Bahía Blanca | Martes, 16 de diciembre

Bahía Blanca | Martes, 16 de diciembre

Bahía Blanca | Martes, 16 de diciembre

La profesora que cambia armas por juguetes

Al Hroub creó un método de enseñanza luego de que israelíes le dispararan a su padre delante de sus hijos.
Los logros del método de Hanan Al Hroub la han hecho merecedora del concurso de enseñanza Global Teacher Prize.

Júlia Talarn Rabascall

Agencia EFE

El afán por ayudar a sus hijos a superar un hecho traumático empujó a Hanan Al Hroub a interesarse por la educación. Este año la palestina recibió el Nobel de la Enseñanza y dice estar dispuesta a conquistar, a través de las clases, un “futuro de paz” en un mundo en llamas.

El método de enseñanza de Hroub, quien creció en el campo de refugiados de Dheisheh, situado en el sur de Belén, aboga por la educación en la no violencia a través de juegos que fomentan la resolución de conflictos y la disminución de la tensión.

“En Palestina la violencia es algo cotidiano y esto afecta profundamente a los niños. Ellos absorben todo lo que ven en las calles y se vuelven violentos y desconfiados”, explica Hroub en una entrevista en Santiago de Chile, donde está de visita para compartir su experiencia con académicos y autoridades.

Su relación con la educación empezó hace 16 años, cuando una tarde, tras salir del colegio, sus hijos presenciaron el momento en que unos soldados israelíes les dispararon a su padre.

“Esto fue muy duro para ellos. Vieron cómo los soldados se reían tras haberle disparado. A partir de ese día nuestra casa se convirtió en un infierno. Los niños no querían salir a la calle y por las noches lloraban y gritaban. Empezaron a aislarse en sí mismos... Fue entonces cuando me dije: -Hanan, tienes que hacer algo”.

Hroub decidió comenzar a inventar juegos para devolverles la confianza perdida y a invitar a jugar a su casa algunos niños del barrio. Poco a poco el comportamiento negativo de sus hijos empezó a cambiar, mejoró su autoestima y, finalmente, fueron capaces de volver a la escuela.

“Después de terminar con mis hijos pensé que podía ayudar a otros niños que hubieran pasado por experiencias similares. Los profesores no estaban preparados para este tipo de situaciones así que decidí estudiar educación primaria”, explica.

Cuando finalizó sus estudios trasladó su metodología de aprendizaje a las aulas de una escuela pública de Al Bireh. Los juegos que consiguieron “salvar” a sus hijos empezaron a cuajar también entre los pequeños que sufrían trastornos de conducta producto de la violencia.

“Lo más importante es que a través del juego el niño se relaja y se empieza a encontrar cómodo y seguro entre las paredes de la clase. Esta sensación empieza a reflejarse en su comportamiento. Al cabo de poco tiempo los niños son más cariñosos y menos violentos”, relata.

La delicadeza pueril de su cuerpo contrasta con la firmeza y seguridad de sus palabras. Sus ojos brillan con la intensidad propia de quienes están convencidos de luchar por las causas más justas.

“Nuestros niños tienen que entender que la única arma válida es la del conocimiento y la educación. La violencia no lleva a ninguna parte”, dice.