Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Trabajo infantil: el deseo de un nene que pide en la calle y la tarea del Municipio

Franco cuenta que sus papás no tienen trabajo y él siempre va al centro.
Fotos: Sebastián Cortés, Emmanuel Briane y Archivo-La Nueva.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

     Maximiliano Buss / mbuss@lanueva.com

     Sol Azcárate / sazcarate@lanueva.com

   Franco cierra los ojos y espera. Espera que sean las 14:30 para que abra la pileta del club Liniers. Unos billetes arrugados y una pocas monedas que juntó en la calle le van a permitir al fin refrescar su cuerpo transpirado.

   Tiene los pies cansados de tanto caminar: hizo más de 24 cuadras con el sol a pleno y una temperatura por encima de los 31º. Por eso se tira en la vereda decidido a dormir.

   Dos horas lo separan de la apertura de la pileta. Acomoda su cabeza en las duras baldosas, estira los pies y se desconecta. Se desconecta de todo: ni los perros de avenida Alem ni el intenso ruido del tránsito logran inquietarlo.

   —¿Querés una gaseosa? Hace mucho calor para que estés acá —le dice una joven que lleva en la mano una botella.

   Franco se sorprende y entreabre sus ojos, molestos por el resplandor del sol. 

   —Sí —dice el pequeño y se reincorpora—. ¿No tenés algo para comer?

   La chica le dice que sí y lo lleva a una estación de servicio para que calme el hambre. Después, lo empieza a interrogar. Le pregunta por sus papás, por su escuela, por su situación de calle...

   Franco no da vueltas.

   —Mis papás saben que estoy acá. No tienen trabajo y yo siempre salgo a pedir para jugar en el cyber y venir a la pileta —cuenta.

***

   Antes, Franco estaba en la primera cuadra de Donado, sentado en la puerta de un cotillón pidiendo plata. Se encontraba solo y no se acordaba bien de su edad.

   A todo el que pasaba le estiraba su mano y le preguntaba si no tenía 20 pesos.

   Nadie le daba nada. Solo una señora prometió ayudarlo al terminar su compra, pero el nene no aguantó y se fue. Un grupo de jóvenes que lo observaba le preguntó si estaba perdido.

   —No, quiero plata para jugar en el cyber —les respondió.

   Entonces decidieron llamar al 911 para advertir lo que estaba pasando. Del otro lado atendieron y prometieron la presencia de un operador de calle. Cumplieron: a los 35 minutos del primer llamado —fueron 5 comunicaciones porque el nene iba cambiando de lugar— el operador dio con Franco. Así empezó un largo recorrido que terminó en las puertas del club Liniers.

***

   Cuando el operador llegó, Franco estaba en la primera cuadra de Alsina, a pocos pasos de la Municipalidad. El mismo lugar donde minutos antes una pareja le había dado plata para que vaya al cyber. Pero no pudo: la empleada del lugar dijo que no aceptaba chicos sin la compañía de un adulto.

   Ya con el operador, empezó a caminar en dirección al Teatro Municipal. No eran desconocidos.

   —Ya abordamos a su familia. Después de que hable con Franco, vamos a estar ubicando a su familia nuevamente —le explica el operador a la chica que hizo la denuncia al 911 y quiere saber si encontraron al chico.

   El operador corta y retoma su charla con Franco, que le sigue el paso con toda confianza. Cuando llegan a Alem doblan: el nene quiere ir a la pileta de Liniers y no hay forma de convencerlo de que regrese a su casa.

   —No lo podemos obligar a venir con nosotros —dice el operador, mientras espera el colectivo para volver a su casa. Intento fallido con Franco: tal vez mañana acceda. O pasado.

   Pero Franco es solo uno de los tantos chicos que día a día caminan por las calles bahienses pidiendo o vendiendo lo que les dan.

*Franco es un nombre ficticio, pero el relato es verdadero. La identidad es protegida para preservar al menor.

La calle en Bahía

   Se hicieron cuatro recorridos por las calles del macro y microcentro bahiense entre noviembre de 2016 y enero de 2017. Se vieron chicos pidiendo y vendiendo, la mayoría acompañados por adultos que los observaban a la distancia.

   ¿Cómo se comportó la gente? La mayoría no les dio dinero, pero muchos sí les ofrecieron comida. Los chicos, en general, no aceptaron: "No me dejan", fue la respuesta de algunos. 

   De los que dieron plata, la mayoría se la entregó a menores de 10 años, con los que también conversó. Con chicos mayores, el trato fue más distante.

   En esos recorridos también se efectuaron llamados al 911. Las respuestas fueron distintas: en el caso de Franco, el operador apareció después de 35 minutos; pero en otros, demoraron una hora.

   ¿Qué pasó?

   En una oportunidad se informó que había chicos limpiando vidrios en el puente de Colón. Los operadores llegaron después de 60 minutos y los nenes ya no estaban.

   —Teníamos otras emergencias —le dijeron a la chica que hizo el llamado y se quedó aguardando la llegada del móvil.

   Otro llamado se hizo en la zona de restaurantes sobre avenida Alem, porque había dos chicos solos que vendían medias. Hubo varias comunicaciones y una hora más tarde pasó un patrullero por la zona: no paró, igual los chicos ya se habían "perdido" por la Plaza del Sol.

No solo piden en la calle

   Un trabajo que hizo la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 2013 determinó que, en Argentina, casi el 15 % de los niños trabajaba. Ese mismo estudio también permitió conocer los principales focos de trabajo infantil en Bahía.

   La subsecretaria de Promoción y Protección de Derechos, Soledad Monardez, explica cuáles son: "Agricultura, en Cerri; pesca y limpieza de camarones, en Ingeniero White; ladrilleros; cartoneros y reciclado de basura; venta ambulante y mendicidad; descarga en el mercado de frutas y trabajo doméstico, que es el más invisible".

   —Si una persona va por la calle y ve a un chico vendiendo o trabajando de lo que sea, ¿tiene que llamar al 911?

   —Sí. El problema de los nenes que están vendiendo es que se están moviendo todo el tiempo y cuando llega el operador a veces ya no está. Eso nos pasa. Pero sí, hay que llamar al 911 y ni hablar si uno puede observar si está el adulto, porque en realidad hay que denunciar al adulto —asegura Monardez.

Casi 200 llamados

   Entre julio de 2015 y noviembre de 2016 hubo 194 intervenciones de operadores de calle por chicos en situación de trabajo infantil, de acuerdo al registro municipal.

   Según esos datos, más del 60 % de los chicos pedía plata en la calle y el 45 % del total de nenes abordados pertenecía a la comunidad gitana. 

Gráficos: Gustavo Asnes-La Nueva.

Trabajo de hormiga

   El director de Hogares, Prevención y Protección, Germán Roth, cuenta que los operadores de calle no pueden obligar a los chicos a subirse a un auto e irse con ellos.

   —El trabajo es de acercamiento, de hacerles entender que los operadores están al lado de ellos, que tendrían que estar jugando, en la escuela, disfrutando de su niñez y no realizando esa tarea. Nosotros tenemos la palabra, no tenemos más que eso —sostiene.

   Roth también cuenta que actualmente hay más de 30 casos abordados —en marzo de 2015 eran 48, según el Municipio—, de los cuales casi el 50 % pertenece a la comunidad gitana.

   —La idea es darles herramientas a las familias para que puedan cumplir con sus prerrogativas personales (documentación, salud, asignación) y convocarlos a esto: que no manden más a sus hijos a mendigar —explica.

   —¿Cuántos intentos hacen para que la familia tome conciencia? ¿Hay un tiempo determinado de trabajo?

   —Si haciendo este trabajo las familias continúan mandando a sus hijos a vender o mendigar, hay que buscar una medida de protección de derechos. Nuestro trabajo no es sacarles los chicos, sino explicarles que mandarlos a mendigar es un falso proyecto, que están equivocados. Lamentablemente a veces no queda otra que retirarle la custodia a los papás.

Policías y operadores

   Soledad Monardez cuenta que cuando se trata de menores, solo pueden actuar los operadores de calle. La policía no.

   —El operador va solo a buscar al nene y si logra captarlo va a su casa. Muchas veces desde el centro de día nos piden una ayuda económica y la tramitamos. En el equipo también hay psicólogos, trabajadores sociales y su director, Elmo Fantino. 

   —Pero a veces cuando llamás al 911 dicen que van a mandar a un patrullero para que circule por la zona...

   —La idea es que la policía, tanto la comunal como la provincial, esté presente, convocando y conteniendo hasta que llegue el operador. Nuestro trabajo es de acercamiento. No tiene sentido espantarlos de una esquina para que se vayan a la otra —asegura Roth.

   El director de Hogares, Prevención y Protección también explica que no es lo mismo un chico que pide monedas que otro más grande que limpia vidrios, porque la policía muchas veces se acerca a estos últimos para saber quiénes son y averiguar sus antecedentes.

   —La policía trabaja de forma simultánea con los operadores de calle. Cuando son niños se pide la convocatoria de la Guardia de Niñez o de los operadores. De 21 a 8 va la guardia y el resto del día, los operadores. De lunes a lunes —dice.

   —¿Y se ven menores relacionados con el delito?

   —No, no es la regla. Que puede pasar en alguna situación, sí. Los chicos que están en la mendicidad generalmente no están relacionados con el delito. La mayoría son chicos que están acompañados por algún hermano mayor, que está merodeando; bajan al centro, están un par de horas y vuelven al barrio. Generalmente el que está en un camino delictivo, ya no está en los vidrios y mucho menos mendigando.

¡A esperar!

   Germán Roth reconoce que la llegada de los operadores no es inmediata.

   —Nos han dicho que a veces llegan una hora más tarde por "otras emergencias". ¿Trabajan con otras cuestiones o son emergencias del mismo tipo?

   —El operador de calle se dedica pura y exclusivamente a eso. Capaz que a la misma hora llaman al 911 desde diferentes lugares y [los operadores] no se pueden dividir. En los abordajes tratamos de que vayan dos operadores juntos porque facilita más el trabajo, entonces no se puede estar al mismo tiempo en todos lados.

   —Hablamos con un operador y nos decía que a veces es complicado el tema de la movilidad.

   —Hay un vehículo a disposición. Cuando llaman al operador, el operador se comunica con el chofer, el chofer lo pasa a buscar y van. Eso tiene una demora. No es una ambulancia que sale a las chapas con la sirena y llega en 10/15 minutos. Nuestro trabajo tiene una dinámica un poco más lenta, que capaz no es la esperada.

   Ese vehículo no es exclusivo de los operadores: se comparte con la Guardia de Niñez, por lo que muchas veces tienen que caminar. Cuando el nene está "trabajando" en el centro, no hay inconvenientes: el centro de día funciona en Pueyrredón 157, es decir, a menos de 10 cuadras de la Plaza Rivadavia. Pero los operadores no solo trabajan en el centro...

   —¿Faltan operadores?

   —Hay 5 y la idea es incorporar uno más, para que sean 3 por turno. Ellos tienen la supervisión de un trabajador social, un psicólogo… Ahora estamos armando un equipo de trabajo para que aborde exclusivamente a esos 15, 16, 17 chicos de familias gitanas que encontramos constantemente. Además de la mendicidad, hay que trabajar todas las otras cuestiones: documentación, salud, escolaridad... Para eso necesitás una presencia más grande.

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