Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Osvaldo, Ponzio y el silbido del Pato

“Los hombres son indiferentes entre sí; las mujeres son enemigas por naturaleza (...) La rivalidad, que está restringida en los hombres a los del mismo oficio o profesión, en las mujeres abarca a toda su especie".

Eso dice Schopenhauer en su ensayo "El amor, las mujeres y la muerte", una obra que el párrafo anterior alcanza para definir.

Brillante dentro de la constelación de filósofos alemanes del siglo XIX, esta vez don Arthur, en algo, se equivocó. Los hombres no son indiferentes entre sí.

A principios de año llegó Daniel Osvaldo a Boca Juniors: look rockero, fama de rebelde, con una importante trayectoria en Europa y la selección italiana. Ningún hincha de otro club que se precie de serlo puede dejar de desearle lo peor. Futbolísticamente, como mínimo.

Osvaldo arrancó bastante bien, haciendo algunos goles y jugadas piolas, aunque todos sabemos que ni él ni Boca tuvieron aún una prueba de jerarquía, como sí lo será la seguidilla de superclásicos.

De perfil alto, de inmediato se ganó al hincha xeneize. Pero a mí, fana de San Lorenzo, no. Hasta que me cerró la boca.

El martes, él y Leo Ponzio protagonizaron la quinta edición del Mano a Mano por los Chicos que organiza la Fundación SOS Infantil en Buenos Aires, un evento solidario que reúne en la previa de los superclásicos a un jugador de River y otro de Boca en favor de su causa y para promover la no violencia.

Por razones personales, conozco el trabajo de las mujeres que llevan adelante esta Fundación, que atiende a más de 400 chicos de la zona sur de la Capital. Es para sacarse mil veces el sombrero y decirle a Schopenhauer que se levante y revise su misoginia. Como mínimo.

Daniel Osvaldo se bancó como un campeón la parte densa del ídolo, el acoso de fotos y autógrafos, para asegurar el éxito del evento. Lo mismo corre para Ponzio, aunque no es el eje del tema hoy, porque tiene perfil más bajo y no lo siento rival en ninguna de estas competencias de género, tan inconducentes y desfavorables para mí.

Ojalá le vaya bien a Osvaldo. Y a Ponzio. O a los dos. Aunque me gustaría decir a ninguno. O no. No sé.

Una situación parecida, con algo más de simpatía previa, me ocurrió con Roberto Abbondanzieri, quien también se prestó a una jornada de la SOS, en febrero, en Las Grutas.

Ese día el Pato me contó cada detalle del partido contra Alemania en el Mundial 2006, su lesión, la decisión de Pekerman de no incluir a Messi y la clave del empate de los pibes que en la escuela leyeron a Schopenhauer, que después fue triunfo por penales. "Si no me lesionaba, ganábamos. Y después no quedaba nada, éramos campeones del mundo. Seguro", me dijo. Una de las razones era el código del silbido. Pero como en esta columna llegué al límite de espacio, esa anécdota queda para otro día.