Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Alma, corazón y tinta para los más chiquitos

Gabriel Cortina es diseñador gráfico, ilustrador y creador de personajes entrañables invitan a nuestros hijos a pensar en la amistad y otros valores esenciales. Gran parte de sus obras circulan por Europa y Asia.
Alma, corazón y tinta para los más chiquitos. Aplausos. La Nueva. Bahía Blanca

Por Anahí González

Entrar en un cuento de Gabriel Cortina es dar un paseo inolvidable por cálidas historias de la mano de seres dulces, bondadosos y transmisores de valores.

Imposible no enamorarse de Lucecita, el bichito de luz que quiere aprender a volar o no enternecerse con el apetito de Rigoberto, el duende antojadizo de manzanas.

El creador de estos personajes, el multifacético y talentoso diseñador gráfico, ilustrador y también escritor, es bahiense. Se crió en el barrio Napostá y egresó de la Escuela de Artes Visuales Lino Enea Spilimbergo.

Luego trabajó unos años en publicidad y desde 1998 se desempeña en Editorial Ediba como diseñador gráfico e ilustrador de revistas educativas y coordinador de arte en la producción de libros de textos escolares.

Además, ilustra y genera contenidos para editoriales europeas. Más de 30 títulos de su autoría circulan por Bélgica, Francia, Italia y España y se venden en las principales ferias de libros infantiles del mundo como la de Frankfurt, en Alemania, y Bologna, en Italia.

Fiel lector desde pequeño de revistas como Condorito, Patoruzú y Patorucito y de las tiras semanales de Anteojito el humor gráfico se instaló en su corazón en los primeros años de vida escolar y, desde entonces, un cuaderno sin renglones y una birome negra se transformaron en cómplices de aventuras.

Aquel viaje iniciático continúa hasta hoy y es el que lo impulsó a experimentar en otros géneros.

Su pasión por la literatura infantil lo llevó a dar vida a en 2003 a Lucecita, un bichito de luz que hizo muchos amigos en todo el país. Tras esa experiencia positiva decidió ilustrar algunas de las historias que contaba a sus hijos Mateo y Candela y que a ellos les encantaban.

Hace menos de un año se animó a editar esos cuentos de modo independiente a través de la editorial Lucecita, donde es posible hallar las colecciones Lucecita, Descubridores y miljuegos. Hoy ansía ser profeta en su tierra.

El valor de la creatividad

Gabriel tiene un estudio en su casa en el que trabaja para editoriales de Europa por encargo. Hace producción integral de contenidos. Exportó más de 40 productos como diseñador y también como autor. Algunos de sus libros fueron traducidos al inglés, polaco, francés y neerlandés.

De habilidades y pasiones

El autor pondera la creatividad como motor del desarrollo humano. “Nos hizo llegar adonde estamos como humanidad. Si no fuera por ella, no estaríamos vivos”, argumentó.

“¿Cómo zafábamos del tigre, como atrapábamos a un animal mucho más grande que nosotros? Con inteligencia, claro, pero también con creatividad porque desarrollamos un sistema de defensa que nos permitió subsistir hasta ahora”, reflexionó.

La originalidad fue una de sus marcas distintivas desde pequeño y, en algunos momentos, hasta lo atormentó porque no era una característica que en la escuela se valorara especialmente. Y menos aún en los boletines.

Dado que Gabriel vivía dibujando y creando mundos en el papel -era fanático de las historietas y el cómic- llegó a sentir temor de no ser tan inteligente como otros chicos que se sacaban mejores notas que las suyas.

Solo con los años comprendió que aquello que tenía era una habilidad, un don que lo llevaría lejos, a concretar sus sueños, a ser feliz y a hacer felices a los demás.

Ya en la Escuela de Arte se permitió abandonar su carrera como ingeniero electrónico en la UTN -estaba en tercer año y la realizaba en paralelo- para dedicarse de lleno a diseñar e ilustrar.

Se dio cuenta de que lo que estaba en juego no era un hobby sino su vocación.

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En primera persona. "De chico dibujaba mis historietas, experimentaba con la electrónica, tocaba la batería, escribía, inventaba, volaba... Qué lindo es volar ¿no les parece? A veces, sueño con una escuela que pondere la creatividad como método educativo, que entienda, respete y fomente todos los diferentes tipos de inteligencias sin discriminar", resaltó.

Influencias. Cuando era chico su mamá le leía muchos cuentos infantiles. Los que más recuerda son los de Chiribitil, que salían en fascículos con ilustradores como Ayax Barnes o Julia Díaz y autores como Silvia Schujer y Graciela Montes. Hoy él busca generar esa misma memoria emotiva en sus lectores. “Trato de hacer personajes queribles, que lleguen al corazón”, dijo.

Equilibrio. Sus obras son un equilibrio entre buena calidad de ilustraciones y de contenido. “Hay mucho libro importado, mal traducido y vacío de contenido. Estamos invadidos de productos muy pobres”, expresó.

Anti naif. “Ahora está muy de moda contar algo sin que deje una enseñanza. A mí me cuesta generar historias sin que dejen algo. No logro hacerlo. Es parte de mi estilo. Además, estoy cansado de subirme a las modas”, dijo.

Fanático del cómic. En su biblioteca hay muchas novelas gráficas e historietas. También libros de literatura infantil y universal. Tomó talleres con maestros como Carlos Meglia -de Cybersix-, con Ignacio Noé, dibujante de la revista Fierro y con Isidro Ferrer, entre otros. Es un dibujante autodidacta.

Lecturas. "A mis hijos les compro muchos libros y les encanta. Lo viven a través mío. Tengo libros, de todo tipo. Tengo todo lo de Rebeca Dautremer y Benjamín Lacombe, entre otros ilustradores exquisitos", manifestó.

Cuentos. El autor dio vida a seres encantadores que cualquier papá o mamá desearía tener a mano en ese momento tan particular en que una vocecita desde algún rincón de la casa inquiere: “¿Me leés un cuento?”

Inicio. Siempre quiso contar historias. Arrancó con las historietas. Hacía humor gráfico. Entre sus primeros personajes recordó a Palovecino, el rey de la mafia y a Melo. En aquellos primeros trazos se notaban las influencias de Pepo, el historietista chileno autor de Condorito y de Dante Quinterno, autor de Patoruzú, Patoruzito e Isidoro Cañones.

Familia. Está casado con Gisella Katz y tiene mellizos: Candela y Mateo. Concurrió a la Escuela Nº 7 y cursó la secundaria en el colegio Don Bosco. Se recibió como Diseñador Gráfico en la ESAV.

Coraje. Cuando empezó diseño en la ESAV estaba preparando un final para Ingeniería Electrónica. Una amiga de su mamá le dijo: "Largá todo. Esto no te gusta". En la ESAV tuvo excelentes notas y hasta fue abanderado.

Problemas. "Uno de los grandes problemas del mundo es que está lleno de gente que no hace lo que le gusta. Si la gente hiciera lo que le gusta, sería un mundo mejor", dijo.