Una ciudad que cambia, resignando lugares, memoria e identidad
Las pérgolas de la Plaza Pellegrini, la demolición de La Morenita, la transformación de Alem y otras calles disparan un debate complejo.
Mario Minervino / [email protected]
“Hay que cuidarse de decirles que a veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí. En ocasiones hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales, y el acento de las voces, e incluso las facciones; pero los dioses que habitan bajo esos nombres y en esos lugares se han ido sin decir nada y en su sitio han anidado dioses extranjeros”. Italo Calvino, “Las Ciudades Invisibles”
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¿Cuántas Bahía Blanca se sucedieron desde que en abril de 1828 los soldados llegados desde el fuerte de Tandil levantaron el primer rancherío para una tropa cansada y con frío?
Se podría decir que muchas, pero también que ha sido siempre la misma. Apretujada alrededor de la plaza Rivadavia, concentrada en O'Higgins-la-gran-vía-del-Sur-Argentino, la de la burguesía que construyó el Club Argentino y de la sociedad culta que estrenó “Aída” en el Teatro Municipal.
Pero hay entre aquel inicio y el presente una historia de 190 años. De ese camino quedan algunas huellas. Las de piedra y las del espacio, los elementos de una ciudad que dan referencia de un pasado común, que debieran fortalecer las tradiciones y generar la necesaria identidad urbana.
No es tema de arquitectos o de ingenieros definir una ciudad. Es algo muchísimo más complejo. Exige la participación de sociólogos, economistas, educadores, geógrafos y psicólogos. De médicos, vecinos, empresarios y políticos. Porque lo que constituye la ciudad no son solo sus edificios. Sino sus espacios públicos, sus veredas, sus calles, sus plazas, sus paseos, sus lugares de encuentros.
Es acaso la construcción artificial más importante en la historia de la humanidad, en la cual se desarrolla la vida de las personas. Esa ciudad, la que se sostiene a partir de estos bienes, muta cada día. En sus primeros tiempos de manera pausada, hoy con una dinámica que modifica cuadras y lugares en cuestión de horas.
Sus habitantes son meros espectadores. Lamentan ciertas pérdidas pero hacen uso inmediato de lo que se propone a cambio. Reaccionan ante el hecho consumado, se lamentan pero no se involucran. El Estado es el gran ausente. La complejidad se hace cada vez mayor.
Ciudad nueva
Se podría pensar que como nunca antes están desapareciendo del paisaje urbano viviendas que fueron, durante décadas, telón de fondo de varias generaciones.
La incesante construcción de edificios en altura y locales comerciales ocupa día a día el lugar de viviendas que posiblemente hayan sido pensadas "para siempre", portadoras de estilos de otras épocas, con espacios ordenados para otros usos y costumbres.
En semanas se borran cuadras completas, cambia la fisonomía de las calles, se modifican los sitios de encuentro, algunos espacios públicos parecen condenados al olvido.
A una velocidad que supera toda capacidad de previsión o de anticipo, con un Estado que encuentra dificultad para establecer políticas que puedan asegurar que esos cambios sean lo menos traumáticos posible y lo más favorable para la sociedad en su conjunto, la ciudad del futuro es poco menos que una gran incógnita.
Los 60, la década
Si bien el concepto de preservación patrimonial en nuestra ciudad comenzó a tomar fuerza en los 80 y 90, con la pérdida de las primeras obras emblemáticas --el inventario de bienes patrimoniales fue realizado en 1992--, la primera oleada de demoliciones comenzó en los 60.
Es la época de la aparición de los edificios en altura, de la moda de vivir en departamentos. Una ciudad completa fue borrada en ese tiempo, ya no existe y apenas sobrevive en algunas fotos o postales.
Desde entonces ese cambio no se ha detenido. Ya no existen los cines del centro, ni el palacete de New London en calle O'Higgins, ni el edificio de la Escuela Normal de Brown y Villarino, ni los galpones ferroviarios del Noroeste, ni decenas de chalés de la avenida Alem, ni las mansiones de Alsina, ni las casonas de Mitre, ni los Mercados Modelo.
Los estudiosos de la materia mencionan una falta de legislación adecuada --sobre todo que define como operar e intervenir-- que proteja mejor a los bienes patrimoniales, la carencia de planificación urbana, el desapego estatal por el espacio público, la falta de recursos para mantener los bienes.
También mencionan que los códigos ordenadores del crecimiento de una ciudad no pueden funcionar sin una cuota de sentido común y flexibilidad. Pretender, como ocurre en nuestra ciudad, que legislar con un pensamiento de la década del 70, renovado parcialmente en los 90, tiene algo que ver con el presente es un error evidente y grosero.
Un área de planeamiento municipal debiera tener una dinámica y un equipo de trabajo constante, de cada día. En ese marco de carencias y limitaciones es que sucede lo que sucede.
"Los hombres hacemos las ciudades y después las ciudades nos hacen a nosotros", dijo el estadista Winston Churchill.
Cada decisión que se toma hoy tendrá influencia, para bien o para mal, en los que vivimos hoy la ciudad y en las generaciones que vendrán. Cada decisión borrará parte de la memoria. No es poca cosa.
Opinan los especialistas
Los siguientes testimonios reflejan puntos de vistas de arquitectos, ingenieros, historiadores, abogados, inversores, vecinos. Hablan desde su formación técnica y emocional. Como actores y espectadores. Intentan analizar, desde distintos puntos de vista, qué nos falta, qué nos sobra, qué nos pasa.
Mauricio Aprile, ingeniero civil: “Bahía Blanca es una ciudad activa, con una cultura que se ve reflejada en su patrimonio arquitectónico, al cual se está tratando con desinterés.
“Si bien hay problemas sociales y económicos en el país, hay determinadas cosas que no se deberían desatender porque son irreparables. No es cuestión de echar culpas sino de aportar soluciones como ciudadanos, de trabajar en conjunto.
“En materia de bienes arquitectónicos pueden instrumentarse algunas medidas inmediatas para generar recursos para la preservación y concretar algunas intervenciones básicas.
“Otro error es pensar que readecuar edificios históricos es caro. Lo único que se necesita es usar los materiales de manera razonable, un simple criterio de reglas de buen arte.
“Hay que saber aprovechar la singularidad de un bien de valor patrimonial para que se justifique su valorización y que recuperarlo sea más beneficioso que demolerlo”.
Betina Kroft, arquitecta: “Solo una mirada, tal vez superficial, por los meses que trabajé en Bahía Blanca. Me parece que es un ciudad con poca planificación, que no sabe con claridad qué quiere conservar, ¿las áreas urbanas? ¿los edificios? ¿el paisaje urbano? ¿las alturas? Da la impresión que responde puntualmente ante la presentación de solicitud de permisos de obra.
“El rol de una Comisión Asesora en cuestiones patrimoniales es importante. Debiera fijar pautas y criterios aunque después cada caso sea particular y su problemática deba analizarse puntualmente.
“El área de Planeamiento de la Municipalidad debería propiciar reuniones entre los actores, estimularlas, convocarlas. Organizar debates con profesionales para tratar casos que sentarían precedente”.
José Valle, empresario: “La demolición del café La Morenita (en Washington y Alberdi, un café de 1920) me produjo profunda tristeza, porque era un sitio emblemático de la ciudad y de Villa Mitre. Además de ser parte de la identidad barrial contenía objetos importantes, un cuadro de Agustín Magaldi, una radio antigua.
“Son los privados los que deben ayudar al Estado para que no ocurran estas cosas. Yo tengo una relación con el café Miravalles (avenida Cerri 700, otro bar histórico), donde decidí aplicar mi experiencia de trabajar en bares notables de Buenos Aires.
“Así generamos una propuesta de 'vermú con historia' que ha generado un movimiento interesante y fue acercando a otros gestores. Hay herramientas de este tipo que pueden salvar un lugar. Pero para eso se necesita valorar el pasado y entenderlo como una herramienta para generar un presente y un futuro mejor”.
José Marcilese, licenciado en Historia, a cargo del Archivo de la Memoria de la UNS, investigador del CONICET: “El patrimonio está formado por diferentes elementos, lo inmaterial, como las tradiciones que hacen a la construcción de un imaginario y, por otro, el material, formado por los espacios públicos, la arquitectura, los lugares que tienen sentido para los vecinos.
“Bahía Blanca desde hace mucho tiempo no ha conservado ese patrimonio. El Estado no ha desarrollado una política de conservación de sus lugares emblemáticos, no ha destinado recursos. Con los bienes privados es más complicado, porque hay intereses más difíciles de resolver. Venimos de décadas de ataques al patrimonio privado, pero también del público”.
Más puntos de vista: “Lo que falta es planificación”
Aldo Braccini, arquitecto: “Lo que falta en nuestra ciudad es planificación. Hoy no sabemos siquiera hacia dónde crece la ciudad, dónde ubicar los edificios ni cuál es la ciudad que pretendemos generar. Tenemos un Código de Planificación de los 90, cuando mucho ha pasado en los últimos 20 años.
“Debiera existir una legislación en materia patrimonial, pero vivimos en una ciudad donde no podemos evitar que se estacione en lugares prohibidos, menos podemos pedir que no demuelan, que no se corten los arboles o que se cuiden los lugares públicos.
“Falta una conciencia colectiva. Si nadie piensa en lo público, entonces no se puede esperar que los privados piensen en generar propuestas de valor.
“Los espacios públicos hacen al sentido de pertenencia, pero también los edificios que lo contienen tienen su función. Lo importante, más allá de mantener obras emblemáticas, es defender las características de los lugares, como es el caso de la avenida Alem o del parque de Mayo.
“Los edificios no deben alterar las características de esas áreas. Bien implantados, sin pertubar el entorno, pueden mejorar el sitio”.
Darío Faure, empresario, desarrollador inmobiliario: “Es importante lograr un equilibrio entre preservación del patrimonio y tener las normativas que permitan que la ciudad crezca.
“No impedir pero tampoco dejar que se haga cualquier cosa. Debe haber reglas claras y para eso es clave definir qué ciudad queremos generar. Al privado se le debe indicar sobre qué sitios intervenir, pero también tener flexibilidad para aceptar y considerar sus propuestas.
“Hay inversores que a veces llevan buenas propuestas al municipio pero si no hay flexibilidad de parte del Estado muchas veces se pierden buenas oportunidades”.
Rosana Vecchi, arquitecta, docente: “El espacio público es lo que define la calidad de las ciudades. En Bahía Blanca hace tiempo que las políticas han desestimado las inversiones en el mismo. Se percibe una sensación de indefensión. Si bien las normativas existen, quizás no en la diversidad necesaria y en la mayoría de los casos no se cumplen. El control está, en varios casos, desmantelado.
“La falta de cultura urbana por parte de funcionarios ha agravado la situación de pérdida y deterioro del espacio. Desde la agresión al arbolado urbano, las demoliciones de edificios históricos o de las pérgolas de la Plaza Pellegrini, el panorama de devastación es evidente.
“El patrimonio urbano no es solo catalogar edificios. Hay una importante variedad de situaciones y paisajes que es necesario comprender en su conjunto. Ninguna de estas figuras pueden ser pensadas sin la participación de los vecinos, las organizaciones y los actores sociales”.
Laura Villalobos, arquitecta: “En nuestra ciudad hay una importante cantidad de ordenanzas relacionadas con el patrimonio, pero no existe una reglamentación que permita su aplicación.
“También existen leyes provinciales y nacionales, referidas a preservar, enriquecer y difundir el patrimonio histórico, arquitectónico, arqueológico y urbanístico.
“Los bienes culturales y ambientales de los municipios son considerados en su goce y uso como bienes de incidencia colectiva, deben estar delimitados en una zonificación consensuada en el Código de Planeamiento.
“Creo que es factible encontrar un equilibrio entre la preservación y los desarrolladores a partir de la ética en la aplicación de la legislación y de la acción coordinada entre autoridades, gestores inmobiliarios y ciudadanos.
“Hay que considerar al patrimonio como un recurso no renovable y un insumo de la planificación urbano ambiental”.
La “polémica” demolición del museo
Cristian Díaz, director Museo de Bellas Arte y Contemporáneo: “La obra 'Demolición total', ganadora de la Bienal 2018 organizada por el Museo de Arte Contemporáneo, una instalación en el frente del Museo con un cartel de demolición, interpeló a los transeúntes a preguntar, involucrarse e instaurar el tema del patrimonio arquitectónico.
“Generó preguntas y que la comunidad requiera una explicación, se involucre, participe y dialogue con la obra. La gente se indignaba, protestaba, comentaba y recordaba otras casas que habían sido demolidas.
“El problema es no olvidar los valores. El patrimonio necesario para una memoria de que somos bahienses. Nuestra identidad. Para la recuperación y consolidación del patrimonio arquitectónico resulta necesario definir las necesidades de memoria.
“Sería equilibrado que la recuperación del patrimonio fuera el resultado de un criterio más científico, basado en la investigación integral en un marco de racionalidad y valores democráticos”.
Maximiliano Görg, abogado: “Más allá de cualquier declaratoria que pueda hacer el Estado, la realidad es que la misma no conforma una limitación de disponibilidad respecto a los bienes de un particular.
“El derecho de propiedad no puede ser afectado por una resolución administrativa. Solo por ley se podría resolver que una vivienda no puede disponerse, que es el caso de una expropiación. “Las limitaciones administrativas no tienen efecto sobre el derecho de disponer del inmueble”. (Fue consultado sobre la complejidad de defender bienes patrimoniales privados)
Nicolás Trellini, arquitecto: “La idea de proteger el patrimonio está bien, pero no alcanza. El conflicto es mucho mas profundo. Tildar a algunos edificios como patrimoniales no resuelve su mantenimiento y existencia. Son bienes señalados por un interés público pero en general no tienen ningún incentivo para que el dueño se sienta beneficiado.
“No se trata de inmovilizar todo edificio con valor arquitectónico, pero tampoco existe la contraprestación para que ese bien supere el valor del suelo que ocupa.
“En los espacios públicos hay una falta de mantenimiento desde hace años y ante el primer conflicto se tala o se demuele sin criterio.
“En el caso de La Morenita me dio pena, por ser un lugar de pertenencia para el barrio. No tenía valor arquitectónico pero sí cultural. Ahí faltó una presión barrial y la intervención municipal.
“En estas cuestiones patrimoniales el Estado debe generar conciencia del valor de sus espacios. Pero si los derrumba y no los cuida, el privado no tiene por qué hacerlo. Habría que empezar por cuidar lo público y ver cómo eso se contagia.
“A veces también es necesario ser flexible con las normativas. Hay posibilidades de recuperar edificios históricos, hoy desocupados, pero a ciertas exigencias frenan esa posibilidad. Esos bienes siguen inmovilizados y cerca de la ruina”.
La red ferroviaria y más
José Luna, contador, vecino del Noroeste: “Siempre ha habido una desatención en el cuidado de bienes, como es el caso de los galpones ferroviarios nunca considerados para recuperarlos. Eso ha llevado a la desidia, la ausencia de un organismo que controle el estado de los bienes.
“Es inadmisible que Bahía Blanca haya sido uno de los polos de desarrollo más importante del país en cuanto a red ferroviaria y estructura, y que ese patrimonio haya sido saqueado y desmantelado sin que nunca haya habido un responsable”.
Andrés Pinassi, doctor en Geografía, magíster en Gestión del Patrimonio Arquitectónico y Urbano: “Hay sectores de la ciudad que se ven más beneficiados en materia de preservación, por ejemplo el céntrico, asociado a la función pública tiene mayor preservación que otros más modestos localizados fuera de ese radio.
“Estas estrategias van de la mano de instrumentos de gestión que hoy están acotados y presentan muchas falencias. La avenida Alem, por caso, ha sido declarada área patrimonial pero la normativa respectiva no menciona cómo proteger una área de ese valor.
“Creo que el patrimonio está agredido por el poder inmobiliario que ejerce una presión que prevalece ante consideraciones históricas y culturales. “Hay que compatibilizar las estrategias, la integración entre los actores vinculados a la actividad y trabajar en la concientización de la comunidad.
“Por último veo que existen distintas posturas sociales. Están quienes bregan por preservar ese patrimonio y otros de una gran apatía. Un tercer sector lo forman quienes se activan con hechos particulares, reaccionan antes determinados acontecimientos, pero no se involucran más que eso”.
José Zingoni, arquitecto: “Es necesario tener una agenda sobre el patrimonio construido que permita trabajar integral y preventivamente, sino siempre estaremos lamentando acciones y sin saber qué hacer.
“El inventario de bienes sigue siendo una herramienta fundamental (no la única) porque identifica un grupo de edificios sobre los que trabajar, pero hay que actualizarlo y ampliarlo.
“Ahora bien, identificar las obras patrimoniales tiene el doble sentido de limitar la población edilicia sobre la cual actuar, pero disponer de recursos reales para hacerlo. Si no se destinan recursos económicos para una política patrimonial, como para cualquier otra, no hay resultados posibles”.