Bahía Blanca | Jueves, 09 de mayo

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Una catástrofe inimaginable que parece sellar el destino de octubre

La columna de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Reuters

   Los mercados, omnipresentes y sacralizados, podrían dar hoy un primer indicio sobre el resultado de las PASO, en las que salvo matices y hasta algunos corrimientos impensados al cierre de esta edición se adjudicaba con aplastante solvencia el cristinismo por sobre el macrismo. Todo en un escenario según el cual la definición de lo que está en juego, no solo la presidencia sino la gobernación de la provincia de Buenos Aires, los dos enclaves en los que políticamente se define nada menos que el modelo de país para los próximos cuatro años a partir del 10 de diciembre, parecería en principio absolutamente sellado de cara a las elecciones de octubre.

   ¿Porqué los mercados? Solo bastaba al filo de la medianoche escarbar en los comentarios soterrados y en los gestos en cada bunker de los que se montaron para esperar los resultados, en especial en los del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, para entender la tensión con la que todos, ganadores y perdedores, y es cierto que los primeros por una razón y los segundos por otra absolutamente contraria, aguardarán la reacción del mundo financiero en torno al precio del dólar, de los papeles que cotizan en la Bolsa de Comercio, del riesgo país y de la mirada exterior.

   El macrismo, vale apuntar, había celebrado por anticipado el viernes cuando los mercados le dieron una clara muestra de confianza, que se tradujo en una baja de la cotización de la moneda norteamericana, del riesgo país y un repunte de las acciones de Wall Street. Esta madrugada, antes de ahondar el análisis en base a los datos obrantes al filo de la medianoche, aquellos entusiasmos tempraneros parecían hacer agua.

   El cristinismo al mismo tiempo consideró aquellos datos promisorios destinados a sostener la continuidad del oficialismo más allá del 10 de diciembre directamente como "una operación" destinada a disimular los efectos de una derrota de Mauricio Macri que ya entonces auguraban amplia y hasta contundente, supuestamente en la que hasta el presidente Donald Trump estaba involucrado.

   Los datos que se preanunciaban al caer la noche y que se derramaron como un terremoto un par de horas después convirtieron en cartón pintado aquella diferencia de cinco puntos de una eventual victoria de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri que el peñismo había reconocido como "una derrota esperable pero remontable" hasta el mismo viernes. Y que también en Buenos Aires la amarga derrota de Vidal a manos de Kicillof superaba los peores pronósticos que se hacían hasta ayer en el bunker de Juntos por el Cambio. Con un agregado en boca de un vidalista de la primera hora: "no nos queda mucho dónde rascar votos". Parece, salvo milagros, el principio del fin para "Heidi".

Del mismo modo calaban hondo en el ánimo del gobierno, pese al entusiasmo de Peña, la victoria de Macri sobre Fernández en Córdoba, pero por una diferencia muchísimo menor que la que el entonces candidato presidencial de Cambiemos obtuvo a expensas de Daniel Scioli, por casi treinta puntos de distancia. Lo que llevó a bautizar a la provincia mediterránea como "la cuna" de la victoria que depositó a Macri en la Casa Rosada.

   La derrota aplastante del macrismo en Santa Fe a manos del peronismo que ratificaban todos los datos primarios permitían hablar de una verdadera hecatombe electoral del oficialismo, potenciado por otro resultado impensado como la justeza de los números en una provincia que se consideraba inexpugnable como Mendoza. O lo ocurrido en Corrientes, territorio gobernado por los aliados radicales.

   Peña incurrió en la noche del domingo en uno de sus clásicos errores a que lo lleva su optimismo enfermizo. Se entusiasmó con el hecho de que en las PASO de 2015 el macrismo perdió pero que en las elecciones de octubre se sumaron dos millones de votos que en su mayoría fueron a las arcas del macrismo. Olvido decir que la situación en esta oportunidad es bien distinta: hoy enfrentan el rechazo social por casi cuatro años de gobierno de malo a peor en todos sus indicadores, empezando por el aumento de la pobreza la inflación y el desempleo.

   La paliza electoral que sufría esta madrugada el macrismo a manos del cristinismo abría primeros interrogantes. Primero, si aquella reacción de los mercados será tan dura como decisiva para sostener que casi todo está dicho de cara a octubre. Segundo, si Macri podría en un manotazo de ahogado producir algún hecho mediático relevante, como anunciar esta misma semana un profundo cambio de gabinete, que se llevaría puesta la cabeza de Peña, considerado como el verdadero padre de la derrota. En un discurso fuera de programa que forzó Elisa Carrió luego que Macri reconociera la derrota, Lilita pareció enviar un mensaje en esa dirección: "las derrotas sirven porque bajan el nivel de soberbia...".

   Un dato que a la luz de la dura derrota del gobierno parecía anoche palpable es que la entusiasta incorporación del senador Miguel Pichetto a la fórmula presidencial, con el propósito de arrastrar la mayoría del peronismo anti cristinista, no dio los resultados que se esperaban. La pírrica victoria en Córdoba demuestra que también el "cordobesismo" de Juan Schiaretti abandonó a Macri.

   Horacio Rodríguez Larreta es "la isla" del macrismo en esta pésima elección: su contundente victoria contra el cristinista Lammens le asegura la reelección pero más importante aún , lo valida como el candidato a presidente del macrismo en 2023.

   La tremenda derrota de Vidal a manos de Kicillof era anoche el dato más duro para aceptar por parte del macrismo. Y la pregunta es cuánto tardará el vidalismo en pasar facturas por aquella negativa de Macri de permitirle desdoblar la elección, cuando le advirtió delante de la mesa chica: "acá nos salvamos todos o nos hundimos todos".