El elegido

David Roldán

droldan@lanueva.com

Nadie que tenga como destino la ciudad de Nueva York dejará de poner sus ojos, no una sino varias veces, en el Empire State.

Es que los justificativos sobran.

Porque resulta el emblema más importante de la isla de Manhatan, ya que fue construido en la enorme crisis económica que soportó Estados Unidos, a comienzos de la década del 30 (del siglo pasado), pasando a ser, sorpresivamente para muchos de sus habitantes, el más alto del mundo por décadas.

Pero, también, porque uno se lo enfrenta cada vez que transita por la inevitable Quinta Avenida, la más famosa de NY.

De día, una inmensa mole con tonos más monótonos y de noche elegantemente iluminado para que desde cualquier punto de la ciudad se lo pueda observar.

Claro que su prestigio fue acompañado de la incorporación de modernas tecnologías que lo transformaron en un verdadero imán para que lo ocupen empresas de primerísimo nivel de todo el mundo.

Todas quieren tener un lugar ahí aunque, pese a su magnitud, no hay lugar para todas.

Un sano consejo para quien viaje a Nueva York.

No se quede con observar al Empire State sólo desde afuera.

Ingrese, tome alguno de sus inmensos ascensores y busque los pisos superiores para tener una vista inigualable de todo lo inmediato que lo rodea.

Pero, también de lo que está más allá de Manhattan en aquellos días en los que el cielo está transparente.