Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

"No les importó lo que había detrás de una foto"

Milad, Heikel, Ahlam y Roy son los primeros refugiados sirios en llegar a Bahía Blanca. Mientras dan sus primeros pasos en castellano, cocinan para subsistir y están más que agradecidos con la bienvenida de los bahienses.

Milad, Heikel, Ahlam y Roy. (Fotos: Rocío Zabalza - La Nueva.)

Federico Moreno

fmoreno@lanueva.com

   Su voz, sus palabras, su inglés amplio pero duro, todas sus expresiones denotan un profundo agradecimiento hacia la Argentina, especialmente a Bahía Blanca y más aún a Susana, la bahiense que dio la cara por él y que recibió a los cuatro refugiados sirios en su casa.

   Se llama Milad, tiene 33 años y llegó a nuestra ciudad acompañado por una familia amiga, compuesta por Ahlam (38), madre de Heikel (17) y Roy (12), quienes ya empezaron a dar sus primeros pasos en castellano en las escuelas de la Universidad.

   La guerra civil siria se desató en marzo de 2011 y las pérdidas humanas y materiales que se suceden desde entonces no se pueden comprender o mesurar hasta que alguien que las sufrió no las cuenta con sus palabras. O con su silencio.

   Milad Alshaer tenía 26 años en ese momento y le faltaban apenas tres meses para finalizar el servicio militar obligatorio, pero la violencia desatada lo tomó de imprevisto y sus sueños de seguir creciendo profesionalmente y conociendo otros países se desvanecieron en un abrir y cerrar de ojos.

--¿A qué te dedicabas hasta el inicio de la guerra?

--Estudié lo que acá sería Contador Público y entre otras cosas trabajé para el banco HSBC y la cadena NBC en Dubái. Empecé el servicio militar en 2010 y debía terminar en junio de 2011, pero en marzo se desató la guerra.

--¿Qué tan cerca te pasó el peligro durante el combate?

--Me dio de lleno, fueron tres balazos, uno en la pierna y dos en el abdomen. Además muchos amigos y conocidos míos murieron.

   Lógicamente no es un tema que alguien desee recordar y Milad no es la excepción. Luego de las heridas que casi acaban con su vida, todo continuó empeorando para él, los suyos y su ciudad.

 

--Una vez que quedaste impedido físicamente y te eximieron de seguir en la guerra, ¿cómo fueron los años restantes hasta tu llegada a la Argentina?

--Todo fue desapareciendo de a poco, los terroristas entraron a la casa de mis padres, los echaron a la calle en pijama y la destruyeron por completo. Mi casa ya no existe, mi auto explotó. La iglesia catedral de mi ciudad (Homs) nos ayudó de ahí en más, si teníamos que pagar $10.000 de alquiler, nos daba $1.000, y yo trabajé como taxista, de lo poco que se podía hacer durante una guerra, para pagar lo restante.

--¿Soñás con poder volver a Siria algún día?

--Es una pregunta muy difícil (reflexiona y cierra los ojos). No quiero volver más a Siria, prefiero guardar en mi retina los buenos recuerdos, si vuelvo voy a llorar mucho, porque todo lo que conocía desapareció. Prefiero rearmar mi vida en Argentina, Bahía Blanca es el lugar que elegí para hacerlo.

   Milad tiene parientes directos en Córdoba y Tucumán. Su madre, hija de sirios y argentina de nacimiento, vivió pocos años en nuestro país y continuó su vida en el país asiático donde conoció al padre del joven. Huyendo de la guerra al igual que millones de sirios, llegó a Córdoba en abril del año pasado junto a su marido. Sin embargo, quien actuó como “llamante”, el término que corresponde al argentino que invita a un refugiado y se hace responsable del mismo, fue Susana Schbib, la presidenta de la Sociedad Cultural Sirio Argentina de Bahía.

--Teniendo familia en otras ciudades de nuestro país, ¿por qué elegiste venir a Bahía Blanca?

--Porque fue Susana quien me llamó e hizo todos los trámites para que yo pudiera venir. Lo que se dio después es difícil de explicar, el trato de la gente en Bahía me hizo sentir bienvenido y apoyado en todo momento. Puede sonar a exageración o ganas de quedar bien, pero digo de corazón que aunque me ofrecieran trabajo, auto y vivienda en Córdoba o Tucumán, preferiría quedarme en Bahía, no sé por qué.

 

Volver a la vida entre kepis, falafels y fatays

   Ahlam, la mujer del grupo que vino con sus hijos menores de edad, al igual que ellos, no habla español ni inglés. Su marido no pudo abandonar Siria porque sus padres se encuentran en un delicado estado de salud y necesitan asistencia constante.

   Cuando se les pregunta si Ahlam trabajaba antes de venir a nuestro país la respuesta es elocuente. “Sí, claro, pero antes de la guerra”. Del inicio de la misma ya se cumplieron siete años y, dado que ni ella ni Milad hablan aún el español, la mejor idea que se les ocurrió para sostenerse económicamente es cocinar y vender comida típica de su país.

   Desde su llegada a Bahía a fines de enero los cuatro están viviendo en un departamento que les prestó Susana Schbib en el barrio Universitario, a unas diez cuadras de la Sociedad Siria, ubicada en Rondeau al 200. El parentesco entre Susana y Milad es muy lejano y nunca se habían visto las caras.

--¿Qué significa Susana para ustedes?

--Si yo te hablo por internet y vos no sabés nada de mí, no te importa mi historia ni lo que hay detrás de una foto de perfil de Facebook, te pido que me ayudes a venir a la Argentina y vos me ayudás, ¿qué podría pensar de vos, qué podría sentir por vos? Susi es mi mamá en Bahía y el apoyo que nos da es difícil de agradecer.

--Tu casa desapareció, tu auto también, ¿te quedó algún sostén material?

--En mi país todo desapareció, todo se fue a la basura. Mi familia era de clase alta, yo fui a colegio y universidad privada, teníamos varios autos, pero lo que estamos haciendo ahora, cocinar, es exclusivamente para mantenernos. Eso sí, Susana nos da una mano muy grande, cuando llega la factura de la luz le pregunto cuánto es y ella me dice $15, pero yo veo muy bien que dice $800.

   Los días que no toman clases de español en los cursos que dicta la UNS, los adultos del grupo se juntan a cocinar comida típica. Afortunadamente, los kepis, los fatays y los falafels interesaron a los bahienses y, según cuenta la presidenta de la Sociedad Siria, los pedidos aumentan semana tras semana. Además de los encargos y consultas (156-430104 o 155-778982) la Sociedad Cultural Sirio Argentina organiza un almuerzo árabe solidario que se desarrollará el domingo 15 de este mes en total beneficio de la familia recientemente llegada a nuestra ciudad.

   Mientras que Ahlam no se tira abajo, Milad sonríe cuando dice que en su país no era un experto de la cocina, pero basta con probar alguna de las comidas que hacen juntos para notar que los dos meses de práctica que llevan en Argentina sirvieron para lograr deleitar a los bahienses.

--¿Sienten una buena respuesta de la gente?

--Pienso que tal vez a la gente en Bahía no le guste tanto la comida árabe, pero la compra igual porque sabe que de esa manera está ayudando a una familia de Siria. Si llega a ser así, creo que es un gesto maravilloso.

Susana Schbib, presidenta de la Sociedad Cultural Sirio Argentina, junto con los "nuevos bahienses".

Nuevo país, nueva ciudad, nuevo idioma

   Heikel, el mayor de los hermanos, está cursando el último año en la escuela Normal, mientras que Roy, el menor, comenzó las clases en el Ciclo Básico. Uno de los motivos que apuraron la decisión de la familia de huir hacia nuestro país fue el hecho de que si Heikel cumplía los 18 años estando en Siria, hubiera tenido que alistarse en el ejército y combatir contra las fuerzas de ISIS.

   Milad cuenta que los chicos al principio se aburrían bastante en su nueva escuela, algo lógico por el hecho de que llegaron sin saber una palabra en castellano y tampoco manejan muy bien el inglés, pero que con el paso de los días van haciendo amistades y que todos sus compañeros los ayudan y se preocupan por ellos. “Todos los ayudan, con la mochila, los libros, la birome o lo que sea, el trato es bueno. Cuando vos o yo, adultos, cambiamos de vida, extrañamos mucho y nos cuesta la adaptación. Ellos son chicos, toman la vida de otra forma y cuando vayan aprendiendo el español serán cada vez más felices. Pero felices ya están desde que vinimos a Argentina, por saber que las guerras y las bombas se acabaron”, comentó el veterano de guerra.

--Sos contador público, hablás árabe, inglés, ruso e hindi, ¿te gustaría conseguir trabajo en tu profesión?

--Claro que sí, algún día, cuando hable bien español. Pero primero quiero ser una buena persona para Bahía y para Argentina, porque su gente me ayudó mucho sin conocerme, sin saber nada de mí. Antes mi sueño era una casa, un lindo trabajo y un lindo auto, ahora ese sueño se fue, mi sueño ahora es devolver la confianza a los argentinos y en especial a los bahienses. Mi madre ahora es Bahía y uno tiene que ser bueno con su madre.

Sirio hijo de "Argentina", una argentina que debió huir de Siria

   Tal vez la parte más complicada de la entrevista fue entender, de la boca de Milad, que su madre, además de ser argentina de nacimiento, se llama Argentina. Por trabajo de sus padres sirios, Argentina nació en nuestro país en 1962 y vivió aquí hasta los 10 años. Pese a ello, Milad cuenta que en su casa nunca la escuchó hablar en español. En abril de 2017, cuarenta y cinco años después de su partida, Argentina se refugió en la tierra que la vio nacer y hoy vive con su marido sirio en Córdoba, donde es empleada en una fábrica textil.

   “Alejandro Meringer de Migraciones fue quien nos dio una mano con los papeles de Milad, y él le preguntaba por qué no venía directamente como hijo de una argentina. El tema es que como en el pasaporte sirio la información de los padres solo incluye el nombre de pila y no el apellido, era muy complicado demostrar que Milad es hijo de Argentina”, explicó Susana Schbib.

   “Mientras que los trámites de Ahlam y sus hijos demoraron apenas tres meses, los de Milad tardaron nueve, seguramente por su pasado en la guerra. Casi que llamábamos una vez por semana a la embajada argentina en Siria para ver por qué tardaba tanto. Un día le avisaron que se había resuelto su trámite y al día siguiente estaba arriba del avión rumbo a Argentina. Ahora por suerte los cuatro ya tienen su DNI argentino”, concluyó la presidenta de la Sociedad Cultural Siria.

 

Homs, un tercio de lo que era

   Desde su comienzo hace 7 años, la guerra en Siria dejó cifras espeluznantes. Se estima que ya murieron alrededor de 400 mil personas, 1 millón 500 mil fueron heridas, 5 millones abandonaron el país y entre 6 y 8 millones fueron desplazados en el interior del mismo. Según cifras del Gobierno, entre 2014 -–año en que se abrió el “Programa Siria”-- y noviembre de 2017, arribaron 318 personas a nuestro país.

   Homs, ubicada al oeste de Siria y tercera ciudad en tamaño e importancia, detrás de Damasco y Alepo, es la ciudad donde hasta enero vivían Milad Alshaer, Ahlam Barhum, Heikel Halak y Roy Halak, los primeros refugiados sirios en llegar a nuestra ciudad.

   Antes de la guerra contaba con 900 mil habitantes, pero ahora la población se redujo a apenas 300 mil, como Bahía Blanca. Consultado sobre alguna posible similitud entre ambas ciudades, Milad aclara que si la había, en todo caso era en tiempo pasado, “porque todo desapareció, ahora todo está destruido”.

   Basta con ver imágenes actuales de la ciudad en Google para entender a qué se refiere y por qué la amabilidad y generosidad de los bahienses hacen que el hombre sirio no pueda explicar qué lo hace sentir tan a gusto por estas latitudes.

--¿Cómo era la vida antes de la guerra?

--Antes de la guerra la vida era muy buena, no teníamos ningún problema. Podías trabajar, salir de tu casa cuando quisieras, viajar, comprar. Ahora... no sé qué decirte (su cara lo dice todo).

--¿Han intentado tener vida social en Bahía en estos dos meses?

--Susi una vez por semana nos lleva a conocer distintos lugares de la ciudad. Nos presenta, la gente nos da la bienvenida y todos me dicen que les avise si necesito algo. Mariana, mi profesora particular de español durante el primer mes -ahora asisten a un curso de la UNS- me llama cada semana y me pregunta si necesito algo, si quiero compañía cuando salgo del departamento. Están en todo, me hacen sentir muy bien los bahienses.

--¿Cuál es tu objetivo a corto plazo en nuestro país?

--Vine a Argentina, quiero aprender sobre Argentina, de qué vive la gente, qué pasó en los últimos 10 años, cómo está actualmente el país, aprender pronto español. Uno de los motivos por los que no me quedé en Córdoba con mi mamá es porque allá hay muchos árabes y no hubiera tenido tanta necesidad de aprender el español, venir a Bahía en parte fue un desafío.