Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Ni una menos, ni uno más

Como si fuera la pelea del siglo XXI –según expertos no lo fue- entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao, una vez más los vecinos serán testigos del “ring de cada día”; gritos porque las tareas escolares de los niños aún no están hechas, humillaciones porque el dinero no alcanza, descalificaciones porque el cuerpo no es acorde a los mandatos de las celebridades de la TV, menoscabos porque la comida no está elaborada según los designios de un chef. Y así la escalada de insultos se verá coronada por golpes y trompadas.

Casi como un festival de boxeo en Las Vegas, los vecinos ya acostumbrados hacen sus apuestas: “hoy junta la pilcha y se va, o un día ocurre una desgracia”, como si la situación no fuera ya una desgracia. Hoy no hago referencia a la marcha del miércoles bajo el slogan “Ni Una Menos”, hoy la reflexión es para los hombres.

Comúnmente cuando se habla de violencia de género, se sobreentiende que es el hombre quien abusando de su fuerza, maltrata ya sea de forma física, psicológica, sexual, económica, entre otras a la mujer, quien por baja autoestima, imposibilidad, vergüenza, dependencia o por miedo no lo denuncia. Sin embargo, y de acuerdo con las estadísticas, los varones que son víctimas de maltrato son prácticamente igual.

La violencia emerge y cual escalada, siempre va de menor a mayor, variando según el grado de aceptación de la víctima, el maltrato que también sufren los hombres no tiene diferencias del que reciben las mujeres, pasa que es menos probable que reaccione, denuncie o deje el hogar.

Es un tema muy poco desarrollado, muy poco hablado por las propias víctimas, pues cuando se habla de violencia de género siempre se alude a la mujer, pero los casos de abuso y agresiones hacia los hombres van en ascenso. Mandatos en los que el varón debe “ser fuerte, aguantar, tolerar golpes” y sellados con la tradicional frase “los hombres no lloran”, lo sumerge en una situación dolorosa y hostil; diversos prejuicios sostienen y perpetúan la problemática, condenando a los hombres.Temor a que aumente la ira, a ser abandonado, acercarse a una comisaría y hacer el ridículo, alejarlo de sus hijos, profundizar aún más la herida de su orgullo, origina que los hombres soporten y sean víctimas silenciosas. Si bien cada caso es único, hay una serie de características comunes en el hombre maltratado: consideran las agresiones como algo normal, necesitan la aprobación permanente en especial de su pareja, seguramente padecieron violencia en la infancia, se sienten inferiores, y obviamente presentan síntomas de ansiedad, estrés y trastornos psicosomáticos, terminan alejándose de familiares y amigos sintiendo que no valen nada.

Culturalmente el hombre ha sido desplazado de ese lugar que ocupó por siglos que lo situaba como generador de bienes, el desempleo, un salario menor respecto del de su pareja socava su autoestima y se convierte en esclavo de un modelo patriarcal que promueve al macho proveedor.

Ellos también son víctimas de violencia, no es un descubrimiento ni un nuevo concepto, mucho menos un ejemplo ni un símbolo. El maltrato hacia los varones es una realidad silenciada pero presente, igual de atroz que el maltrato hacia la mujer. Si se abordara “en serio” la violencia como un problema complejo y multicausal sin dudas se avanzaría. En psicología decimos “poner en palabras”, porque la palabra, enuncia, denuncia, crea, sana y sobre todo salva; seguramente es difícil para ellos, pero es la única vía para enarbolar la bandera de “Ni una menos y ni uno más”.