Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El gasto sin fin, un clásico argentino

Por Pablo Wende

El gasto público es la “madre de todas las batallas”. El último aumento de erogaciones dispuesto por Decreto de Necesidad y Urgencia dispuso que las erogaciones superarán nada menos que en un 30% lo que en el Congreso había aprobado en la ley de Presupuesto 2014. Con semejante desvío surge la primera pregunta: ¿cuál es el sentido de aprobar legislativamente las partidas de ingresos y gastos para todo el año si luego la diferencia con la realidad termina siendo tan impresionante?

Lo más relevante para este año es que se va confirmando lo que ya todo el mundo sospechaba: la diferencia entre el aumento del gasto y de los ingresos se agrandó de tal manera que hoy ya es la más grande desde que el kirchnerismo llegó al poder en 2003. El déficit fiscal superará este año los $ 200.000 millones, o sea más de 5% del PBI.

El DNU publicado en las últimas horas dispone la ampliación de $ 40.000 millones en partida de gasto a las distintas reparticiones oficiales.

Para el año que viene la proyección es aún más alarmante: sin correcciones significativas, el agujero fiscal podría llegar a 7 puntos del Producto, muy cerca de los máximos históricos alcanzados en la década de 1980.

El gasto público se financia en primer lugar con recaudación. Cuando la misma no alcanza se debe recurrir al endeudamiento. Pero si por falta de acceso a los mercados o por decisión propia no se emite deuda, entonces la única manera es hacerlo a través de la emisión de pesos del Banco Central.

Aunque el ministro Axel Kicillof lo niegue una y otra vez, esa emisión de pesos de parte de la autoridad monetaria es el fenómeno que aparece detrás de los dos inconvenientes que hoy más preocupan a los argentinos: la inflación y la suba del dólar.

A lo largo del año, es cierto, hubo intentos para moderar esa tendencia: el propio Central absorbió $ 80.000 millones vía emisión de bonos (Lebac y Nobac), mientras que recientemente el Tesoro también comenzó a emitir deuda para restar pesos del mercado, a través de los títulos que ajustan según la evolución del dólar oficial.

Crédito, la clave

El próximo paso debería ser la apertura del financiamiento internacional, pero para eso sería necesario un acuerdo con los “holdouts”.

Ninguna de las medidas adoptadas para restringir la cantidad de pesos fue suficiente para evitar que la inflación se ubique este año en torno al 40% anual. La explicación es en parte el aumento de la cantidad de dinero, pero también la huida de los argentinos del peso en un contexto de una baja tasa de interés real (está por debajo de la inflación y de la devaluación esperada) y los fuertes aumentos que se dieron en algunas tarifas (como transporte o naftas) que impactaron automáticamente en otros segmentos.

El panorama que hay por delante no resulta tranquilizador.

Si en un año “normal” el gasto aumentó en niveles cercanos al 45%, un año electoral como el que se avecina le imprimirá mucha más presión a esta tendencia, con lo cual se agravaría aún más el rojo fiscal. Parece como mínimo difícil que se rompa esa tendencia, que ya es un clásico en la Argentina.

Poder de compra

Capítulo merece la fuerte pérdida del poder adquisitivo del salario, estimada en no menos de 7 puntos porcentuales, que adelantan una paritaria muy reñida de cara a 2015.

Así, para el año que se avecina, se generarían reclamos de aumentos no inferiores al 45% .

Del otro lado, las expectativas de generación de empleo son nulas: un informe de SEL dio cuenta de que el 30% de las empresas echó personal este año y que para el año que viene hay un 20% que piensa reducir su planta.