Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

Un suarense, con su bicicleta como bandera por la Carretera Austral

Benjamín “Petti” Balvidares vive su aventura a lo largo de 1.240 kilómetros por la Ruta 7 chilena. En 2011 unió la ruta 40 desde La Quiaca hasta Ushuaia. Fomenta el uso de este vehículo para cuidar el medio ambiente.
Benjamín “Petti” Balvidares planea culminar su recorrido antes de fin de año para pasar Año Nuevo con su familia.

Anahí González

agonzález@lanueva.com

El sueño de aventurarse con Rebeca, su fiel amiga de dos ruedas, por los exóticos paisajes chilenos de la Ruta 7, más conocida como Carretera Austral, entre lagos, parques nacionales y volcanes, a los largo de 1240 kilómetros -con largos tramos de ripio- rondó por la cabeza del viajero suarense desde siempre.

Ya en 2011, Benjamín “Petti” Balvidares, había concretado su sueño de unir pedaleando los más de 8 mil kilómetros que separan a La Quiaca del Faro del fin de Mundo, en Ushuaia, por la ruta 40.

Esta experiencia –que le permitió hacer entrañables amigos en el camino-, lo motivó a no detenerse y a disfrutar de vivir este tipo de aventuras que algunos consideran “una locura”.

Esta vez sus deseos lo llevaron a poner a Rebeca “a punto” y volver a rodar, liviano de relojes, feliz de llenar sus pulmones al aire libre a lo largo de la Ruta 7, que comienza en Puerto Montt y termina en Villa O‘Higgins.

-¿Por qué la Carretera Austral?

-La Carretera Austral es uno de los atractivos más lindos y pintorescos que todo ciclista del mundo quiere hacer, al igual que la Ruta 40, así que Rebeca y yo no podíamos no estar acá.

-Ya hiciste más de 300 kilómetros ¿Te sorprende lo que ves?

-¡Sí! Me emociono a cada momento; pedalear tiene eso: te permite pensar y pensar, y esta carretera ya era parte de mis pensamientos/sueños, y hoy estoy acá, haciéndolos realidad. Es muy bella por donde la mires, el paisaje te va llevando sólo.

-¿Qué es lo que te da la bicicleta que no te da otro vehículo?

-La bici me da libertad, felicidad, puedo frenar y sacar la foto en cualquier lado, solo la apoyo, y clic. Más allá de que ser ciclista también nos brinda muchos beneficios, sobre todo, en la salud.

“Antes viajaba de mochila; de hecho, hay veces que lo hago, el famoso ‘dedo’, pero cuando me subí a la bici me di cuenta que todo se ve diferente. No dependo de nadie, soy mi propio motor, y la gente de cada lugar al que llego siempre me recibe bien, valoran mucho el esfuerzo”.

-¿Tenés una fecha límite para culminar el desafío?

-Es muy relativo, ya que hay días en que me quedo más tiempo en lugares, el trekking me retrasa y la lluvia -que es mucha-, me ha pausado un poco más de lo común el viaje, pero día a día vamos avanzando.

“Por eso, puede que en un día haga 30 kilómetros como 100 o más, pero eso depende del clima, de los lugares y de la geografía del terreno. Y como viajo con carpa, si hay un lugar que me gusta me detengo y disfruto de unos buenos mates ¡aunque la yerba es oro en polvo!

“Para mediados de diciembre tendría que estar en mi querido Coronel Suárez. La fecha límite es pasar Año Nuevo con mi familia”.

-¿Hay tramos complicados?

La verdad es que no quise estudiar mucho la carretera. Sé que los hay, pero los dejo para el día a día. De todas forma soy scout desde pequeño, y ellos me enseñaron a sonreír en las dificultades, así que si los tramos son complicados, solo lo será para la parte física.

-¿Te encontraste con otros viajeros en el camino?

-¡Sí! Pedaleé con tres chilenos, Lucas, Paolo, y Boris, en diferentes tramos y con una pareja de Canadá, Carolina y Max. Con ellos nos separamos por momentos ya que tenemos diferentes objetivos, pero nos cruzamos seguido; de hecho, hicimos trekking juntos, nos encontramos y al verme me dijeron: “mate”. ¡Es muy divertido! Les cebé mate, les gustó y ahora quieren más

-¿Qué es lo que más se disfruta de este tipo de viaje que requiere de un esfuerzo físico significativo?

-Disfruto mucho de los paisajes pero, por encima de eso, de la calidez de la gente. Con el tiempo el paisaje se borra de nuestra mente, pero el abrigo/calor de la gente jamás, el choque cultural que se da es hermoso y uno aprende mucho viajando.

-Antes, por la ruta 40 viajaste con un amigo ¿Cómo es viajar solo?

-Más que amigo, un hermano de la vida, Franco, que en aquel entonces por cuestiones de salud tuvo que abandonar, y desde Jujuy seguí solo hasta el Faro del Fin del mundo, en Ushuaia. Esta vez, si bien es verdad que estamos solos con Rebeca, suelo decir que no lo estamos: con nosotros pedalean todos aquellos que día a día nos dan su apoyo a través de las redes sociales.

-¿Preparaste especialmente a Rebeca para esta aventura?

-No hubo que retocarla mucho, sí se le hizo un buen service, ya que desde aquel viaje sobre la ruta 40, poco se le había hecho. ¡Pobreeee! Me salió muy fiel. Como dirían en Chile: ‘Salió perro’. Eso sí, hoy viste diferente. Antes sólo viajaba con alforjas traseras y hoy viajo también con delanteras. Además cargo con la mochila grande para hacer los senderos de trekking cuando se dan los lugares.

-¿Cómo surgió el objetivo que te planteaste para este viaje?

-Mi compromiso con la bici se ha ido incrementando, hoy, desde donde estoy, busco concientizar a la gente sobre la importancia del uso de la bicicleta. También seguiré insistiendo sobre la importancia de que exista una bicisenda en Coronel Suárez y para que se respete el metro y medio de distancia al traspasar un auto a un ciclista, porque no queremos más Bicis Blancas (NdR: las bicicletas blancas colgadas en las calles son el recordatorio de la tragedia de la muerte de algún ciclista y un llamado a respetar sus derechos).

”Cuando llegue la hora de parar, viviré allá”
Coronel Suárez, su lugar en el mundo

Petti inició su travesía en Bariloche donde hizo base en la casa de su “abuelo de la vida” Gerardo, compartiendo nuevas anécdotas con Shatzi y Bruno, a quienes ya conocía de su travesía por la Ruta 40.

También pasó por Villa La Angostura donde la familia de Ángeles lo cobijó y le dio el impulso que necesitaba para pasar la cordillera de los Andes por el paso fronterizo Cardenal-Samore.

“Soy nacido y mal criado en Suárez. Me gusta la ciudad y ya la elegí como mi lugar en el mundo. Creo que cuando llegue la hora de parar viviré allá. Mientras tanto vivo en donde la oferta laboral me lleve. Allá tengo a mis papás, a mis abuelos que tanto amo, mi querido Club Blanco y Negro, amigos, y una sobrina de dos añitos que día a día se extraña más. Y tengo dos hermanos, Tincho y Riso, que entre bromas y risas por whatsapp hacen que el viaje”, contó.

No tiene pareja ni hijos, no por el momento.

“Llegarán o quizás no, no lo sabemos. Disfruto mucho de este momento”, contó.