Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Un héroe de la Segunda Guerra que espera ser repatriado a la ciudad

Kenneth Charney podría haber sido uno más entre los 800 argentinos que intervinieron como voluntarios en la Fuerza Aérea británica durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, supo protagonizar una historia tan apasionante como heroica, aunque coronada por un final sombrío, víctima del alcohol.

 Kenneth Charney podría haber sido uno más entre los 800 argentinos que intervinieron como voluntarios en la Fuerza Aérea británica durante la Segunda Guerra Mundial.


 Sin embargo, supo protagonizar una historia tan apasionante como heroica, aunque coronada por un final sombrío, víctima del alcohol.
Su vida fue reconstruida por Claudio Gustavo Meunier y Oscar Rimondi, ya fallecido, en su obra "Alas de Trueno".



 Ahora, provisto de más documentos y tras otra ardua investigación, Meunier vuelve sobre esta temática a través del libro "Nacidos con honor", que será presentado en la primera quincena de julio en la ciudad de Buenos Aires.


 --¿Qué diferencias existen entre este nuevo libro y "Alas de trueno"?


 --"Este reúne historias diferentes. En "Alas de Trueno" me habían quedado en el tintero varios veteranos de guerra, aún en vida, para entrevistar. Además, luego aparecieron otros. Entonces, tuve que hacer el trabajo con urgencia porque en ese tramo fallecieron cuatro.


 "En "Nacidos con Honor" vuelvo sobre la historia de Ken Charney, pero con mayores datos porque los archivos nacionales de Inglaterra están desclasificando información sobre la Segunda Guerra Mundial".


 --¿Charney puede ser considerado el mayor as de la aviación nacido en suelo argentino?


 --"Sí, porque derribó 12 aviones enemigos y dañó seriamente a otros 16. Lo llamaban el Caballero Negro de Malta porque estuvo en la batalla de esa isla. Allí los pilotos tenían sólo dos opciones: la muerte o sobrevivir a una experiencia tan grande que, si lo lograban, se convertían en ases.


 "Charney estuvo en Malta, una isla estratégica codiciada por Hitler, junto a un rosarino llamado Miguel Le Bas. Los dos se transformaron en unos tipos increíbles, en jefes de escuadrilla, volaron más de 200 misiones a bordo de los cazas spitfire y sobrevivieron, lo que no es un dato menor.


 "Para tener idea de su importancia histórica basta agregar que Pierre Closterman, uno de los héroes más famosos de la aviación francesa, voló bajo sus órdenes y que aportó datos para el libro mediante una carta en la que recordó emocionado a su comandante".


 --Este piloto ¿podría considerarse bahiense, pese a haber nacido en Quilmes?


 --"Sí, porque su familia se radicó en nuestra ciudad cuando él apenas tenía meses. Vivió en el Hotel Atlántico, que estaba en Brown y Colón, hasta poco más de los 13 años y luego la familia se fue a Rosario.


 "Su padre, nacido en Inglaterra, expendía combustible para la Aeroposta. Había venido muy joven a Bahía Blanca y combatió en el Ejército de su país durante la Primera Guerra Mundial, logrando se condecorado con la Cruz Militar. Luego regresó a la Argentina.


 --¿Qué datos pudo recabar de la infancia bahiense de Charney?


 --"Era un chico bastante travieso, de esos que hoy serían llamados hiperkinéticos. A finales de la década del '20, cuando tenía apenas 10 años, le sacó el automóvil sin permiso a su padre y fue detenido en plena avenida Alem (en aquellos años conocida como avenida de las Quintas) por exceso de velocidad".


 --¿Nunca se casó?


 --El estuvo de novio con la hija de un diplomático pero, como al terminar la guerra sufría un terrible estrés psicológico por todo lo que había vivido, ella lo dejó y Charney nunca más volvió a ver a sus hijas. Esta es una historia que su familia no me contó, me fui enterando sólo, por conocidos y pilotos amigos.
"Después anduvo por todas partes, incluso en Pakistán, como agregado aéreo, y en 1970 la fuerza Aérea saudita lo llevó como instructor. Estaba jubilado de la RAF, pero necesitaba constantemente acción y consagró su vida al arte de la guerra".



 --¿Cómo fueron sus últimos años?


 --"Cuando se jubiló se fue a vivir a Andorra porque era amante del esquí, de la fotografía y de la buena música. Fue en esa época que, a raíz de tantos duros recuerdos que lo abrumaban, se volcó al alcohol. En 1982 murió de cáncer, seguramente por la radiación nuclear que contrajo en la década del '50, cuando participó de pruebas atómicas en el atolón de la isla Navidad, en el océano Pacífico.


 "Murió sólo, de una manera muy pobre y la familia no fue al entierro. Muchos vivían en Inglaterra y otros en la Argentina, y cuando pregunté por sus restos todos me dijeron que lo habían cremado porque en Andorra no había espacio suficiente en los cementerios".


 --¿Y les creyó?


 --"Me resultó muy sospechoso. Siempre tuve una mala espina con eso. Entonces empecé a investigar y terminé encontrando su tumba, que está en un nicho tan pobre que tiene sólo un número, el 209.


 "Averigüé en la comuna sobre ese lugar, que se llama La Massana y me dijeron que efectivamente está en un nicho y que se debe más de 2.000 euros de impuestos administrativos. Ya pedí que sus restos no sean reducidos o cremados. La idea es que no se pierdan y puedan ser traídos a Bahía Blanca.
Adrián Luciani.


Otros voluntarios bahienses








 --¿Qué otros voluntarios bahienses están reflejados en el libro?


 --"Bernardo Noel de Larminat, piloto de spitfire, quien voló 341 misiones de combate, es decir, más que cualquier otro. Fue miembro de la escuadrilla de Closterman y en 1945 recibió los más altos honores. Aún vive en Bahía Blanca y en un campo de la región, pero no da entrevistas.


 "Se entrenó y combatió con la Real Fuerza Aérea Canadiense y luego de 260 misiones, tras varios derribos y dos incidentes serios, su cuerpo estaba agotado para seguir en operaciones de combate. Los canadienses le dijeron que no podía continuar combatiendo, pero él decidió irse de baja y seguir peleando con los franceses libres. En 1945 lo derribaron y a los seis días volvió al frente por sus propios medios.


 "Ahora encontré un voluntario en Punta Alta, Lucas Dionisio Yakas, que estaba con los franceses. Era piloto del aeroclub local pero se fue a la guerra y murió en Camerún, de fiebre tifoidea, mientras revistaba en las filas de la Fuerza Aérea Libre francesa".


 --¿Encontró voluntarios bahienses que combatieran en las filas aéreas de Alemania o de Italia, por ejemplo?


 --"No, no estoy encontrando nada y eso para mí es una gran decepción. Solo encontré un voluntario alemán, piloto de la Primera Guerra Mundial, que vivió en Carmen de Patagones.


 --¿Qué profesión tenían o a qué se dedicaban estos voluntarios que pelearon para Inglaterra o Francia?


 --"La mayoría de los pilotos eran hombres de campo, personas tan sencillas y de bajo perfil que cuando regresaron, pese a su condición de héroes, volvieron a ser chacareros.


 "Cuando se desató en 1982 el conflicto por las islas Malvinas, los que quedaban como pilotos comerciales se ofrecieron nuevamente, pero para pelear del lado de la Fuerza Aérea Argentina. Varios participaron desde el escuadrón civil Fénix y otros desde Aerolíneas Argentinas".

La extraña tumba fue el motor de una pasión






 Meunier comenta que su afición por el tema de los aviadores voluntarios llegó un poco por herencia, ya que su familia participó activamente en las colectas que se hacían para los franceses libres del General De Gaulle.


 "Mi bisabuela, Henriette Fraysse de Meunier, fue una de las principales colaboradoras del Comité De Gaulle en la ciudad de Pigüé, donde se juntaban fondos para la causa aliada", dijo.


 Recordó que otra referencia que lo acercó al tema fue la familia Lett, estrechamente vinculada a los Meunier. Carlos Lett fue una gloria del fútbol amateur en los comienzos del club Alumni, y su hijo Mauricio fue piloto de spitfires en combate sobre Europa en 1945.


 "Mauricio fue declarado desaparecido poco antes de terminar la contienda y yo crecí con esa historia. Siempre me pregunté qué pasó con ese piloto", añadió Meunier, quien obtuvo el Premio Revelación en literatura de la Universidad Tecnológica Nacional, el mismo que en su edición anterior conquistó el bahiense Guillermo Martínez.


 "Un día en Bahía Blanca, en el cementerio, encontré una tumba que tenía un recordatorio a otro piloto muerto en combate y ahí me di cuenta que esto había sido un movimiento, así que me dispuse a tratar de buscar sobrevivientes y entrevistar, acopiar e investigar", explicó.


 --¿Y qué pudo averiguar acerca de esa tumba?, se le preguntó.


 --"Era de Robert Hill. Un inglés que llegó de muy chico a la ciudad, luego se educó en Hurlingham en un colegio británico y regresó a Bahía Blanca. Aquí realizó un curso de piloto, tuvo un noviazgo con Olga Orozco, la famosa poetiza que se terminó suicidando y, en 1938, se fue a Gran Bretaña porque quería ser piloto militar.


 "Cuando empezó la guerra era piloto regular, no voluntario, pero igual le seguí la historia porque obtuvo la Cruz de Vuelo Distinguido, una condecoración por la que los pilotos morían. El logró la número 28, hecho que tiene un enorme valor porque a comienzos de la guerra, cuando se la otorgaron, muy pocos podían acceder a semejante honor. Al final de la contienda se repartían como caramelos porque la gente tenia que irse con honores.


 --¿Donde murió?


 --"Hill murió mientras piloteaba un bombardero liviano en el centro de Inglaterra, en un accidente estúpido porque estaba haciendo acrobacia sin permiso y embistió unos árboles.


 "En realidad, sus restos no descansan en Bahía Blanca. Lo que está acá es la tumba de su padre, donde tiene una recordatoria que dice: `A mi hijo Robert Hill, líder de escuadrón, muerto en combate', étc. Pero cuando fui a Inglaterra pude averiguar que tenía un cargo un poco más bajo y no había muerto en combate, sino en servicio activo. Quizás se debió a que las noticias de la guerra llegaban distorsionadas por la censura".

Minucioso trabajo de investigación

Muchas de las historias de los 4.000 argentinos que intervinieron como voluntarios durante la Segunda Guerra Mundial en apoyo de la Fuerza Aérea británica están reflejadas en el libro "Nacidos con honor".






 La obra, editada por Grupo Abierto Libros, recorre los pasos de varios cientos de voluntarios, casi todos ellos hijos de británicos que habían llegado a la Argentina a fines del siglo XIX, y hasta testimonios actuales de varios de ellos.


 El libro incluye fotografías de la época y un DVD en el que los sobrevivientes recuerdan aquella epopeya y a varios voluntarios que murieron en combate.


 Según el detallado trabajo de investigación, al menos 130 combatientes cayeron en acción, y se desconoce cuántos de los 6.000 voluntarios argentinos que actuaron en la Primera Guerra Mundial corrieron la misma suerte.


 Luego de escribir "Nacidos con honor", Meunier encara ahora otro desafío: el de extraer de todas estas historias de vida cuatro casos, para reseñarlos con más detenimiento.


 Se llamará "Del infierno a la victoria" y estará centrado en cuatro pilotos que no se conocieron entre sí a pesar de que combatieron todos a favor de la Fuerza Aérea británica.


 Tres de ellos murieron en la contienda, y el único sobreviviente pudo reconstruir la historia de los otros para Meunier, quien entre otros reconocimientos obtuvo en noviembre pasado uno del gobierno de Canadá.