Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Doliente Medio Oriente

Por Jesús Fernando Taboada
Doliente Medio Oriente. Opinión. La Nueva. Bahía Blanca

Tradicionalmente el Medio Oriente fue complejo, pero ahora se añade la inquietud de una generalizada zozobra. Junio marca un hito, pues el Estado Islámico da inicio a una serie de agresiones de violencia inusitada que desestabiliza la región, dando pie al quiebre de instituciones que se creían permanentes, como la integridad de los Estados y la de sus soberanías.

La geopolítica del Medio Oriente encuentra origen en los resabios de la caída del Imperio Otomano y la derogación del califato por Kemal Ataturk.

La división del Islam encuentra razón en las temáticas religiosas, que por parte de sus elementos más radicalizados impulsan una violencia impropia e inesperada.

La división entre los sunitas y los chiitas tiene sostén en la hasta ahora no dirimida prevalencia de una u otra tendencia, encontrando en Arabia Saudita al paladín de los sunitas y en Irán al de los chiitas.

La influencia de las existencias petroleras incrementa la razón de las tensiones, donde el gran juego de las potencias podría verse superado por la irracionalidad de los participantes, permitiendo que se arrasen los conceptos de equilibrio y de paz.

Las huestes del Estado Islámico, escasas en número pero con una buena logística de sostén por parte de los sectores más extremistas, han dado cuenta de un desmotivado ejército irakí y han extendido su influencia a todo un amplio sector que abarca, hasta el momento, parte de Irak y de Siria, convocando a la desarticulación de fronteras e instituciones del derecho internacional que se estimaban consolidadas desde el fin de los mandatos coloniales.

La aspiración de un Estado Islámico, caracterizado por una violencia irracional fundamentada en la pretensión de imponer la plenitud de una ley coránica de tinte medieval, tiene posible sostén en la monarquía saudita, que la ha desatado sin prever las consecuencias a las que podría llegar el odio de un fanatismo que encuentra sostén en un equívoco de su propia identidad, en una permanente humillación y en un temor frente a la expansión de modernidad y cambio que las ideas liberales de la primavera árabe podrían aportar a sociedades tribales dominadas por una clase social privilegiada en sus beneficios y temerosa de todo cambio.

La irrupción de esta violencia altera no solamente el equilibrio de la zona, sino que además pervierte el sentido de las alianzas, toda vez que faculta un nuevo posicionamiento frente a la tiranía de un Damasco que aspira recobrar un áurea angelical; un acercamiento implícito pero contra natura entre Irán y Estados Unidos; un exaltar de nuevos nacionalismos tribales; el resurgir de ambiciones de soberanía de la población kurda; la debilidad del concepto moderno y compatible del Estado como fuente generadora de derechos y deberes; la inestabilidad de las exportaciones petroleras y el sufrir de nuevas migraciones que están afectando a la población civil de varios países que ven incrementar el número de refugiados carentes de sostén y de apoyos logísticos.

Todo ello en un marco de gran violencia e intolerancia inspirados en la defensa de principios religiosos, lo que genera innumerables víctimas.

La brega en Medio Oriente, donde siempre vigila la tenacidad de defensa de su territorio y esencia por parte de Israel, se ve hoy esquematizada en un enfrentamiento de dos polos religiosos, el sunita de Arabia Saudita frente al chiíta de Irán, quienes mantienen asimismo la lucha por consolidar un reconocimiento de su hegemonía nacional.

Turquía y Egipto, que son las otras dos potencias regionales, deben procurar corroborar sus respectivas estabilidades frente a una nueva ola de extremismos religiosos que podrían alterar el rumbo pretendidamente liberal que han adoptado.

Irak y Afganistán, por último, serían los países donde la lucha se instalaría, ya que sus respectivas debilidades han quedado expuestas ante el repliegue de Estados Unidos, que deberá valorar que la democracia es un concepto que no se exporta sino que se cultiva y riega con pasión intelectual y determinación de amplitud política.

Los graves problemas locales de nuestro país, que hoy disimula el publicitado Mundial de fútbol, podrían verse potenciados por esta alarmante alteración de un esquema que vulnera el respeto al derecho internacional, al de las minorías, donde la cristiana sería la principal afectada, y potencia además el resurgir de nuevas pasiones fundamentalistas que sin duda tendrían consecuencias globales.

Jesús Fernando Taboada fue embajador de la República Argentina ante la República de Túnez. Actualmente reside en Buenos Aires.