Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Fracasos comerciales y otras historias de bahienses de carne y hueso

Por segunda vez se realizará en nuestra ciudad un evento mundial en el que se busca desestigmatizar el fracaso y aprender de los errores para alcanzar el éxito en los negocios.

Foto: Rodrigo García y Pablo Presti-La Nueva.

Por Federico Moreno / fmoreno@lanueva.com

   Ni recetas mágicas ni promesas de felicidad. En la charla denominada Fuckup Nights y que tendrá lugar el próximo jueves desde las 20.30 se hablará, entre otras cosas, de bahienses de carne y hueso que, como tantos otros, han tenido en su vida proyectos comerciales y/o profesionales que no llegaron a ser, como quien dice, un “éxito”.

   El Fuckup Nights –cuenta el organizador, Leonardo Davinson--, es un movimiento mundial, que surgió en México en 2012, a partir de un grupo de amigos que se juntaban a tomar tequila y hablar de sus empresas y proyectos fallidos. Eso les permitió ir reconociendo puntos en común en sus fracasos, aprender de sus errores, y de boca en boca la cosa se fue haciendo masiva, hasta llegar a lo que es hoy, un evento con presencia en 300 ciudades de 84 países.

   “En Argentina ya se hace en unas 10 ciudades, la que más ediciones lleva es Buenos Aires, con 16, mientras que en Bahía Blanca esta será la segunda, tras la primera del año pasado que también se hizo a fines de agosto. Consiste en una presentación breve de 3 o 4 oradores, que cuentan su historia, y después un moderador les va haciendo preguntas, al igual que el público, que también puede participar”, agregó Davinson.

   Los tres bahienses que expondrán sus “fracasos” en esta oportunidad son Gabriel Dávalos, presidente de la Cámara de Jóvenes Empresarios de la Corporación y dueño de una empresa dedicada a maquinarias hospitalarias; Gastón Ricard, socio y fundador de Nuvelar, una empresa de software; y Oscar Liberman, economista.

   "El evento es con entrada libre y gratuita, el jueves 23 a las 20.30 en Pueyrredón 265. Eso sí, la capacidad es para unas 170 personas, el cupo ya está completo, por lo que los que quieran asistir deberán anotarse en lista de espera --siempre se suelen liberar algunos lugares--, a través de un link que encontrarán en nuestra página de Facebook, 'Fuckup Nights Bahía Blanca'".

   "Lo que tiene el evento es que es informal, relajado, descontracturado. Vamos a contar las pifias, porque de las cosas que se hicieron mal se aprende mucho más rápido. Después hacemos una especie de liberación o celebración del fracaso, nada raro, y nos tomamos una cerveza", explicó el especialista en marketing de experiencia.

   Consultado sobre si él también atravesó un fracaso, Davinson respondió que "claro que yo también tengo fracasos, si no no estaría organizando esto. En 2014 tuve un fracaso muy grande, me costó levantarme, que es lo que pasa cuando sos emprendedor. Fuckup Nights me volvió a abrir las puertas para hacer cosas, me hizo más creativo e innovador. La primera edición de la charla en 2017, por ejemplo, se hizo con $3.000, ni un peso más, lo restante se hizo con voluntad", concluyó.

"Tengo fracasos para hacer colecciones"

   Si bien se la suene relacionar con algo más vergonzoso, que es mejor esconder, la primera acepción de la palabra fracaso habla lisa y llanamente de lo que es, un "resultado adverso de una empresa o negocio", y de eso nadie se debería avergonzar.

   Además, dentro del grupo de los que tuvieron la posibilidad y se animaron a emprender un negocio, probablemente muchos hayan atravesado un fracaso.

   El reconocido economista bahiense Oscar Liberman no anda con vueltas y toma con humor el hecho de tener "fracasos para hacer colecciones", y reconoce que lo que lo sedujo del evento del que será parte este jueves es su tono descontracturado, alejado de esa fórmula trillada "tú quieres, tú puedes".

   "Les interesó uno de los tantos fracasos profesionales que tuve y tengo que contar qué aprendí de eso. Habrá sido cuando tenía 31 o 32 años, había diseñado una central de riesgo crediticio, algo similar al Veraz, y andaba muy bien, pero pisé callos muy grandes y terminé teniendo que cerrarla. Empezó a andar muy bien y las empresas grandes quisieron comprar mi empresa chica, cuando sos joven y hacés algo que está muy bueno te parece que podés con todos, no quise vender y me terminó yendo muy mal", recordó Liberman.

   Hoy, con 54 años y más experiencia, admite entre risas que no sabe si tuvo éxito, pero sí sigue teniendo éxito para los fracasos.

   "Aprendí un montón de cosas, por ejemplo que uno tiene que dimensionar qué es el éxito cuando persigue un objetivo. La visión que uno tiene de qué es que las cosas salgan bien, no necesariamente significa que lleguen a buen puerto. Uno tiene que evitar los objetivos extremos de éxito y fracaso y concentrarse más en el camino que el destino. Una vez en el camino, hay que monitorear si se está yendo para el lado que uno quiere", analizó.

   Por último, destacó la función terapéutica de los fracasos. "Siempre, cualquier fracaso es bueno, porque por más que uno se autoflagele y no se la crea, en algún momento, cuando te está yendo bien, es difícil evitar creértela, entonces los fracasos tienen la función terapéutica de bajarte a tierra", cerró el economista.

"El segundo emprendimiento lo empecé de abajo"

   Leticia Micucci dejó la carrera de Abogacía cuando no le faltaba mucho para recibirse y decidió poner, allá por 2007, un local de ropa de diseño.

   "Ese primer local lo hicimos con unas ganas impresionantes, a lo grande e invirtiendo mucho dinero en una casona preciosa. Duró unos tres años, y fue muy lindo mientras duró, pero se juntaron un par de cosas, como la crisis del campo, la gripe A y el hecho de que la ropa de diseño era medio avanzada para Bahía en aquella época, y tuve que cerrar", explicó.

   "Yo ya tenía un hijo, estaba embarazada de nuevo, no daban los números para poner empleados y tuve que cerrar. Así que me empecé a dedicar a la pastelería, cocinando en el horno de mi casa. Lo tomé de otra manera, empecé desde abajo, a diferencia del local de ropa en el que tanto habíamos puesto. No hubiese podido poner un local gastronómico porque no tenía experiencia, pero a medida que fue creciendo el emprendimiento con el paso de los años sí lo pusimos en la calle", agregó Micucci.

   Hoy, a 9 años de haber comenzado a cocinar en el horno de su casa, Leticia tiene su local Sucrerie Café en Yrigoyen y Soler, además de ofrecer servicio de catering para fiestas y eventos.

“Uno tiene que estar presente en el local”

   Ivana Carrete y Rodrigo Lacerenza están juntos desde muy jóvenes y también fueron padres a temprana edad. Mientras ella cuidaba al nene --cuentan-- él trabajaba con la idea de comprar un terreno en el que soñaban con levantar la casa de la familia.

   "Si el terreno salía 5 mil dólares, cuando lográbamos juntar esa plata, había subido a 5.100, y cuando juntábamos los 5.100, había subido a 5.200. Y siempre así, nunca llegábamos. Así que un día me enteré de que se vendía un estand en el shopping, el de Esencia de los Artesanos, y le propuse a Ivana usar la plata del terreno para comprarlo. Me sacó volando", recuerda Rodrigo.

   Es que las experiencias comerciales de la pareja no siempre habían sido buenas. Años antes, Ivana había puesto, junto con una amiga, un autoservicio.

   "Nos fue bastante mal, el rubro es muy esclavizante, se maneja mucho en la informalidad", recuerdan.

   En el shopping las cosas siempre fueron en ascenso, pero en pocas oportunidades a base de dinero y en muchas gracias a la dedicación y las horas de trabajo.

   "Cuando compramos Artesanos estaba fundido, pero suponíamos que si la marca había resistido 10 años en Bahía, por algo era. Luego fueron apareciendo otras ofertas, locales que se iban liberando, franquicias que querían entrar al shopping y nosotros que queríamos ser franquiciados, y así ya manejamos cuatro marcas distintas. Nunca tuvimos plata para la inversión inicial, pero siempre ofrecimos estar presentes, que es lo que muchas marcas buscan. No quieren al marido con plata que le pone un pelotero a la mujer, quieren gente dedicada", admitieron.

   Pero aun en tiempos de prosperidad los "fracasos" están a la vuelta de la esquina, o mejor dicho en pleno centro bahiense.

   "En 2013 se vendió el puesto donde funcionaba el kiosco en la entrada de la Galería Jardín y lo compramos con un amigo --explica Lacerenza--. La mejor cuadra de Bahía, pusimos un estand de perfumes, buenas marcas, buenos productos, pero pasó que llovió todos los días seis meses seguidos y en un local al aire libre medio como que la cosa no iba. Encima nos robaron, que fue la gota que colmó el vaso, así que abrimos en octubre y para abril ya habíamos cerrado".

   Sobre la enseñanza que les han dejado tantos proyectos exitosos y otros no tanto, Ivana y Rodrigo opinan que "el tema es estar, si vos lo querés manejar desde afuera, sin estar presente, las cosas no andan. Hoy nosotros tenemos 9 empleados entre los distintos locales, pero tanto mi mujer como yo nos pasamos 8 o 10 horas ahí, todos los días, hasta nuestro hijo mayor nos da una mano. Las chicas son divinas, trabajan bárbaro, pero hay cosas sobre las que uno como dueño tiene que estar sí o sí detrás".

“La clave está en saber correrse a tiempo, dar un giro de timón”

   A veces los proyectos salen bien, aunque no en la dirección en que uno deseaba. Elsa Tonín, dueña del restaurante Frida, admite que si bien su idea original era un bar dirigido a un público joven, con obras teatrales en vivo mientras la gente picaba y tomaba algo, hoy su clientela fiel y establecida consta de gente de 40 a 65 años que busca sentarse a comer a la hora de la cena, en pareja, en grupo o en familia.

   "Al principio la idea era el picoteo, queríamos que vinieran los pibes. Pero eso no nos rendía, los pibes se te quedaban 5 horas con una cervecita. Ahora nos está yendo bien, viene mucha gente grande que considera a Frida como un buen lugar para venir a cenar, y es lo que nos está rindiendo. Es el propio público el que te va marcando la dirección a la cual apunta tu local", analizó.

   Pero antes del restaurante, Tonín supo estar muchos años en otro rubro.

   "Del 2000 al 2010 tuve un local de ropa de diseño, pero para los años finales ya se había ido el auge del diseño, y Bahía estaba colapsado de ese tipo de localcitos, así que tuve que cerrar. Me dije 'no va más' cuando llegué a tener que poner plata de mi bolsillo, algo que hacen muchos pero no admiten. Yo no sufrí tener que cerrar un local después de 10 años, porque no va con mi personalidad. Mi recomendación es no tener locales grandes, más cuando se trata de ropa o accesorios. La clave es tener locales chiquitos, cosa de pagar poco y vender mucho. Otra clave es saber correrse a tiempo, hacer un giro rápido de timón", concluyó Tonín.