Bahía Blanca | Jueves, 02 de mayo

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Teatro Municipal: a 110 años de la noche en que la ópera Aida acalló el sonoro croar de las ranas

El 9 de agosto de 1913 se realizó la inauguración oficial del teatro Municipal, una obra que da testimonio del espíritu de una sociedad que por propio esfuerzo y dedicación dejaba en claro su interés por marcar un camino en el campo de la cultura.

Primero, una sociedad

El primer intento por construir un teatro Municipal en nuestra ciudad data de 1907, cuando un grupo de vecinos formó la Sociedad Anónima “Teatro Bahía Blanca”, con el primer objetivo de adquirir “en el radio urbano” un terreno adecuado para un edificio que reuniera las condiciones de seguridad, confort y belleza adecuadas. Una vez construido, concesionarlo a un empresario teatral, alquilando incluso la sala principal para bailes, kermeses, banquetes y reuniones.

La idea era procurar “por todos los medios posibles” inaugurarlo el 25 de mayo de 1910, centenario de la Revolución de mayo. Entre los protagonistas de aquella primera intención figuraban Jorge Moore, Angel Brunel, Eliseo Casanova, Narciso Mallea, Valentín Vergara, Diego Gedes, Ernesto Parral, Ricardo Ducós y Nicolás Pagano. Se estableció un capital social de $ 600.000, dividido en acciones de 100 pesos.

Si bien la iniciativa no llegó a feliz término, fue significativa al establecer, por un lado, la idea de emitir acciones que los propios vecinos comprarían para financiar de la obra y, por otro, de ese grupo participaban Jorge Moore y Valentín Vergara, los dos vecinos que, siendo intendentes entre 1909 y 1913 lograrían concretar la obra.

El barrio de las ranas

Jorge Moore fue clave en la ubicación del teatro, al adquirir, en 1909, la Quinta Erize, limitada por calles Dorrego y Corrientes, entre Alsina y Belgrano, y anunciar que parte de la misma sería destinada al coliseo. Las voces opositoras se hicieron oír, por entender que el lugar elegido era “la nada misma”, campo abierto, “dónde solo se oía el croar de las ranas del arroyo Napostá”.

El sitio estaba, para la opinión general, “demasiado lejos del centro”. Moore no se amedrentó y gestionó un primer proyecto para el edificio, elaborado por el arquitecto Louis Faure Dujarric, contratado por la municipalidad para desarrollar un plan de ordenamiento urbano para la ciudad. Dujarric estuvo de acuerdo para ubicarlo como remate de la incipiente avenida Alem y preparó un ambicioso proyecto, rematado por una gran cúpula luminosa y de un costo tan elevado que ni siquiera llegó a ser considerado. Moore dispuso de otras dos propuestas. Una del arquitecto José Baüerle, que ese mismo año había diseñado el teatro Colón (actual Don Bosco, Calle Rondeau 117) y otro de Alberto Coni Molina, autor de la monumental sede del club Argentino, en avenida Colón y Vicente López. Las obras fueron presentadas con sus respectivos presupuestos, elaborados ambos por la empresa de Nicolás y Gerardo pagano. Moore terminó su mandato sin lograr resolver la situación.

Vergara lo hace

Pero su sucesor, Valentín Vergara, tomó la posta. Mantuvo la idea de ubicar el edificio en Alsina y Alem, dejó de lado los proyectos mencionados y solicitó uno nuevo a los arquitectos Jacques Dunant y Gastón Mallet, que por entonces terminaban de diseñar el Gran Hotel de Sierra de la Ventana. Con los planos en sus manos, Vergara se presentó en el Concejo Deliberante, refutó las objeciones hechas a su modo de definir el proyecto y convocó a licitación para su ejecución, la cual tuvo como propuesta más conveniente la presentada por Francisco Luisoni y Pedro Bernasconi. A principios de 1911 estaba en marcha uno de los proyectos más ambiciosos y deseados de aquella sociedad, que quería estar a la altura de las urbes más importantes del planeta, con un centro cultural de jerarquía que posibilitara la llegada a la ciudad de las compañías más prestigiosas del momento.

Sin ranas y con mucha merde

La noche del 9 de agosto de 1913, el concesionario del lugar hizo debutar a un conjunto lírico de la Capital Federal que interpretó la ópera Aída, de Giussepe Verdi. El sueño que hoy cumple 110 años era una realidad y las voces de la Soprano dramática que interpretó a la princesa Aida y la del tenor que tomó el papel del capitán Radamés, fueron lo suficientemente fuertes como para opacar al vecino concierto de las ranas. La gran cantidad de “merde” dejada por los caballos afuera del teatro, mientras los carruajes esperaban la salida del numeroso público concurrente, dio cuenta del significativo éxito de aquella primera función.