Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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La aduana y un cambio delicado

Por estas horas, un grupo de especialistas, funcionarios y profesionales analiza el planteo realizado desde la AFIP para refuncionalizar y ampliar el centenario edificio que ocuparan hasta hace unos meses las oficinas de la Aduana, en la esquina de la avenida Colón y Vicente López.

El inmueble es, luego del que fuera la sede del ex Banco de Londres, en Alsina y Chiclana, el más antiguo del microcentro, ya que fue habilitado a mediados de 1904, como primera sede propia del Banco de la Nación Argentina. De líneas historicistas, proyectado por el arquitecto Alejandro Christophersen, fue la primera propuesta de una arquitectura relevante para una ciudad que comenzaba a despertar de cara a un siglo potenciado por la llegada del ferrocarril (en 1884) y la habilitación del puerto de Ingeniero White (1885).

Además de estas, en lo que se denomina la manzana fundacional –allá se emplazó el fuerte que dio origen a nuestra ciudad-, fue el primer edificio ubicado en la manzana fiscal, así llamada por ser propiedad del Estado nacional. De allí que con el tiempo se fueron sumando otras dependencias estatales (Correos, Banco Hipotecario, segunda sede del Banco Nación) y se cedieron dos terrenos para el emplazamiento del palacio de Tribunales y la Biblioteca Rivadavia.

Es la única manzana de la ciudad que conserva sus características originales desde 1926 y, considerada como un área, su valor resulta excepcional. De allí que existe en el Código de Planeamiento urbano local una normativa que prohíbe cualquier tipo de intervención en el lugar, de modo de garantizar su estética integral y preservar esa huella del pasado, ese testimonio en piedra de los primeros pasos de Bahía Blanca.

Se comprenden entonces los reparos, las discusiones y consideraciones que merece esta loable y valorable propuesta de la AFIP de refuncionalizar su edificio como un centro de capacitación, y también con espacios pensados para el desarrollo de distintas actividades comunitarias. Porque el reuso de estos edificios resulta clave, imprescindible para su mantenimiento en el tiempo. No hay peor destino para estas obras que quedar desocupadas, abandonadas.

Está ahora en manos de la Municipalidad, de la comisión de Patrimonio, de los colegios profesionales analizar con seriedad, conocimiento, responsabilidad y compromiso cívico el tipo de intervención que se pretende realizar. Es de esperar, por el bien de todos, que se encuentre consenso y un equilibrio que permita concretar este trabajo, siendo respetuosos de la normativas establecidas y logrando acuerdos razonables que apunten al bien común.