Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Los videoclubes se resignan a un triste y solitario final sin suspenso

Los primeros espacios surgieron en los '80. En 1992, con 10 locales muy importantes, en Bahía Blanca se alquilaba un millón de películas VHS al mes; hoy, cuando poco queda de esos tiempos, no se llega a los 3.000 DVD.
Los videoclubes se resignan a un triste y solitario final sin suspenso. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

Entre aquella pasión de multitudes de los '90, con estrenos que debían reservarse anticipadamente, a estos días donde una copia original se alquila por 25 pesos y una trucha se compra por menos de 15, apenas quedan las reflexiones de Felipe Christiansen, un referente del mercado del video en el país.

Palabras para la crónica de una muerte que este empresario bahiense anuncia como inexorable.

El Gran Video Rondeau con ocho sucursales, cuya casa central en Sarmiento 159 tenía 450 metros cuadrados y 44 empleados, hoy aparece escueto en la vereda de enfrente, acoplado a una juguetería. Su dueño asegura que resistirá hasta el final.

“Yo insisto, incorporo nuevos títulos, siempre originales, pero queda como una actividad secundaria. Ya no se puede vivir de esto. La situación es terminal, consecuencia de lo trucho en primer lugar, y después de la tecnología, del Fútbol para Todos, y de los videojuegos que ahora los chicos prefieren antes que sentarse a ver una película”.

El alquiler de un DVD oscila entre los 25 y los 30 pesos mientras que una copia pirateada se compra con “servicio de delivery” entre 13 o 15 pesos.

Christiansen enfatiza que siempre debió competir con lo trucho, pero que en los 80/90 era de muy mala calidad porque se lo copiaba del cine. Ahora está mucho más perfeccionado y tolerado.

“Me pasó de alquilarle a una misma persona varios estrenos en un mismo día y después se comprobó que los reproducía. Tiempo atrás, la policía estaba detrás de este delito, incluso cumplió exitosos operativos al igual que la DGI. Eso es historia”, se lamenta.

Más allá de Bahía Blanca, asegura que los videoclubes todavía funcionan bien en Santa Rosa y General Pico (La Pampa), al igual que de Puerto Madryn para abajo, y que por las características climáticas de la isla son muy rentables en Tierra del Fuego.

De aquel ayer

El primer video de la ciudad se abrió en el inicio de los '80, en un pequeño local de Zapiola al 200. Christiansen recuerda que su propietario fue el exmarino Adolfo Scilingo, ahora condenado en España por crímenes de lesa humanidad.

También cuenta que en el país había una sola editora, Video España, de la que luego nacieron AVH, la más importante, y Gativideo. Al poco tiempo surgieron L-K-Tel y Ledafilms. Para 1987, él distribuía las películas de estas dos últimas editoras en un radio comprendido entre Bahía Blanca y Neuquén.

El 30 de mayo de 1986, Christiansen abrió su video propio en la primera cuadra de calle Rondeau, frente al Colegio María Auxiliadora. Fue tal la demanda que pronto debió ampliar el local. Más tarde se mudó al amplio espacio de Sarmiento 159 y no tardó en transformarse en la primera cadena del interior con sucursales en la ciudad, Punta Alta y Cipolletti, y estuvo a punto de abrir otras en Tres Arroyos y Santa Rosa.

“Bahía ya tenía videoclubes de primer nivel, como el Gran Video Color, de Hugo Borelli, o el de Scagnetti, en Beruti, que había captado un público muy intelectual y que no ofrecía películas comerciales”, evoca.

De los títulos más exitosos de las buenas épocas, Christiansen no duda en citar a Jurassic Park, de la que llegó a tener 176 copias originales.

Entre subes y bajas, el advenimiento del DVD (Titanic fue el primero que compró, en 1999) y el menor costo de sus reproductoras hizo renacer a los videoclubes. También crecieron las esperanzas para vencer a las copias piratas. Fue una ilusión.

“Se decía que el DVD era incopiable... El único que no se puede truchar es el de Play Station III. Cuando el DVD empieza a caer surge el Blue Ray, pero no le veo futuro. Hoy, por 9 dólares mensuales hay sitios que dan centenares de opciones de series y películas. Además, está todo lo que se baja en Internet. En Europa tampoco quedan videoclubes y las dos cadenas más grandes del mundo, una de ellas la Blockbuster, que visité en Estados Unidos, se fundieron y dejaron miles de desempleados”.

En 2009 empezó a achicarse. Cruzó la calle para ubicarse a metros del ex Colegio Nacional. Su video sobrevive compartiendo el espacio con la juguetería. Tiene dos empleados. Quedan unos pocos videos más en la ciudad, pero abren pocas horas en la semana.

Christiansen colecciona caseteras y todavía atesora unos 1.000 VHS originales de grandes películas, pero vendió más de 4.000 a un peso y que se venden en un todo por dos pesos.

“Ahora quiero disfrutar de la juguetería. A mi edad, con problemas de salud, la única manera de encontrar algo de felicidad es un proyecto que mantenga mis neuronas activas".

Con el video al borde de la muerte, ver a un pibe disfrutando de un juguete, a Christiansen lo llena de vida.