Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

Bebés y niños: el desafío de los padres de acompañar en vez de estimular

La licenciada en Psicomotricidad Melisa Corredera propone pautas de crianza establecidas a partir del método de la pediatra húngara Emmi Pikler, directora de una institución que en los '40 albergaba a niños privados de cuidados parentales.
Bebés y niños: el desafío de los padres de acompañar en vez de estimular. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

   Anahí González / agonzalez@lanueva.com 

  “¡No sé cómo hacer para que el nene coma!”; “Tiene un año y no camina”; “La noche es una tortura: no logramos que duerma dos horas seguidas”; “Cambiarle los pañales es una batalla”.

   Estas y otras inquietudes de los padres -generalmente cargadas de angustia y ansiedad- son planteadas a diario en el consultorio privado de la licenciada en Psicomotricidad Melisa Corredera, quien además se desempeña en el Hospital Interzonal Dr. José Penna de nuestra ciudad -donde trabaja en terapia con niños autistas- y es becaria de Conicet.

   Sobre eso a lo que las abuelas llamarían “mañas”, la especialista aporta otra mirada.

   “Las dificultades de los niños para aprender a caminar, para alimentarse en forma ordenada o lograr un buen descanso durante la noche, derivan del modo en que los adultos brindan los cuidados en la primera infancia. Criar a un niños, es cosa seria”.

   “Si meto una cuchara de alimento en la boca del bebé mientras está mirando dibujitos es muy probable que no sepa qué es lo que está comiendo y posiblemente vaya a tragar lo que le doy en forma automática, como una máquina, sino pasa completamente lo opuesto. Luego los papás se sorprenden o preocupan cuando aparecen las dificultades en torno al momento de la alimentación y lo definen como 'mañas'”, expresó.

   Para evitar que todas estas dificultades aparezcan -y también para aportar soluciones- Corredera propone pautas de crianza establecidas a partir de los lineamientos de la pediatra húngara Emmi Pikler quien desarrolló una metodología de crianza a partir de la observación de más de 4.000 bebés durante la Posguerra.

   Desde esta perspectiva el bebé es un ser abierto al mundo, con competencias e iniciativas, capaz de comunicar e interactuar con su entorno, y así desarrollarse de forma autónoma siempre que los adultos se muestren atentos a sus necesidades y preparen el entorno de manera de crear las condiciones necesarias para su desarrollo.

   “Es importante aclarar que cuando hablamos de autonomía no significa que no hay que hacer nada, dejarlo solo para que sea “independiente”, sino todo lo contrario. El adulto debe ser un observador atento de las señales que el bebé brinda a partir de las posibilidades de su cuerpo en cada etapa, mostrarse empático y ajustarse a sus tiempos, brindando cuidados de calidad en momentos especiales como lo son el baño, la alimentación, el descanso y el juego”.

   ¿Enseñarle a caminar?

   Muchos papás piensan que el bebé no será capaz de sentarse, gatear o incluso caminar sin la ayuda de los adultos, y que hay que “enseñarle” para que logre estas adquisiciones. Sin embargo, muchas veces, esta “ayuda” obstaculiza el desarrollo psicomotor.

   “Si pongo de pie a un bebé antes de que esté neurológicamente preparado y que logre hacerlo por sus propios medio, estoy interrumpiendo una secuencia de adquisiciones motoras, es decir, le quito al bebé las posibilidades de que construya por sí mismo esa postura, obstaculizando así todo el proceso de ensayos y pruebas que conducen a la conquista de ponerse de pie", comenta.

   "Estar en una postura que el bebé aún no domina en forma autónoma le implica un gran esfuerzo, generándole tensiones y crispaciones musculares que se traducen en sensaciones de pérdida del equilibrio e inseguridad”. Entonces, ¿qué mensaje le estoy dando al bebé? ¡Que él solo no puede!”, dice la profesional.

  “Así el bebé está tan preocupado por mantener el equilibrio en esa postura que aún no domina, que ya no puede poner su atención y disponerse para la exploración de los objetos, ni para la comunicación. Se convierte en un sujeto pasivo y dependiente: es el adulto el que decide por él.

   Según el método Pikler todos los bebés, si se les permite moverse en libertad y con autonomía respetando cada una de sus etapas, pasan por las mismas posturas y necesitan de ese tránsito para después lograr caminar de la manera más segura y equilibrada posible.

   Si el adulto, con expectativas de que el bebé camine antes hace que se saltee una postura solo le genera dificultades para la reacomodación de ese proceso que se venía gestando.

   “A veces pasa que el bebé se da vuelta y no puede salir de esa postura. El adulto debería volverlo por el mismo lugar que él tomó para colocarse boca abajo, volver a hacer su camino. Esa sería la intervención adecuada. Pero el adulto, en cambio, generalmente lo alza e interrumpe esa secuencia de acciones del bebé”, dijo.

   “Algunos papás me dicen ¡Me voy a volver loco si tengo que prestar atención a tantas cosas! Y yo les explico que es una cuestión de conocer a su hijo a partir de la observación y responder en forma empática, pero claro, para esto hay que desacelerarse, frenar para poder contemplar al niño, algo difícil en los tiempos adultos. ”, disparó.

   La mirada

   Para conocer a mi bebé, saber por qué etapa atraviesa, cuáles son sus necesidades, tengo que mirarlo. Este es uno de los primeros focos de conflicto porque según la especialista hoy la mirada de los padres está puesta en una pantalla la mayor parte del tiempo -ya sea el celular, la computadora o la tablet, y muy poco en el niño.

   “El problema es que si no puedo mirarlo, no lo conozco. Y para saber cuáles son sus necesidades tengo que estar muy atento a qué está haciendo con su cuerpo, cuáles son sus gestos, cómo reacciona frente a distintas cosas que yo le presento en el ambiente”, dijo.

   Para la especialista, es necesario que confiemos en las capacidades del bebé, que toleremos su frustración y que le demos libertad de movimiento en un entorno propicio. Por supuesto, esto no implica dejarlo solo, sino gestar un vínculo profundo durante los cuidados cotidianos, evitando realizar intervenciones innecesarias en los momentos de exploración y juego.

   Todo es cuestión de aprender. Los bebés no nacen con un manual de crianza pero los adultos comprometidos pueden instruirse para brindarles la mejor atención que puedan.

   Llorar y llorar

   Otro planteo típico es “El bebé quiere estar en brazos todo el día, si lo dejo llora”. El llanto del bebé siempre es una señal, y se debe intentar decodificar qué es lo que le molesta o necesita en cada oportunidad aunque no siempre sea tan sencillo. Pero también es importante comprender que el bebé no siempre necesita estar en brazos del adulto y que es capaz de separarse de él para encontrarse con su cuerpo, conocer sus posibilidades, explorar el espacio y los objetos “Si no puedo conocer mi propio cuerpo en contacto con el suelo y con los objetos ¿cómo puedo construir los aprendizajes?”, destacó.

   “Es saludable que la mamá le falte cierto período de tiempo porque entonces el bebé aprende a llamarla y llora de una manera que para ambos implica un llamado de cercanía”, dijo.

   ¡A comer!

   La alimentación es uno de los aspectos por los que más consultan los padres y es un momento especial que implica un profundo contacto afectivo entre el bebé y el adulto. Para ello el bebé necesita que el alimento se ofrezca de forma amorosa y respetando sus tiempos.

   “Si meto una cuchara de alimento en la boca del bebé mientras está mirando dibujitos es muy probable que no sepa qué es lo que está comiendo y posiblemente vaya a tragar lo que le doy en forma automática, como una máquina, sino pasa completamente lo opuesto. Esto es algo que los padres habitualmente hacen cuando encuentran esta estrategia como único camino para que su hijo acepte los alimentos”, expresó.

   También es frecuente que los adultos le den por tiempos prolongados todos los alimentos en forma de papilla porque tienen miedo de que el bebé se atragante, retrasando así la posibilidad de experimentar nuevas texturas y los movimientos vinculados al morder y masticar, que se encuentran tan relacionados más adelante con la articulación del lenguaje.

   “Parecería que crecer no implica un esfuerzo y que el desarrollo motor no me implica como bebé ensayar una y otra vez las mismas posturas, aprender a masticar, a saborear y a conocer mi boca, por ello hasta el mismo alimento viene degradado para que el bebé no tenga que hacer ningún trabajo.,” indicó.

   “Hay que generar la mejores condiciones para ofrecer el alimento, propiciando la interacción entre el bebé y el adulto, poniendo pausas, permitir la exploración de lo que se le ofrece y así el bebé puede empezará a compartir lapsos de tiempo cada vez más largos con los adultos en la mesa, pero esto no se da de un día para el otro, es un construcción a largo plazo que empieza desde la lactancia”.

   Y ahora…¡A dormir!

   Hay una relación directa entre las actividades que realiza el bebé durante el día y el momento del sueño. Cuando un bebé no duerme bien, nadie en la familia descansa, y esto es imprescindible para todos, ya que afecta directamente las interacciones que tendrán lugar al día siguiente. Irse a dormir es un ritual. Hay señales que le van anticipando al bebé que está llegando la noche, que es para el descanso, y para ello necesita dormir en un clima apaciguado.

   Aunque el descanso sea un momento reparador, también significa separarse de los adultos, enfrentarse a un momento de soledad, abandonar su cuerpo y para lograrlo el bebé debe sentirse seguro y confiado. De aquí deriva la importancia en la estabilidad de las rutinas. El adulto puede prepararle el ambiente para que se duerma, mostrándole con palabras que lo llevara a su pieza, cantarle alguna canción.

   El bebé escucha las palabras y aunque no comprenda el significado recibe las variaciones en el tono de voz, los gestos, la forma en que se lo sostiene y poco a poco comienza a comprender que ha llegado el momento de dormir.

   El “huevito”

   Muchas madres le plantean: “Yo lo dejo en el “huevito” para que esté más seguro porque necesito hacer las cosas” o “No tengo a nadie que me ayude”.

   Este objeto es uno de los tantos que obstaculizan el desarrollo motor autónomo y debería solo utilizarse para el traslado del niño en el vehículo.

   “La postura que el bebé adquiere dentro del huevito le impone tener su espalda muy arqueada, con pocas posibilidades de mover sus piernas y sus brazos. A partir de los 3 o 4 meses se puede disponer un espacio de la casa en el que se coloque al bebé en suelo y así facilitar su desarrollo psicomotor y la exploración autónoma", dijo.

   "Es recomendable elegir un espacio de la vivienda que esté despejado de objetos o elementos que lo puedan poner en riesgo, colocar algún aislante en el piso para protegerlo del frío y la humedad, preferentemente firme como una colchoneta o aislante de goma eva, y delimitar este sector con una baranda de madera para que el bebé juegue seguro y los adultos puedan interactuar con él a corta distancia, observando sus acciones y brindándole libertad en sus movimientos.”, evaluó.

   “Debe ser colocado boca arriba y sin almohadas, favoreciendo el apoyo de la espalda en contacto con el suelo”, indicó.

   El andador

   La Asociación Argentina de Pediatría señaló a este aparato como uno de los objetos que más peligros y accidentes propicia en el uso del bebé.

   El andador no es recomendable. A partir de su eso el bebé accede a objetos peligrosos, que de otra forma no tendría acceso. No puede disponer de la velocidad de su cuerpo, está propenso a choques contra distintos obstáculos y no tiene la posibilidad de experimentar el apoyo total de la planta del pie, porque apoya solo la punta.

   “Cuando los padres lo ponen en el andador es porque quieren que aprenda a caminar antes. Debemos trabajar con las ansiedades de los adultos”, dijo.

   Los juguetes

   Debemos ofrecerle juguetes u objetos pensando en su peso, en la textura y en que sean seguros y fáciles de manipular.

   En los primeros tiempos lo ideal son sonajeros livianos y aquellos en los que el bebé pueda ver qué objeto produce el sonido u objetos blandos.

  El objeto que tiene más luz, más sonidos, vibración y color es justamente el menos recomendable.

   “Es preferible evitar esos juguetes, por ejemplo aquellos en los que el bebé aprieta un botón y se escucha el sonido de un animal. No tiene relación con nada de lo cotidiano y altera la lógica de la causa- efecto”, dijo.

   Basta de pantallas

   Los cambios rápidos de imágenes, las diferencias de sonidos entre la programación y la publicidad capturan permanentemente la atención del niño e irritan centros nerviosos resultando nocivo para la organización neurológica y el desarrollo de las funciones psicológicas superiores como son la memoria, la atención o el lenguaje, entre otras. También producen trastornos en la visión a partir de las ondas que emiten.

   “Hay que preservar a los niños de las pantallas, ya que lo colocan en un rol sumamente pasivo, su cuerpo queda quieto y tensionado por los cambios de imagen y luz que luego se resuelven en forma de llanto o en movimientos de descargas. Aliento a los padres a evitar estos objetos como entretenimiento, y a confiar en que el bebé puede encontrar mediante la exploración elementos que lo “entretengan” y lo favorezcan en su desarrollo”.

   Ciclo de charlas

   Melisa Corredera atiende a diario y desde hace 4 años el desarrollo de bebés y niños con distintas necesidades. Es recientemente becaria del CONICET y estudiante del doctorado en Psicología en la UNLP. A partir del 20 de marzo estará brindando un Ciclo de Charlas para embarazadas, madres y padres interesados en las que abordará El desafío de acompañar el desarrollo del bebé desde una mirada atenta y respetuosa. Entre otros puntos se referirá al cuerpo en la crianza, la relación afectiva, el espacio y los juguetes, moverse en libertad y el comer y dormir como momentos claves en la vida del bebé: Más información: melicorredera@gmail.com Facebook: Vuelta al cuerpo. Espacio de psicomotricidad.