Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Un mensaje polémico

Escribe Alejandro Olmedo Zumarán

La tragedia llamada kirchnerismo terminará, dicen, a fin de año; pero las consecuencias de doce años de poder dirigidos a dividir a los argentinos no parecieran terminar en la misma fecha.

Sostuvimos que luego de la renuncia del doctor Fernando de la Rúa se hablaba de la necesidad de recuperar la autoridad presidencial. Fue así que Néstor Kirchner comenzó un plan que luego continuó Cristina Kirchner, que consistió en reunir todo el poder y no solo recuperar la autoridad de la institución presidencial.

Luego de este período, donde la Constitución y las instituciones han sido ignoradas, llegamos a este final con un gobierno que ha atacado sistemáticamente el principio de la división de poderes, transformándose en un único poder que cumple o intenta cumplir la función de los tres, es decir: legisla, ejecuta y juzga.

Desde mayo de 2003 afirmamos que el kirchnerismo iría por más con el paso de los años, y así fue: aún hoy, cuando supuestamente le quedan pocos meses de mandato constitucional, siguen acrecentando su poder y sancionando un disparate tras otro.

La cadena nacional de la presidenta para tratar el asesinato del Fiscal Alberto Nisman ha sido un resumen de estos doce años vertiginosos en cuanto a la corrupción, intolerancia, soberbia, autoritarismo, ignorancia y la falta de respeto a la ciudadanía argentina, que está hastiada de tanto maltrato e ineptitud.

La presidenta sigue con los berrinches a los que nos tiene acostumbrados, propios de una niña malcriada, pero lo negativo de esto es que, en primer lugar, es la presidenta de la Argentina, y en segundo, ya no es una niña.

La actuación del lunes 26 de enero frente a las cámaras, vestida de blanco y sentada en una silla de ruedas, fue una verdadera puesta en escena: solo faltaba que se hubiese puesto una cruz de madera marrón y detrás colocar dibujos de angelitos sobrevolando la habitación.

De no haberse sabido de antemano que era una Cadena Nacional, la escena era la de una niña próxima a tomar la primera comunión, con la pena que la confesión previa le hubiera durado segundos, porque desde que comenzó a hablar pecó nuevamente al faltar a la verdad.

La niña siguió con sus infantilismos, denostando gente, acusando a otros, inventando conspiraciones, mostrando quién sabe qué cosas y acusando al nene malo que intentaba colocarla en el corralito por mucho tiempo: el fiscal Nisman, al que sigue atacando luego de muerto, con una notable falta de humanidad.

Volviendo a la triste realidad, no se trata de una niña sino de la presidenta de una Nación, que está descendiendo a los lugares más bajos en cuanto tema se trate.

Corrupción, narcotráfico, inseguridad, desempleo, pobreza, desnutrición infantil y adulta, hambre de agua, analfabetismo y la constante tergiversación de los hechos cargando las culpas, que son responsabilidades propias, a terceros.

Mirar hacia atrás y echar las culpas a quien sea por la propia incapacidad de resolver problemas ha sido la constante en estos doce años. Ejemplo de ello es la tragedia de Once, donde tuvieron que morir 51 personas para que pongan a disposición de los usuarios trenes debidamente seguros y aptos para seres dignos, y lo mismo ocurre con la Secretaria de Inteligencia: luego de once años de gobierno, y con la muerte de un fiscal de la Nación que investigaba un encubrimiento de la presidenta, su canciller y otros dos sujetos, advierte que es un organismo irregular y decide disolver la SI -o SIDE-; pero cuando el Ministro de Justicia Gustavo Belis la denunció, fue echado de su cargo.

Diez años después, la presidenta acusa a la SI o SIDE, además de a otros, y según qué marquen las encuestas nos enteraremos contra quién dirigirá sus dardos.

Transitamos momentos gravísimos, y la presidenta no colabora para que la situación mejore, sino más bien todo lo contrario.

Quedan pocos meses, pero serán muy conflictivos. No hace falta ser analista para anunciarlo.