El Estado somos todos

Redacción de La Nueva.

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—Bueno, pa, ya estamos, ¿no?

—¿Te parece?

—Eeepaaaa. ¿No estamos a mano?

—Mirá, te hago la cuenta: pagué tu parto, tu pediatra, tu leche, tu comida, tu club, tu colegio, tu carrera, tus salidas, tu primer auto, tus casamientos, te di el primer trabajo...

—Claro, ok, pero yo me fui abriendo paso.

—Mirá, esto es sencillo: no eras el más popular entre tus compañeros de colegio, ni en la facultad, ni en el club... Así que lo que te ayudó realmente ya sabemos muy bien qué fue.

—Sí pero no te olvides que con mi club ganamos todo.

—La pegaste con el Pelado. Te doy un acierto.

—El mejor momento de la historia del club...

—Daleeeee, si te decían “pordiosero”.

—Ese se tuvo que callar.

—Seeee, más o menos. Todavía te sigue dando.

—Bueno, dale. Pero ¿estamos a mano o no?

—Pero todavía no salió nada de eso. La fiscal lo tiró para atrás.

—Va a salir, te lo aseguro.

—Pero otra vez lo mismo. El sacrificio no es tuyo.

—¿Cómo no es mío?

—¿La guita la ponés vos?

—Papá, el Estado somos todos.