Bahía Blanca | Miércoles, 08 de mayo

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Los buitres “buenos”

por Carlos R. Baeza

En la fábula atribuida a Esopo, el escorpión que no sabía nadar le solicita a la rana que lo lleve en su espalda para poder cruzar el río. La rana teme que, al hacerlo, el escorpión la pique, pero este la convence alegando que si lo hiciera, él también moriría ahogado; no obstante, y ya en el medio del río, el escorpión le inyecta su ponzoña, ante lo cual la rana, moribunda, le pregunta acerca de su conducta, ya que él también morirá, a lo que el escorpión responde: “No he tenido elección, es mi naturaleza”.

Es así que, a escala zoológica, cada especie es portadora de un ADN que no la convierte ni en mala ni en buena. La vaca no es buena o mala cuando nos provee de leche, así como la gallina tampoco lo es cuando pone huevos.

De allí que, igualmente no hay buitres buenos o malos, sino que todos ellos portan una naturaleza que los hace aves rapaces que generalmente no cazan presas vivas, sino que se alimentan de animales muertos a los que divisan merced a su potente vista. Son carroñeros y esa es su esencia.

Desde hace un tiempo, los argentinos nos hemos acostumbrado a la expresión “fondos buitre”, término con el que se designa a grupos de inversores que adquieren deuda pública de Estados en dificultades a un porcentaje notoriamente inferior a su valor nominal y que luego litigan para obtener sumas mayores.

Por ende, no hay fondos buitre buenos o malos: todos son especuladores profesionales cuyo único objetivo es lucrar con esa operatoria, bien entendido que para que ello acontezca deben existir Estados endeudados que emitan títulos de esa deuda con quitas importantes y sometiéndose a solucionar eventuales conflictos ante jurisdicciones extranjeras.

Luego, alegar “patria o buitres” no pasa de ser un relato épico para la gilada, a la cual será difícil de conformar cuando en fecha próxima se pague lo que se debe y aún más, como ya ocurriera con Repsol, a quien no solo se dijo que nada se le abonaría sino que además se le iniciaría acciones judiciales. Caso contrario, cabría imaginar un complot a nivel planetario cuyos actores serían el presidente de EE.UU; el anciano juez Griesa, a quien el gobierno eligió; la Cámara de Apelaciones, que confirmó su fallo; la Corte Suprema, que al no entrar a considerar el caso avaló lo resuelto; el gobierno alemán; el Grupo Clarín y la oposición política nacional.

Sin embargo, el gobierno ha encontrado –sin saberlo- fondos buitre buenos. Poco tiempo atrás, y a raíz del pedido de quiebra formulado por la empresa gráfica “RR Donnelley”, cuyo titular es el fondo “Black Rock”, la presidenta denunció penalmente a dicha firma con sustento en la ley 26.734, designada como “ley antiterrorista”.

Sin embargo, tal denuncia se abortó cuando alguien le avisó a la presidenta que el fondo buitre “Black Rock” se había convertido en accionista de YPF, adquiriendo dos millones de acciones por 740 millones de pesos. Es decir que, en un abrir y cerrar de ojos, un fondo buitre “terrorista” pasó a ser un “fondo buitre bueno”.

También el fondo buitre “Third Point”, que en su momento compró deuda soberana de Grecia y luego la vendió al doble, ha pasado a convertirse en otro “fondo buitre bueno” al adquirir 2,65 millones de acciones que lo convierten en uno de los 10 mayores inversores en YPF.

Y ni qué decir del más repudiado y odiado fondo buitre, como lo es “NML”, de Paul Singer quien junto con “EM”, de Kenneth Dart, son dueños del 7% de las acciones del Banco Hipotecario.

Es decir que, por una parte, el relato oficial alza el “patria o buitres” como slogan maniqueista que ya no engaña a nadie sabiendo que al final, como buenos pagadores seriales, abonarán lo debido y aún más, sino que al momento de recibir las ansiadas inversiones se olvidan de ese relato a cambio de obtener esos esquivos dólares.

Finalmente, el restante “fondo buitre bueno” es el presidido por George Soros, con quien CFK conversara en su gira neoyorquina, que por 450 millones adquirió más del 3% de YPF y al que se lo vinculara como colaboracionista del nazismo, tal como lo señalara Javier Cornejo en “El Tribuno” de Salta. Basta consultar en las redes diversas fuentes tales como la entrevista que le realizara en 1998 Steve Kroft para “60 minutos” o los dichos del padre de Soros en su libro de memorias de la guerra, entre otras. En el primer caso Kroft pregunta a Soros acerca de su papel como correo de los nazis, así como el haber participado en saqueos y confiscaciones en casas de judíos, todo lo cual es expresamente reconocido. He aquí el diálogo:

Kroft: “Salió, de hecho, y ayudó en la confiscación de los bienes de sus compatriotas judíos, amigos y vecinos”.

Soros: “Sí. Eso es correcto. Sí.”

Kroft: “Quiero decir que suena como una experiencia que enviaría a un montón de gente para el sofá siquiátrico por muchos, muchos años. ¿Fue difícil?”

Soros: “No, no, en absoluto. No, en absoluto, yo más bien lo disfruté.”

Kroft: “¿No hay sentimiento de culpa?”

Soros: “No, solo los sentimientos de poder absoluto. No tenía sentido que yo no debería estar allí. Si no lo hacía, alguien más estaría tomando a la basura de todos modos. Así que no tuve ningún sentimiento de culpa”.

Por su parte, en el libro que escribiera su padre, Tivadar Soros, se sostiene que George “estaba empezando a disfrutar de su carrera como mensajero; todo era una gran aventura”. Y el propio George Soros en la introducción a dicho libro admitió: “Es algo sacrílego, pero estos diez meses -se refiere al periodo de la ocupación nazi- fueron los momentos más felices de mi vida”.

Así que, a no desesperar: estos son los “fondos buitre buenos” que nos salvarán.

Carlos R. Baeza es abogado constitucionalista. Reside en Bahía Blanca.