Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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La isla Palawan: Filipinas, el arco de fuego del Pacífico

Este país del sudeste asiático formado por 7 mil islas es mucho más que Manila, su soberbia capital. El islote que tiene más tamaño es un interesante destino turístico.
La isla Palawan: Filipinas, el arco de fuego del Pacífico. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Por Corina Canale / corinacanale@yahoo.com.ar

En tiempos de la conquista, Palawan fue, para los navegantes que conquistaban el mundo, "la última frontera". Un archipiélago rodeado por las aguas del Mar de la China y el Mar Sulu, que los ibéricos, por su forma, llamaron "la isla paraguas". De allí, su nombre.

Unos 22 mil años atrás, en las cuevas de Quezón, al sur de Palawan, se descubrieron huesos del llamado Hombre de Tabón, además de huesos de cerdos, ciervos, murciélagos y pequeñas aves y herramientas afiladas.

El complejo arqueológico abarca 29 cuevas exploradas de las 215 que se estima que hay, de las cuales sólo 7 se pueden visitar.

Se desconoce el origen de sus habitantes, pero se presume que vinieron de Borneo, por puentes de tierra hoy cubiertos por el mar.

Lo que se sabe es que son los restos humanos más antiguos hallados en Filipinas.

Su capital, Puerto Princesa, es la ciudad más visitada.

Es que muy cerca, en Sabang, un pueblito rural, está el Parque Nacional del Río Subterráneo, el segundo más grande del planeta, después del de Yucatán, en México.

Este río, de 8 kilómetros, es Patrimonio de la Humanidad y una de las 7 Maravillas Naturales del Mundo.

Cuando la canoa ingresa en la gruta, el juego de luces y sombras es un fascinante espectáculo bajo las coloridas rocas calizas.

En un recorrido de 4 kilómetros hay rocas estalactitas y estalagmitas, cámaras ocultas y murciélagos que no se ven pero están.

Los nativos de Sabang recomiendan llegar hasta la gruta por el selvático "sendero de los monos".

Este pueblito tiene aros de básquet en las calles y gente que cría gallos para riña.

Son los mismos gallos que a las 5 de la mañana cantan y despiertan a propios y extraños.

Una curiosidad de Puerto Princesa es la cárcel-granja Iwahig Prison and Penal Farm.

Aloja en su interior a un millar de reclusos, algunos con sus familias, que cultivan sus alimentos para solventar parte de los gastos.

En el ingreso, con ausencia de muros y puertas abiertas, un cartel da la bienvenida a los visitantes.

Más allá está la plaza y a su alrededor, las casas, un parque y la iglesia.

Los reclusos son cordiales y ofrecen sus artesanías.

No piensan en escapar porque saben que están rodeados de agua y que una fuga sólo agregaría años a su condena.

Y los interesados en la fauna marina vienen a conocer el Parque Marino Arrecifes de Tubbataha, que tiene tres atolones y una amplia zona de alta mar.

En ese lugar habitan ballenas, delfines, tiburones, tortugas y unas 500 especies de peces.

Mientras tanto, los arrecifes cobijan unas 350 variedades de corales, otros de los grandes atractivos.

La historia de Filipinas se remonta a la llegada, en 1531, del navegante portugués Hernando de Magallanes, quien bautizó a las islas como filipinas en honor al rey Felipe.

Ese fue su último viaje, porque la muerte lo aguardó en un combate en la isla de Mactán.

En esa isla de la provincia de Cebú, el 27 de abril de 1521 se enfrentaron unos 50 exploradores europeos y 1.500 guerreros.

Los intrusos fueron vencidos.

Un monumento recuerda la muerte de Magallanes, que le permitió a la insignificante isla colarse en los libros de historia.