Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Una pasión llamada luthiers se instala en Bahía

Una veintena de personas acuden a la Escuela Social que funciona en el subsuelo del Teatro Municipal.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Pablo Andrés Alvarez / palvarez@lanueva.com

   Todos los jueves y sábados, una veintena de luthiers se reúnen en el subsuelo del Teatro Municipal. El motivo es netamente social.

   Porque ese es el objetivo de la Escuela de Luthería que funciona en lo que fuera el Museo Histórico de la Ciudad.

   Los estudiantes actualmente están reparando más de 30 instrumentos (violoncellos, guitarras y contrabajos) provenientes, en su mayor medida, de la Orquesta Escuela de Ingeniero White y del Conservatorio de Música de nuestra ciudad.

   “Este proyecto lleva más de dos años de vigencia y tiene básicamente una función y una mirada social. Quienes asisten tienen la posibilidad de capacitarse en los diversos encuentros que organizamos y a los cuales invitamos a los mejores luthiers del país”, explicó Enrique Agesta, responsable de la iniciativa.

   Precisamente, en el grupo, convergen personas que lo hacen por pura vocación, otros por hobbie y finalmente los que pretenden tener una salida laboral.

   “Su gran objetivo es proveer de instrumentos musicales a la ciudad. Pero no nos quedamos con eso y apostamos a también construir para el sur del país. Esto incluye repararlos, mantenerlos y también poner en valor los que ya existen”, manifestó Ricardo Margo, secretario de Cultura del municipio.

   Y fue más allá: “En Bahía hay muy buenos luthiers, pero esta Escuela tiene una orientación social. Por eso no se entra en competencia con aquellos ni con instrumentos de comercialización privada. Garantizar la construcción de violines, violas, violonchelos, contrabajos, guitarras y muchos más, es muy importante. De esta manera, por ejemplo, se le podrá dar continuidad a la Orquesta Escuela de Miramar”.

En busca de la perfección

   Emanuel Espinacci tiene 32 años, estudió en una escuela agropecuaria, pero ni bien terminó el secundario prefirió aprender carpintería. Después cursó un par de años de ingeniero agrónomo, pero en la Escuela de Luthería Social parece haber encontrado un rumbo nuevo.

   “Siempre me gustó la luthería y cuando me enteré que se dictaban clases, hace dos años, lo ví como una posibilidad para perfeccionarme. Desde los 12-13 años toco la guitarra y siempre me gustó meterle mano cuando se me rompía. Es mi instrumento favorito. De todos modos, también hice el taller de violín”.

   Su sueño es convertirse en luthier profesional.

   “Me ayuda que soy carpintero. De eso vivo hoy, pero me gustaría poder vivir de ésto. Hace un par de años que fabrico tambores de candombe y quiero empezar a armar mis propias guitarras desde cero”.

   En el Teatro Municipal encontró un lugar de contención.

   “Las clases son muy amenas, porque todos tenemos el mismo interés. Hacemos mantenimiento y también reparación. Algunos tienen más urgencia que otros. En estos momentos estamos arreglando unos violoncellos para la orquesta municipal. Desde la semana pasada empezamos a construir clarinetes y desde el año pasado perseguimos el objetivo de concluir un quinteto de cuerdas (un contrabajo, un violoncello, una viola y dos violines), que quedará para el Teatro”.

   “Hoy por hoy es un hobby, pero mi sueño es poder fabricar mis propias guitarras y vivir de la luthería. Y la Escuela me sirve para aprender de todos los instrumentos”.

Desde Villa Ventana

   Lucas Pascuaré es docente de una escuela Agraria del partido de Tornquist y vive en Villa Ventana, desde donde viaja jueves y sábados para perfeccionar su técnica.

   “Yo empecé fabricándome mis propios instrumentos, pero me daba cuenta que me faltaba capacitación. Todo era muy artesanal, más allá que sonaban increíble. Allí empecé a contactarme con distintos luthiers y una de ellas, de Buenos Aires, me comentó que estaban en tratativas con el municipio de Bahía para abrir una Escuela Social. Hasta allí, cualquier resto de madera que encontraba o conseguía, le daba algún sentido de instrumento”.

   “Ni bien se abrió la Escuela no dudé en venir. Ya somos alrededor de 20 personas, que estamos en la misma. Algunos con más conocimientos que otros, pero todos tenemos la misma pasión: trabajar con los instrumentos, ya sea haciéndoles mantenimiento, refacciones o bien construyendo de cero. Y lo atrayente es que no son clases tradicionales, sino que nos ayudamos entre todos. Tenemos instancias de clases formales, pero la mayoría del tiempo es aprendizaje colectivo. Yo, por ejemplo, aporto mis conocimientos de la parte eléctrica para instrumentos de ese tipo”.

   El sentido social es lo que atrajo a “Pachi”, como lo conocen.

   “Y lo mejor es que todo el trabajo tiene un sentido social. Yo colaboro con la orquesta de Tornquist y también con la de Ingeniero White. A su vez, la Escuela ayuda para que si uno quiere realizar su emprendimiento, tenga una base de conocimiento y, de esa manera, tener una salida laboral”.

   “En lo personal, es mucho más que un hobby. Para mi es una pasión ser luthier. Convertir un pedazo de madera en algo con armonía musical, es impagable. Ver un instrumento que pasó por tus manos y sea utilizado en una orquesta, es muy gratificante”.

De corazón

   Fabián Campagnucci tiene 51 años, es técnico aeronáutico, trabaja en la Base de Punta Alta y, a su vez, tiene un comercio con su hermano. Admite que empezó de casualidad, pero que encontró su “cable a tierra” tras sus dos operaciones de corazón.

   “Mi hijo Gianfranco, a los 8 años, me dijo que quería tocar violín. De esa manera llegamos a la Escuela Orquesta de White, donde está Alejandra Halm. El dejó a los dos años y medio, pero yo seguí enganchado en lo que es el mantenimiento y reparación de los instrumentos”, señala.

   Y agrega: “Si bien soy hijo de carpinteros, no tenía experiencia con instrumentos. Y para el mantenimiento del violín de mi hijo fui buscando tutoriales. Por Halm fui a un curso de Sergio Nievas, un luthiers de Buenos Aires, de encerdado de arcos, y me empezó a gustar”.

   Las dos operaciones de corazón lo llevaron a replantear varios aspectos de su vida.

   “Yo buscaba un cable a tierra. Y en este grupo lo encontré. Lo veo de esa manera. Incluso, cuando salgo para las clases, le digo a mi esposa: me voy a terapia. Lo bueno de esta Escuela es que compartimos conocimientos. Y todos nos ayudamos unos a otros. Pero lo tomo como un hobby, para ayudar a las escuelas a tener instrumentos nuevos y a los que ya tienen poder hacerles mantenimiento y refacciones”.

   Fabián no busca un rédito económico en su aprendizaje.

   “Yo lo tomo desde el sentido social. No me interesa lucrar con este oficio. Quiero seguir aprendiendo. Las reparaciones es lo que más me atrae”, esgrime.