Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Guada Arceo: desafía los límites

Nació con una discapacidad, superó 18 cirugías, y celebra la vida. Amante de las artes y del deporte ¡Conocé su motivadora historia!
Fotos: Sebastián Cortés-La Nueva. y Gentileza Guada Arceo.

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com

   La cita era a las 9 pero Guada apagó el motor 8.30. En el silencio escuchó su corazón; a mil. Había llegado con el GPS a la empresa Husal, en Ingeniero White, donde la esperaban para una entrevista laboral. ¿Debía bajar o esperar en el auto?

   Hacía tanto tiempo que buscaba empleo: toda la vida. Cientos de currículum enviados en mails sin respuesta, cartas, pedidos presenciales, concursos aprobados de los que luego no tenía ni noticia.

   El dato se lo había pasado su tío el 2 de enero en la pileta familiar.

   -Te quieren conocer pero no te ilusiones. Hay un montón de anotados.

   Al recibirla, Patricia y Mariana le explicaron que el cargo a cubrir era como recepcionista. Hablaron un poco, otro poco preguntaron.

   -Pensalo bien y cuando estés decidida, nos avisás- dijo una de ellas.

   -¿Eh? ¡No!¡Sí! ¡No tengo nada que pensar! ¡Acepto!

   Parecía un sueño. Tantas puertas cerradas y una que se abría. De regreso a casa sintió que el auto iba sobre nubes. Ya pasaron siete meses. Le cambió la vida.

   ***

   Guadalupe Arceo nació hace 37 años con una discapacidad denominada enanismo distrófico. No tuvo secuelas intelectuales pero pasó por 18 operaciones para enderezar sus piernas y columna.

   Conseguir empleo en nuestra ciudad, fue una pesadilla. La anotaban en listados “especiales” para discapacitados. Le decían: “Te llamamos”, y después el teléfono no sonaba. Hasta llegó a escribirle a la presidenta Cristina Kirchner, desesperada. Desde el Ministerio de Trabajo de Buenos Aires empezaron a mandar cartas a Bahía intimando al Estado municipal para que la incorporara. No sucedió.

   “Un funcionario me sugirió hacer juicio a la Municipalidad pero no quise. ¡Solo quería trabajar!”, dice.

   “Tener trabajo me cambió mucho. Parecía que no llegaba más. Te ponían la zanahoria adelante y no la podías alcanzar. Ahora siento que puedo hacer algo es muy importante: abrir la puerta de una empresa”, contó a La Nueva, desde su casa de toda la vida, frente al Parque Noroeste.

   Más allá de que siempre intentó generar ingresos de forma autónoma, el caudal no le permitía planificar su vida ni proyectarse. Ahora su realidad es otra. De 8 a 17, junto a sus compañeros y compañeras de trabajo, la vida le sonríe.

   ***

   Amiguera, activa, alegre, luminosa. Guada hace de todo: practica natación desde hace 20 años, juega al tenis adaptado en Los Pulpos, pinta cuadros, dibuja, ama las acuarelas.

   Estudió Diseño Gráfico hasta tercer año en la Escuela de Artes Visuales y realizó arte utilitario para autosustentarse. Además integra un taller literario coordinado por Elsa Calzetta. También conduce su propio vehículo adaptado con el que va para todos lados.

   Pensar que cuando llegó al mundo los médicos le dijeron a sus padres que tendría apenas unos días de vida.

   “En esa época no había ecografías y no se conocía mucho lo que tenía”, cuenta Guada.

   El diagnóstico se obtuvo en Buenos Aires. También les dijeron a sus padres que no caminaría. Sin embargo, cuando llegó el momento, Guada lo logró.

   “Caminaba en puntas de pie, como las bailarinas. Tenía valvas en las piernas porque se me iban hacia adentro, al igual que los brazos”, recuerda.

   En este “largarse a andar” mucho tuvo que ver la confianza y el acompañamiento permanente de sus padres, María Rosa Lucarelli y Luis César Arceo y de su hermana Belén. Ellos siempre la motivaron a resolver todo por sí misma.  

   Desde el año pasado Guada es integrante de Los Pulpos, el primer equipo de Tenis adaptado de nuestra ciudad. Allí se relaciona con otros pares lo que le permitió compartir vivencias y valorar su actitud pro-activa.

   “Los Pulpos ocupan un lugar muy importante en mi vida. Ellos también se operaron un montón de veces. Encontrar gente que me entiende y que le pasa lo mismo que a mí fue maravilloso. A veces pienso ¿por qué no participé antes de un espacio así?”, dice.

   “También pude ver lo que mis viejos hicieron por mí. No me educaron para ser cómoda. Siempre me muevo”, comenta.

   ***

   Jodín. Así bautizó al corset que le pusieron a los 13 años para enderezar su espalda.

   “Era lo más incómodo que había. Me inmovilizaba hasta el cuello”, cuenta.

   Cursaba el cuarto año de la secundaria en la Escuela María Auxiliadora cuando se sometió a una cirugía en su columna.

   Hasta el momento los viajes a los distintos hospitales de Buenos Aires le habían parecido trámites. 

   “Era ir, ponerme o sacarme un yeso, y volver a casa. No sé si fue tan así, pero entonces lo vivía de esa manera”, comenta.

   Hubo un antes y un después de esta intervención. Las cosas no salieron bien y tocó fondo. Una infección, dolor, estar lejos de sus amigas y de sus familiares.

   “Por suerte tengo un tío, una tía y una prima en capital y ellos siempre acompañaron mucho”, dijo.

   Otro aliciente era la llegada de su papá, que muchas veces viajaba con su hermana, y que arribaba con cartas y carteles de las chicas de María Auxiliadora, un “grupazo”, que no la dejaba sola y con dibujos de sus primos. Su presencia fue muy importante en su recuperación.

   Pasar de año tuvo que rendir 9 materias libres. Egresó de pie. Sus compañeras la aplaudieron. No lo olvidará jamás. Hasta el día de hoy sigue en contacto con muchas de ellas.

   ***

   No fue sencillo salir de la crisis, tras la operación. A la semana estaba súper bien y después se fue todo a pique. Sintió que moría. Cayó en cuenta de que operarse no era algo así nomás.

   “Me quedé con muchos miedos, no dormía de noche. Era un descontrol emocional. El médico me sacó del hospital y me mandó a Bahía para ver si me serenaba”, cuenta. 

   Allí empezó a atenderla la terapeuta Andrea Negrete. Le habían colocado una prótesis y se infectó la herida. Había que retirarla y limpiar. Hubo que operar de nuevo.

   Negrete la ayudó a procesarlo. La atendía a domicilio porque debía cuidarse de cualquier probabilidad de contagio. La recuperación fue en silla de ruedas.

   “Me decían que era por un tiempo, pero en mi interior había explotado una bomba”, dice.

   Como en todas las rehabilitaciones tras las operaciones siguió haciendo kinesiología con Beatriz Bernárdez.

   “Hacemos un buen equipo. Me tuvo mucha paciencia”, confiesa.

    ***

   En 2007 Guada y su familia debieron despedir a su mamá María Rosa, quien libró una larga batalla contra el cáncer. Ella fue maestra en el Colegio Don Bosco muchos años y se desempeñó como preceptora en la Escuela Marina Coppa.

   Guada debió operarse otra vez en 2010. Fue la primera operación sin su compañera de siempre, su mamá.

   ***

   Estudios. Cuando egresó de la secundaria empezó a cursar la carrera de Diseño Gráfico en la ESAV. El dibujo y lo relativo al arte plástico, le encanta pero no encontró su pasión en el diseño.

   Cursos y talleres. Tomó clases con los profesores de pintura Mauro Giolitti, primero y Lorena Bicciconti. También tomó cursos de dibujo e ilustración con Carlos Villarroel y Gonzalo Emanuel Angueira. Hizo ilustración con Damián De Amicis Bacigaluppe.

   Feria. En 2008 se volcó al arte utilitario: remeras, agendas, cartucheras. Todo con diseños propios y pintados a mano. Pasaba horas en un taller que había sido la habitación de sus abuelos, muy antigua, de paredes altas y piso de madera viejo. Allí trabajaba con sus pinceles junto a la estufa eléctrica con la campera puesta aunque igual se le congelaban los dedos. En 2008 empezó a vender sus obras en ferias como Upiña Arceo.

   Esos locos amigos. Cursando un Taller de Cine y Guión descubrió otra de sus pasiones: escribir. Desde 2015 forma parte de un taller literario coordinado por Elsa Calzetta. “Fui en busca de un lugar donde escribir y además encontré un grupo re copado con quien compartir”, dice. Es muy querida por sus compañeros de Los locos literatos de los jueves. El año pasado publicó en la Antología Palabras sin tiempo.

   Tomatito. Fue su primer auto, un fitito colorado. Se lo regalaron adaptado, a los 26. Frenaba y aceleraba con la mano y el embriague, con el pie. “¡Fue la liberación total! Podía llevar a mis primos y a mis ahijadas a tenis cuando eran chiquitas”, recuerda.

   Familia. Guada tiene 8 tíos por parte de su mamá y cinco, de su papá. Tiene 20 primos maternos viviendo en Bahía Blanca y una prima en Bs.As. Tiene dos ahijadas. Con sus primos suelen salir juntos de vacaciones y siempre tienen alguna excusa para juntarse.

   Guada y los Lucarelli

Tiene una abuela paterna de más de 90 años, Elena Fernández, quien estaba casada con su abuelo Luis Arceo.

   Los abuelos maternos fueron Nino Lucarelli y Chola Azurra. Los recuerda organizando almuerzos domingueros con pasta casera.

   “Siempre voy para adelante. Soy muy sensible pero eso no me paraliza. Traspaso los obstáculos, me muevo, no me quedo quieta”, dice.

   Guada y los Arceo

   La discapacidad en Bahía Blanca

   "Recién ahora están tirando algun que otro ladrillo de una gran pared. Acá, si sos discapacitado, no servís. Tenés el 'no podés' adelante", dijo.

   Guada contó que cuando una persona con discapacidad quiere retirar un pasaje para ir de viaje -que le corresponde por cupo- tiene que avisar 20 días antes.

   "La mayoría de las empresas te dicen que el cupo está cubierto y nunca sabés si es cierto. Es un dolor de cabeza ir a sacar un pasaje", explicó.