Bahía Blanca | Miércoles, 01 de mayo

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Nunca más, más allá de un número

Lo ocurrido entre 1973 y 1983 es parte de un página penosa y horrosa de nuestra historia.

Ha pasado otro 24 de marzo, fecha de desde 2002 es considerada Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia y que conmemora las víctimas de la dictadura militar que usurpó el gobierno del Estado nacional entre 1976 y 1983.

“Su objetivo es construir una jornada de reflexión. En las escuelas se propone que sus integrantes comprendan las consecuencias económicas, sociales y políticas de la última dictadura militar y se comprometan en la defensa de la Constitución Nacional y de la democracia”, indica en el portal oficial del estado nacional.

Esa finalidad pareciera ser excesivamente resumida considerando todo lo que implicó aquel golpe militar, que tuvo también un importante apoyo por parte de la sociedad civil y que se dio en el marco de un verdadero caos económico, político y social.

Es delicado mencionar el cruel y terrible accionar de los militares en esos siete años sin hacer referencia también a la acción desarrollada por distintos grupos que a través de la violencia intentaban llegar al poder para imponer sus ideales.

El terrorismo de estado es difícil calificar en palabras, los excesos, las torturas, los secuestros de bebés, los asesinatos. Todo forma parte de una página que produce escalofrío, espanto y horror.

Pero sin entrar a jugar con la teoría de los dos demonios, no pareciera lícito ignorar a quienes actuaron con completa impunidad asesinando, colocando bombas, decidiendo muertes.

La historia no sólo es 1976-1983. Es de antes del golpe y también de después del regreso de la democracia. Es difícil contarla porque es además una historia reciente, sin una perspectiva, que se politiza, que no encuentra la objetividad necesaria.

Incluso sigue vigente la discusión sobre la cantidad de desaparecidos, al punto que quienes sostienen que son 30 mil descalifican a quienes mencionan que son 10 mil. Cuando esa diferencia no le quita un ápice a la magnitud de lo ocurrido.

Ha pasado un nuevo 24 de marzo. Las nuevas generaciones necesitan y merecen que no se olvide. Es una manera de fortalecernos como sociedad, que semejante horror sirvió para aprender y crecer. No se trata solo de nunca más. Se trata de hacernos cargo, todos y cada uno.