Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Inseguridad: la peor de las caras

Gustavo Abrego, el bahiense Gustavo Abrego, se paró unos minutos en la vereda de la comisaría Primera luego de dos horas de exponer lo que había vivido –sufrido– en su domicilio, con el rostro desfigurado, la mirada casi perdida y un desconsuelo en sus gestos que hizo innecesario buscar muchas palabras para explicarlo.

El pasado viernes 25 de julio, el hombre decidió ser amable, cortés y educado con unos desconocidos que tocaron el timbre de su casa de calle Cervantes y orientarlos en la búsqueda que, entendió, estaban haciendo de algún vecino o habitante del barrio. Fue un error de esos que terminan siendo fatales en tiempos en que la inseguridad es una sensación tan cierta como el viento.

A diferencia de las series de TV, donde al protagonista le pegan decenas de trompadas y golpes con elementos contundentes y termina tan impecable como cuando comenzó la escena, la víctima en este caso no necesita mirar a ninguna cámara para dar cuenta de la realidad de un rostro golpeado de manera salvaje, sin contemplaciones ni decoro.

La foto publicada por este diario, en su página 4 de la edición sábado 26, tiene con el blanco y negro un rasgo de piedad y consideración en ese sentido.

Asusta además que los cinco delincuentes –“masculinos”, de acuerdo al léxico policial– que participaron del hecho tenían conocimiento preciso de que el ocupante de la casa había cerrado una operación comercial unas horas antes y disponía de una importante cantidad de dinero en efectivo, que no tardaron en encontrar. Esto da cuenta de una tarea de “inteligencia” -palabra cuanto menos desafortunada para estos casos- que aporta una gran preocupación a todos.

El ilícito fue caratulado como “robo calificado”, considerando que, además de haberse apropiado de algo ajeno, los ladrones recurrieron al uso de armas y de golpes. La calificación no incluye circunstancias adicionales como el dolor espiritual del damnificado, el espanto de sus hijos, la impotencia de todos, las consecuencias a futuro, los alcances de semejante intromisión en su vida.

Ahora viene un tiempo de investigación, averiguaciones, revisión de las cámaras de seguridad y otros trámites propios de estos hechos. La realidad es que este tipo de delitos ha existido desde siempre y seguramente seguirá existiendo. Pero la de hoy parece ser una sociedad más expuesta que nunca, donde rejas, alarmas y monitoreos no terminan de ser suficientes para proteger al vecino. Donde con cada golpe deforman en serio, sin maquillaje alguno que pueda corregir sus huellas.