrás, su esposa se iba con el chofer.

El recién casado, todo un valiente y sincero caballero, con un envidiable aplomo pidió que se bajara el volumen de la música y empezó a relatar el increíble prólogo de su frustrada luna de miel.

¿Y la fiesta, que ya se había apagado? Se limitó a la cena, casi en estricto silencio, que terminó a las 2 de la mañana.

El divorcio llegó al poco tiempo y nadie pasó a retirar las fotos ni a pagarlas...

Los “amigos”

La pareja de recién casados entró al salón y los amigos del novio no pudieron contener las ganas de someterlos a las “caricias de rigor”. Los invitados brindaban y reían.

El camarógrafo siguió con el trabajo de no perderse detalle de la fiesta.

En un creciente desenfreno, el grupo de “amigos” gritaba y tiraba por los aires a la novia como una bolsa de papas hasta que llegó lo que el camarógrafo temía: el que sujetaba a la chica de los pies se pasó de rosca y su fuerza superó a la del que la tenía de los hombros. La novia dio media vuelta en las alturas, cayó de cabeza al piso (en el video se siente clarito el tremendo ruido) y quedó tendida en el piso.

La desesperación, la ambulancia, el hospital.

Los recién casados volvieron a eso de las 4. Ella lucía un yeso en la clavícula que hacía juego con su vestido.

Los colados: esa lucha por la inclusión

Al igual que muchas bodas, las fiestas de 15 también tienen lo suyo, como la que se celebró en el salón de un sindicato ubicado en el sur de la ciudad.

La quinceañera, impecablemente vestida de blanco, se empinó la primera botella de cerveza mientras se sacaba fotos junto a la fuente de la Lola Mora. La segunda fue al entrar al salón.

Brindis va, brindis viene... Desde afuera, una barrita de pibes amigos del hermano mayor, que no habían sido invitados,insistían en entrar.

--Dale loco, dejalos pasar... Dale loco --fastidiaba el hermano de la quinceañera a su padre y a su tío, quienes habían pagado el cumpleaños.

El no rotundo fue la repetida respuesta.

Con la fiesta en marcha, la barrita se las ingenió para colarse hasta que el padre y el tío se dieron cuenta.

Primero voló un sopapo, después una piña y de repente se armó una encarnizada pelea con música de fondo. Volaban sillas, las mujeres gritaban, el padre le pegaba al hijo, el tío era fajado por dos pibes y cada vez se metían más familiares.

Fueron 15 minutos de descontrol hasta que, cansados todos, acomodaron un poco las mesas, las sillas, y la fiesta siguió con los colados incluidos.