Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Peronistas y antiperonistas, ¿una sociedad dividida?

El cambio de paradigma social impulsado por Perón partió en dos a la sociedad argentina, y los bahienses, ubicados de uno y otro lado de aquella grieta, vivieron los '50 con una intensidad pocas veces registrada en la historia local.

Desde su irrupción electoral en 1948, el peronismo bahiense ocupó la centralidad de la agenda política local, desplazando al resto de los partidos. Archivo La Nueva.

Mariano Buren
mburen@lanueva.com

   Eran las 15.20 del viernes 16 de septiembre de 1955 cuando una voz de hombre interrumpió buena parte de las transmisiones radiales del país para exclamar: "¡Aquí Puerto Belgrano!".

   El sobresalto que provocó aquella frase tomó igualmente por sorpresa a los hogares peronistas como a los antiperonistas: el "Comunicado número 1 del Comando de las Fuerzas de Marina de Guerra" le anunciaba "al pueblo de toda la República" que la flota se había levantado "contra la siniestra tiranía" de Juan Domingo Perón, en nombre de "la libertad, la justicia y la paz espiritual".

   En ese mismo momento, el entonces intendente de Bahía, el abogado y docente peronista Santiago Bergé Vila -que había asumido el 1 de mayo de ese año tras ganar las elecciones con el 60,67% de los votos- recibía en su despacho al capitán de corbeta Guillermo Castellanos Solá y a un grupo de oficiales, quienes le anunciaron solemnemente que ya no era más el jefe comunal. 

   Bergé Vila había intuido que aquella podría ser su última jornada al frente del palacio de Alsina 65: cerca de las 8.30, mientras daba clase de matemática en la Escuela de Comercio, observó cómo un avión sobrevolaba el centro de la ciudad arrojando volantes con proclamas revolucionarias.

   "Me fui a la intendencia, decreté asueto escolar y llamé a la gobernación pero, en vez de darme información, me pidieron que organizara la resistencia. Pedí policía y me mandaron un agente; el resto estaba custodiando las usinas. A la hora me enteré que la marina había tomado Punta Alta (...). La infantería de marina ya estaba a tres kilómetros de Bahía Blanca, para tomarla. Entonces liberé al personal y me quedé solo a esperarlos", recordaría años después.

   Para ese momento, las versiones contradictorias circulaban con fuerza por la ciudad: la revolución contra Perón había estallado también en las ciudades de Córdoba y Curuzú Cuatiá y se hablaba de bombardeos contra las destilerías de YPF en Mar del Plata. En paralelo, los medios oficiales aseguraban que se trataba de "algunos levantamientos aislados" y que "dichos focos" estaban "siendo controlados y reducidos por las fuerzas leales". Era difícil saber quién decía la verdad.

   El principal temor de muchos vecinos era que se repitieran los gravísimos incidentes ocurridos tres meses antes, cuando manifestantes peronistas destrozaron parcialmente la Catedral, la Curia Eclesiástica, los templos de Santa Teresita y del Inmaculado Corazón de María, además de incendiar la redacción del diario radical "Democracia", en respuesta al intento de golpe de Estado del 16 de junio. Aquella tarde invernal Bahía había sufrido una de las jornadas políticas más críticas del siglo XX.

   El doctor en Historia José Marcilese (UNS-Conicet) asegura que, tras unos primeros años de convivencia, la tensión entre peronistas y antiperonistas bahienses fue aumentando a lo largo de la década. "En 1950 se clausuró La Nueva Provincia, que era moderadamente crítico, bajo la excusa de que el diario no había puesto una leyenda obligatoria por el centenario de la muerte de San Martín. Después, la huelga ferroviaria de 1951 fue muy dura en Bahía y en Ingeniero White: hubo detenciones, despidos y traslados. 

   "En el '52 se intervino el Club Argentino porque no admitió a un grupo de dirigentes peronistas como asociados. También fueron arrestados algunos conservadores en el '54, supuestamente por formar parte de una célula que conspiraba contra el Gobierno. Al igual que a nivel nacional, había una situación cada vez más tensa y se iba notando en la ciudad", agrega.

Las tropas de la Infantería de Marina, frente a la sede de la Municipalidad: el primer peronismo también se moría en Bahía.

   Para el historiador, "el golpe se justificó bajo el concepto de 'La segunda tiranía', un término acuñado por la oposición, pero también por el propio peronismo: las persecuciones, el control de los medios, el manejo de los contenidos escolares, las modificaciones electorales y la discrecionalidad en el reparto de los empleos públicos, entre otras acciones, fueron deslegitimando al peronismo, que se manejaba con mucha torpeza en relación a la oposición, y alimentando a un antiperonismo que sabía que nunca le iba a poder ganar electoralmente".

   "Ademas, hay que remarcar que se trataba de dos maneras completamente diferentes de mirar la realidad social: el peronismo modificaba jerarquías y afectaba intereses del statu quo . Las clases más acomodados no veían con buenos ojos el ascenso rápido de algunos sectores y el nuevo escenario era interpretado con desagrado", observa.

   Tras el desplazamiento de Bergé Vila, el autodenominado "Comando Revolucionario del Sur" tomó el control de la sede municipal y emitió un comunicado en el que le solicitaba a los vecinos que retomaran sus actividades normales, a pesar a la inquietud de los sublevados por una posible reacción desde los sindicatos. La indefinición del golpe en Buenos Aires forzó, además, al interventor Castellanos Solá a decretar el toque de queda a partir de las 11.30 del domingo 18 para evitar "alteraciones del orden".

   Sin embargo, a lo largo de los tres días que duró el derrocamiento casi no se registraron focos de resistencia peronista en el casco urbano. Las multitudes que, por caso, habían acompañado las visitas de Perón, en febrero de 1946, y de Evita, en noviembre de 1948, quedaron silenciosas ante los grupos que avanzaban por la avenida Eva Perón (hoy Colón) arrancando los carteles con el nombre de la exprimera dama. Del mismo modo, observaron impasibles cómo las caravanas de autos circulaban por las principales calles céntricas, tocando bocina y agitando banderas argentinas. El primer peronismo también se moría en Bahía.

   "No hubo reacción para defender a Perón y, de pronto, se notó ese odio contenido durante muchos años por los antiperonistas: hubo delaciones, despidos, cesantías, e incluso circularon grupos armados por la ciudad buscando a dirigentes y militantes peronistas para detenerlos", puntualiza Marcilese. 

   "Pese a que ese momento de revanchismo duró relativamente poco, porque en definitiva se trataba de una ciudad chica, con muchos vínculos interpersonales y en la que casi todos se conocían, los '50 fueron claramente una década de desencuentros", completa.