Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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"El vóleibol es hoy mi cable a tierra"

El reconocido DT, hoy al frente de Olimpo.

El domingo 2 de mayo de 1982 se produjo el hundimiento del ARA General Belgrano durante la Guerra de las Malvinas, a consecuencia del ataque del submarino nuclear británico HMS Conqueror.

En ese barco se encontraba el carhuense, bahiense adoptivo, Héctor Gallardo, reconocido entrenador de vóleibol en la ciudad. A 35 años de la Guerra, el “Enano”, como se lo conoce en el ambiente, ya no le cuesta tanto hablar de lo que vivió.

“Hoy ya lo tomo mejor en todo los sentidos. Fue un proceso muy duro que debí afrontar en la vida después de la guerra maldita que nos llevaron con tan solo 17 años. Casi todos recién estábamos haciéndonos, saliendo de la adolescencia y de pronto nos tuvimos que hacer adultos”, dijo el actual DT de Olimpo.

Desde Rosario, donde participa de un curso para entrenadores dictado por Julio Velasco, cuenta que ya no lo pone tan mal la fecha.

“Ya puedo ir a un acto, cosa que hace 3 años atrás no quería. Un día me dijeron de ir a un acto en mi pueblo -Carhué- y que debía estar ahí con mis compañeros que habían ido a la guerra. Fue todo un desafío y desde ahí pude sacarme ese temor que tenía”, expresó.

“Gracias a mi familia y mis amigos y compañeros que me dio este hermoso deporte, puedo estar bien”, agregó.

—¿Qué recordás del día que te dijeron que debías embarcarte? -Estaba en mi casa y me faltaba poco para la baja. Un día me llamaron para que me presentara en Puerto Belgrano. Teníamos que salir a altamar. El buque estaba más para ser un museo que otra cosa, pero se armó todo lo más rápido posible.

—¿Sabías el destino?

—Salimos, pero no sabíamos que íbamos a la guerra. Nos enteramos arriba.

—¿Qué indicaciones les dieron en las Islas?

—Nuestra misión era no dejar pasar a los buques ingleses a cargar combustible a Chile. Estábamos ubicados entre las islas de los Estados. Un día salimos a cargar combustible con otro buque argentino y después de eso, nos atacaron. A mí me agarró estando en la tercera cubierta, merendando. Gracias a Dios conocía su interior, ya que contaba con siete cubiertas a bordo.

—¿Temiste no volver?

-Desde ese momento nunca perdí la fe en que me podía salvar y fue así que me fijé en mí mismo de salvarme. En la balsa todos teníamos mucha fe y por eso nos salvarnos.

—¿Cómo lo vivís hoy?

—Tras todos estos años que han pasado, esto queda para siempre en mi vida. Lo que más tengo en mi cabeza es el recuerdo de haber visto cómo cayó un ancla y hundió una balsa donde estaba un amigo. Pero también fue una cosa muy hermosa haber podido encontrar a sus padres gracias a mi deporte. Durante un torneo en Santa Fe pude sentarme con ellos, contarles como había muerto su hijo. Todo esto fue gracias a mi amado vóleibol.

—¿El vóleibol pasó a ser parte de tu vida para siempre?

—Es hoy mi cable a tierra. Hoy esto lo tomo más natural. Contar los momentos que pase en esa maldita guerra me hace muy bien.