Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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La construcción de un país

por Tomás Loewy
La construcción de un país. Notas y comentarios. La Nueva. Bahía Blanca

Mientras la economía y lo contingente sean los temas centrales de los medios y la agenda pública, estamos en problemas con el futuro. Recordemos que hasta fines del siglo XIX la disciplina era Economía Política, reconociendo ciertas connotaciones propias de una ciencia social. A partir de allí se denominó Economía, a secas, transitando de una visión clasista a una matemática, axiomática, no valorativa y enarbolando el valor de cambio (crematístico) frente al valor de uso.

En este proceso, la economía clásica, neoclásica y neoliberal, fue abandonando la naturaleza y la tierra como fuente de riqueza, de relación y de cuidado, solo sirviéndose de ella. En este siglo cabe preguntarse como sociedad, y con cierta premura, cuánto tiempo aun tenemos para “volver a la tierra”, en más de un sentido.

Esta cuestión se enlaza con nuestro problema cultural, instalado, de pensar y vivir en el corto plazo cuando no en el día a día. Enfrentar el mediano y largo plazo es traumático, después de ignorarlo por tantos años, a partir de un presente azaroso.

Se trata de diferir recursos para construir futuro, que no se hizo ayer y habría que comenzar hoy. La frase que más se escucha, en estos tiempos, es “de un día para el otro” o “de la noche a la mañana”, como imposibilidades de hacer. No falta quien dispara “en el largo plazo estaremos todos muertos” pero esto ocurrirá, literalmente y sin ser apocalíptico, si no lo gestionamos -local y globalmente- desde ahora.

La economía de un país no debe tener vida propia, debe ser parte de un proyecto (tiempo y estrategia) y esto ya es la política, ciertamente no electoral o populista.

La sustentabilidad constituye, entre otras cosas, atender al presente y construir futuro a plazos intergeneracionales, simultáneamente. Hablar de proyectos es hablar de problemas estructurales sin omitir los mundiales, cada vez más influyentes y perentorios. Esto requiere de ideas, creatividad y consensos.

También perseverancia y seguimiento, para abordar al sistema y las causas, como en la dramatización de la reciente película que gano el Oscar. No estoy hablando de “toma y daca” sino de políticas de Estado.

Para Argentina, postulo que su dificultad estructural más relevante reside en la alta concentración y polarización demográfica, como causal -macro- de una serie de problemas económicos, sociales, institucionales y ambientales.

En ese marco, la Provincia de Buenos Aires luce como un indicador emblemático. Por estos días, más allá del descalabro general heredado, algunos políticos esgrimen que la limitante estructural de esta provincia radica en la baja coparticipación histórica que recibe. Discutir esto sin ver ni considerar los graves problemas -cada vez más complejos- de su (des) ordenamiento territorial, ambiental y poblacional, aparece como un auténtico despropósito.

En mi concepto, este problema, excede al distrito y se proyecta duramente contra una viabilidad, nacional y global, aceptable. La historia de muchas décadas me releva de otras argumentaciones.

Esta agenda, como un ejemplo substancial, se puede abordar en la medida que el desarrollo y no solo el crecimiento (Economía) vuelva a ser un objetivo, afianzado desde lo local, horizontal y participativo. Lo más alentador y significativo de las últimas elecciones, a mi entender, fue el corte de boleta y de la historia -sin comillas- en la Provincia de Buenos Aires. Un mojón auspicioso en el año bicentenario de nuestra independencia y una condición necesaria para, ahora si en el corto plazo, visualizar y comenzar a resolver temas trascendentes de este territorio y del País.

Tomás Loewy es ingeniero agrónomo. Reside en Bahía Blanca.