Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Ratificar, pese al clima enrarecido

Un funcionario del ministerio del Interior que proviene del peronismo se preguntaba esta semana por qué la sociedad sigue acompañando al gobierno en las encuestas pese al problema de las tarifas, a promesas incumplidas y a un segundo semestre que directamente será por lo menos igual que el primero.

La respuesta la tiene el mismo funcionario: “La gente sabe que venimos para cambiar y quiere ese cambio, no quiere volver al pasado”. Eso explicaría, sostiene, la llamativa tranquilidad con la que la cúpula de Pro con Mauricio Macri a la cabeza atravesó el último timbreo nacional.

"La gente está enojada por las tarifas pero nadie le pegó una trompada a nadie, lo entienden", dice el hombre con encuestas en la mano que muestran que el presidente mantiene un 55 % de aceptación. Conclusión: son tiempos duros pero el gobierno va por el camino correcto y así seguirá, con la mira puesta en las elecciones de 2017.

En esa misma línea de acción se inscribiría la siguiente decisión que ha tomado el presidente y que fue la bajada de línea de las reuniones de la mesa chica en Olivos de la semana que pasó: no entrar en el juego que Cristina Fernández le está proponiendo a Macri de sacarlo de las casillas con el premeditado y permanente jaqueo de sus seguidores, que son menos que antes pero que igual hacen mucho ruido frente al sonoro silencio de la mayoría ciudadana que parece seguir el enrarecimiento del clima político desde el living de su casa.

“No es acertado salir a pelear por ver quién gana la calle, los desesperados son ella y sus seguidores, no nosotros”, sostienen en otros despachos oficiales.

 En el gobierno están mirando ahora mismo dos escenarios. El primero, y el más grave y preocupante, es la desembozada ofensiva del kirchnerismo más duro para voltear al gobierno. Para que, de ser posible, no llegue a fin de año. Algunos recalcitrantes del cristinismo residual como Luis D´Elía, Fernando Esteche, Hebe de Bonafini y La Cámpora no lo disimulan, y lo alientan con frases, gestos y marchas “de la resistencia”.

Del lado del gobierno hay una doble vía: no responder, según aquel mandato, pese a que algunos reclaman “una contramarcha” ciudadana para denunciar el intento desestabilizador de Cristina Fernández y sus soldados. Pero han decidido salir del estado de extrema prudencia y lo han salido a denunciar con todas las letras: “Hay sectores cercanos a Cristina que quieren voltear a Macri”.

El gobierno tiene datos a la vista y algunas carpetas que sostienen que ese clima enrarecido que se ha ido apoderando del país en las últimas semanas no es casual. Hay informes de inteligencia que hablan de la preparación de “un pre diciembre” por parte de aquellos sectores duros del cristinismo asociados con algunos movimientos sociales de izquierda y otros funcionales o todo terreno como Quebracho o Libres del Sur, la Corriente Aníbal Verón, y la CCC.

Enumeran: la violencia que han adquirido de pronto los piquetes y las tomas de rutas o calles; la agitación lisa y llana de grupos como Miles y La Cámpora que llaman a desgastar al gobierno apoyando “cualquier protesta”; la clarísima infiltración que hizo el cristinismo del reclamo de los fruteros en Plaza de Mayo; la vuelta de la toma de tierras como acaba de ocurrir en Moreno, o la marcha en Plaza de Mayo.

Hay una mirada en un sector del gobierno que no es nueva pero que se repite a medida que recrudece aquel escenario. Percibe que la sociedad pese a todo renueva su compresión hacia el presidente y hacia la gestión. “Agua para el molino de Macri y sequia para Cristina”, es la percepción de lo que según los funcionarios significa en términos de ganancias y pérdidas.

Un segundo escenario que observa el gobierno muestra que el kirchnerismo duro se torna cada vez más violento y amenazante sobre el gobierno y las propias instituciones en la medida que se agrava la situación judicial de su jefa. “A mayor acechanza de que Cristina va camino a quedar presa en el corto tiempo, mayor es la andanada contra Macri y el gobierno”, dicen responsables de la comunicación oficial.

No difiere esa mirada de la que tienen peronistas clásicos como José Manuel Urtubey y el lote de gobernadores “jóvenes” que quiere sacarse de encima al cristinismo, construir una alternativa peronista no contaminada para 2019 y mantener el dialogo con el gobierno con el viejo argumento que otra vez esgrime el salteño: “Si al gobierno le va mal no va a quedar nadie ni nada para festejar”.

El macrismo rescata algunas noticias no tan desalentadoras de esta semana: la posición francamente prudente y hasta dialoguista que tomó la CGT reunificada, la confirmación de la baja de la inflación que en agosto se verá favorecida por la no aplicación de los aumentos en las tarifas del gas, y el encauzamiento del tema de las audiencias públicas.

Debe de todos modos repechar la cuesta: la casi certeza de que si hay alguna bonanza que festejar en lo social recién se verá a partir de marzo del año que viene, la desconfianza de muchos empresarios e inversores sobre el futuro expresada en los pasillos del Consejo de las Américas, y la caída de la economía por séptimo mes consecutivo con fuerte influencia en el sector industrial.