Bahía Blanca | Domingo, 28 de abril

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La náusea colectiva

“Con el país paralizado, el empleo en picada y la pobreza en ascenso, todo se desliza por una pendiente de difícil solución.” Escribe Ernesto Tolcachier.

   El famoso creador del existencialismo Jean Paul Sastre, escribió su primera novela La náusea en el año 1931, y en ella reflejaba el conflicto existencial de un joven con una  sociedad adversa a su  idiosincrasia. Su vida trascurre así en medio de “la  náusea” que le provocaba su triste existencia. A su vez, Albert Camus reflexionaba que “las peores  epidemias no son biológicas, sino morales”.

   Pues  bien: pensaba en  el presente, con la incertidumbre que nos envuelve y el laberinto de un futuro que esperamos, sin pena ni gloria,  prisioneros de las decisiones de una dirigencia que con la retórica  argumentativa hacen caso omiso de la verdad para concentrarse solo en  argumentos para convencer, sin compromiso alguno con la verdad  y apelando a la retórica del  relato ficticio.

   Reflexionaba en la realidad que nos toca vivir. Desorientados por el aislamiento, la soledad y la frustración de un sistema cadente, inmersos en el mismo, muchos  perciben el mundo como algo absurdo en su descenso hacia la oscuridad. Triste destino en nuestro ciclo vital. Otros lo viven con resignación, sin soluciones a la vista. El país enfrenta uno de esos momentos de la verdad en la que se juega su suerte en un solo pase.  Impelido por la ansiedad de la vicepresidenta, el gobierno ha puesto a la Argentina en una encrucijada. Y no queda mas remedio que optar. En  una república que aspira a una verdadera división de poderes y la concesión de la suma de poder en una sola persona. Entre la justicia y la impunidad, Entre la dignidad y la sumisión.

   La democracia republicana en peligro y la conquista del Poder Judicial parecen ser  las próximas metas a conquistar, incluida la Corte Suprema. Progresistas de doble moral y setentistas sin arrepentimientos constituyen aliados en esa galería de fenómenos y enajenaciones. Dirigentes de centroizquierda que han pasado años siendo adalides de la democracia y la trasparencia, hasta que de pronto se pliegan a un proyecto conducido por corruptos y autoritarios, gremialistas venales  y marginales de diverso pelaje. Con  el país paralizado, el empleo cayendo en picada y los índices de  pobreza en ascenso, todo se desliza por una pendiente de difícil solución por las oscilaciones de la identidad  en el arte de la simulación. Este sistema populista ha hecho del pobre su capital electoral. No quiere ciudadanos sino una población sumisa, con la que establece una relación paternalista.  

   Los bochornosos sucesos de los últimos días, nos introducen en el  submundo de la marginalidad. En nuestra provincia, con 1.500 personas en situación de calle y la mitad de la  población inmersa en la pobreza, debe ser duramente cuestionado este sistema  de cruel vulnerabilidad. Esta inseguridad extrema se traslada a gran parte del país que sufre sus consecuencias El escepticismo nos ha dejado mas desamparados que el sufrimiento del niño. Esta situación me provoca “náusea” y  los  actos mas nefastos proceden de la ignorancia. Mientras  una persona autoritaria y demagógica, cansada y rencorosa, proclama que “vamos por todo” y vemos como este proceder  de rasgo totalitario  invade las entrañas del país. Ante estos intentos debemos luchar por una sana  división de poderes, justicia independiente y libertad: valores que debemos defender sin claudicar.

Ernesto Tolcachier es abogado. Vive en Bahía Blanca.