Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Cierto aprendizaje de hoy

Escribe Rogelio López Guillemain
Cierto aprendizaje de hoy. Notas y comentarios. La Nueva. Bahía Blanca

“Julius Yego: aprendió con videos de YouTube y hoy se consagró campeón del mundo”.

Este joven de 26 años saltó a la fama no solo por ser el primer keniata de la historia en coronarse campeón mundial en lanzamiento de jabalina, sino por ser “Mister Youtube”.

Yego comenta: “No conseguí entrenadores que me guíen... Entonces empecé a buscar videos... Así empecé a usar un modo diferente de entrenamiento. Miraba ejercicios de gimnasio, ejercicios de flexibilidad y todo cambió… Mi entrenador soy yo y los videos de YouTube”.

Este caso se destaca junto a otros, como el de Matt Reimer, un granjero canadiense que cuenta: “Yo no entendía nada sobre programar, pero tomé un curso gratis online del MIT (Massachusetts Institute of Technology) sobre programación básica, y en tan solo tres meses ya me sentí capaz de trabajar un código para programar drones. Luego transformé un código de software libre y lo instalé en el tractor y programé la aplicación en el ordenador. De principio a fin fueron siete meses”.

O como Amira Willighagen, la niña de 9 años que emociona cantando ópera como una profesional. Nunca tomó clases de canto, aprendió en YouTube.

O el joven Timothy Doner, quien, con sus 17 años, ha aprendido 23 idiomas gracias a YouTube y a Skype.

Todos estos casos son como pequeñas piezas de un rompecabezas que van formando una imagen tan novedosa como antigua: el aprendizaje personalizado.

En 1988, Bill Moyers entrevistó a Isaac Asimov (escritor, historiador y bioquímico ruso, exitoso y excepcionalmente prolífico autor de obras de ciencia ficción y divulgación científica), quien ya entonces vaticinaba el fin de la educación colectiva y su reemplazo por una formación personalizada, intuitiva y en el domicilio propio a través de internet.

Este Nostradamus moderno describía la evolución histórica de la educación con tres pinceladas. En un principio la educación la impartían tutores en las casas, era muy caro y sólo unos pocos tenían acceso. Luego, la escuela permitió popularizar el saber y bajar los costos, pero al tener que protocolizar los contenidos, no se consideraban los intereses ni los tiempos de cada alumno; conclusión, una instrucción masificada. Pero el futuro presenta la posibilidad de autogestionarse uno mismo el estudio, elegir diferentes fuentes de información, que pueden ser locales o extranjeras, sin necesidad de moverse de la casa, definir los horarios y el tiempo que ha de dedicarle al estudio.

Esto no implica que la escuela tradicional debe desaparecer. Seguramente seguirá existiendo como un lugar de formación básica o quizás como un espacio de consulta o, como señala en su último libro Andrés Oppenheimer: “Se estudiará en la casa y se harán las tareas en el colegio”, en un preclaro cambio de roles y de aprovechamientos de recursos.

Lo realmente extraño es que todo esto está disponible hoy, y sin embargo, no tomamos la decisión de aprovecharlo.

Escucho en la facultad a los pedagogos que hablan de cambios de paradigmas, focalizando dicho cambio en la calidad y estilo de la relación docente-alumno. Ven la transformación de la educación como una subordinación de estatus, en donde el docente se ubica a la altura del alumno, tanto en su lenguaje como en su descenso del atrio. Todavía se regodean con la Reforma Universitaria y la consideran el norte de su búsqueda... ¡la Reforma Universitaria fue en 1918! ¡Hace casi un siglo!

Estos románticos del blanco y negro no vislumbran la posibilidad de producir y sumarse a una verdadera revolución, a una verdadera metamorfosis, a una transformación valiente y verdaderamente progresista.

Audiolibros, bibliotecas virtuales, tutoriales, autoevaluaciones, videos formativos, espacios de debates, trabajo cooperativo, conferencias interactivas y todo un universo de posibilidades, inventadas y por inventar, están al alcance de la mano; sólo hay que animarse a tomarlo.

Por eso, el futuro ya está instalado en nuestro presente. Por eso, el futuro es una reinvención de la educación personalizada del pasado.

Nuevas herramientas, viejos principios y la meta de siempre: el saber.