Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El inicio del fin de las retenciones

Nacieron en 2002,luego de la megadevaluación. En aquel momento las retenciones fueron un elemento central para recuperar a las exhaustas arcas públicas y apropiarse de parte de los excedentes de las exportaciones del sector agropecuario.

Según cálculos de la Sociedad Rural, el Estado recaudó por este concepto nada menos que el equivalente a 84.000 millones de dólares. “¿Dónde fue todo ese dinero?”, se preguntaba después de las inundaciones el titular de la entidad, Luis Etchevehere.

Pero con el paso de los años las retenciones fueron representando una porción más baja de la recaudación y al mismo tiempo un gran peso para el campo.

El dólar oficial a 9,20 pesos representa en realidad un tipo de cambio inferior a 6 pesos para los productores, lo que vuelve insostenible la producción.

La fuerte caída de las materias primas –específicamente de la soja- es el golpe de gracia que le termina quitando la poca rentabilidad que aún conservaban los sectores más productivos.

Los principales candidatos presidenciales ya establecieron como una de las prioridades en el arranque de su gestión la necesidad de revisar todo el esquema de retenciones.

Las primeras en ser eliminadas serían las que se aplican a las economías regionales.

“No tiene sentido someter a miles de productores por un ingreso anual de apenas 600 millones de dólares para el fisco”, reconoció Miguel Bein, el economista de cabecera de Daniel Scioli. El resto también se manifestó en la misma dirección.

En su presentación en el evento organizado por la Federación Agraria, Scioli se comprometió con el sector a ir a un esquema impositivo “segmentado”.

Sus promesas se suman a las declaraciones formuladas a principios del mes pasado por el ministro de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires, Alejandro "Topo" Rodríguez, quien sostuvo que en caso de que Daniel Scioli gane la presidencia se "eliminarán las retenciones a las economías regionales", reducirán los derechos a la exportación del trigo y se removerán "todos los obstáculos que impiden la exportación".

Macri, por su parte, adelantó la eliminación de todas las retenciones, salvo para la soja. En el caso de la oleaginosa, la reducción sería de cinco puntos por año.

En el fondo, la apuesta es conseguir una mejora desde el punto de la competitividad, pero sin poner todo el peso en el tipo de cambio.

En el caso del sector agropecuario, el “mix” inevitable pasa por una mezcla de menor presión tributaria, pero al mismo tiempo acompañada por una suba real en el precio del dólar.

Con los costos a raya

Claro que una devaluación sólo tiene sentido si no es acompañada por una suba de los precios que elimine esa ventaja conseguida.

De otra forma, la suba de costos posterior a la devaluación alimentaría la inflación, de forma que se estaría ante un serio riesgo de tener que volver a devaluar para retomar la competitividad perdida. Y de esto, abundan ejemplos de la historia económica argentina reciente: en los años del Rodrigazo, se aplicó una devaluación de más de un 150% del peso en relación al dólar comercial que llevó a la inflación a los tres dígitos anuales.

La turbulencia de los mercados mundiales, la caída del precio de la soja, y la recesión brasileña obligarán al nuevo Gobierno a tomar medidas inmediatas. Resulta imposible ya quedarse quieto, algo que hoy sólo se explica por las urgencias electorales, pero que resultará insostenible después del 10 de diciembre.