Bahía Blanca | Lunes, 18 de marzo

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La honestidad intelectual

por Tomás I. González Pondal
La honestidad intelectual. Notas y comentarios. La Nueva. Bahía Blanca

Algunos interrogantes a modo de ejemplos ayudarán a situarnos en la esencia de este escrito. Si una persona va andando en auto y advierte que la goma está pinchada, ¿en verdad lo está o es su mente la que elucubra tal percance? Si a un albañil se lo contrata para construir una casa, y el obrero levantó ya cuatro paredes, ¿están levantadas o es solo la mente la que piensa eso? Si un chico jugando al rugby se quiebra el fémur, ¿ o realmente el hueso está quebrado o es una ideación de su inteligencia? Si tiro una piedra contra el rostro de otra persona y veo que de su nariz sale sangre, ¿sangra en verdad o soy yo el que en mi cabeza “fabrico” ese daño? Lo que cualquiera puede leer de un libro, ¿lo está mentando uno, o realmente hay delante una hoja con palabras redactadas con tinta? En definitiva: ¿hay una realidad fuera del sujeto y que puede ser perfectamente alcanzada, o es el sujeto el que elabora “realidades”?

Hay cosas que en la realidad, esto es, en su total objetividad, resultan verdaderas sandeces, como por caso, negar deliberadamente que exista la objetividad. Aventuro sin temor a equivocarme, que nadie en su sano juicio se someterá voluntaria y gustosamente al intento de gatillar sobre su sien un revolver cargado, fundado en el presupuesto de que la objetividad no existe, y sí, solamente, la subjetividad, quien dicta que la bala que se disparará será un pétalo de rosa que perfumará el aire para deleite de su sentido olfativo. Por idénticas razones, nadie se colocará debajo de una construcción en demolición, en consideración de que siendo la objetividad algo inexistente, todo lo que pudiera caer sobre su cabeza será tan solo un masaje capilar.

Aunque lo anterior resulte de sentido común para muchos, no lo es así para otros tantos. Un diario de marcada tendencia política señaló en su editorial: “No hablamos de objetividad ni de neutralidad, pero sí de honestidad intelectual y compromiso con quienes nos leen. Creemos que la objetividad no existe porque somos sujetos, y la realidad cotidiana la construyen, la viven y la narran sujetos y no objetos. Tampoco nos consideramos neutrales, porque (…) tenemos intereses, motivaciones y, sobre todo, opciones”.

El deliberado quiebre con el mundo extra-sujeto u objetivo implica un paso hacia la deshonestidad intelectual; luego solo queda dar cabida a la pura subjetividad que, reconociéndose ya no neutral ni objetiva en los términos indicados, dará rienda suelta a la creación de cosas, a la deformación de las realidades. La honestidad intelectual nace del anclaje al mundo objetivo, y no de su rechazo.

Cuando digo que la bala matará, soy honesto, y no cuando afirmo que perfumará el aire y hará bien. Cuando digo que tal medida política es desastrosa -por su esencial tendencia contra el bien común- soy honesto intelectualmente, y no, cuando desligado de la objetividad, pretendo que la disposición es loable, simplemente por estar alineado políticamente a una ideología, o, según confesión propia, por estar motivados por “intereses” o por “opciones” allende a lo objetivo.

Luego del rechazo de la objetividad, la pura subjetividad pretenderá hacer objetivas sus invenciones, para más luego imponerlas como verdades intocables y solicitando vivamente se las acepte.

Si en verdad se aceptaran las cosas como “son”, no habría tantísima aceptación de cosas que son negación del ser. Pero con la extendida frase de estos tiempos, eso de “aceptemos como son”, se ha operado una trampa, se significa otra cosa. En verdad solo se oculta una rebelión al ser, un desear que lo que no es, sea. Las cosas como son, sí; y son primero que nada conforme a su ser, y no según el antojo de quienes, reitero, quieren que sean lo que en verdad no son. Si, como decía Balmes, “la falsedad del juicio depende muchas veces de la mala percepción”, ¿qué diremos entonces cuando deliberadamente se rechaza el mundo de lo objetivo?

¿Por qué he de creerle a alguien que piensa que lo único que existe es el subjetivismo? ¿Por qué he de darle crédito a lo que dice, si al fin de cuentas todo es subjetivo? ¿Por qué ha de ser cierto, como dice el subjetivista, que lo objetivo no existe, si, según se afirma, todo es algo que depende de una mente? Y si todo es subjetivo: ¿acaso algunos sujetos no podrían coincidir en que hay una realidad extra-subjetiva?

Si solo existiera la total subjetividad y no existiera la objetividad, entonces jamás un subjetivista podría afirmar lo segundo, pues eso ya sería una expresión totalmente objetiva y universal, de modo que en algo, al menos, el subjetivista sería completamente objetivo.

Como se ha probado, hay un mundo real fuera del sujeto y al que la mente tiene la capacidad de alcanzar, y su negación deliberada conduce al engaño y a la deshonestidad intelectual.

Tomás I. González Pondal es abogado. Reside en Buenos Aires.