Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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Los olivos del sudoeste bonaerense proyectan una marca colectiva

Se trata de lograr una certificación de origen que los posicione como un aceite de calidad diferenciada. La propuesta la gestiona la Cámara Sur Oliva, de Dorrego.
Para Marcelo Champredonde, del INTA Bordenave, la cámara que agrupa a los olivicultores de la zona contiene un espíritu inquieto y proactivo.

Por Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

“Hay un combo de oferta, de demanda y de institucionalización que hace pensar que existe potencialidad para la instalación de una marca colectiva para los olivos del sudoeste bonaerense”, dijo Marcelo Champredonde, del INTA Bordenave y experto en la identificación, rescate y valorización de productos típicos mediante denominación de origen.

Lo hizo en alusión al proyecto de la Cámara Sur Oliva de Coronel Dorrego, ya en marcha, que pretende lograr una certificación de origen que posicione a la región como un aceite de calidad diferenciada.

“La Cámara de Olivicultores propone esta alternativa de trabajar en base a una diferenciación, pero el nivel de funcionamiento, la institucionalidad y la asociación con instituciones de investigación es lo que otorga grandes ventajas y potencialidades”, agregó.

“Aquí hay un producto que se está instalando, con plantaciones que van creciendo y son cada vez más productivas, y con ellos mismos colocando la producción. Asimismo, la evolución social, como el perfil gourmet y los beneficios para la salud, acompañan un mayor consumo”, sostuvo.

Champredonde pasó por Bahía Blanca en ocasión de la asamblea de la Cámara Sur Oliva y compartió una jornada de trabajo con Elena Schiavone, acerca de herramientas posibles para la diferenciación del aceite de oliva extravirgen del SOB.

“En normas de calidad, los olivos dorreguenses están bien posicionados. En lo sensorial son muy agradables, sobre todo los blends que, por ejemplo, no son agresivos para el paladar de los que no tenemos la cultura de este tipo de consumo”, explicó.

Champredonde sostuvo que, con estos aspectos, adecuados a las normas internacionales, y la organización e institucionalización de los productores, es natural que se genere una expectativa positiva respecto de lo que pueda hacer el conjunto.

“Esta movilización de la imagen del SOB es muy pertinente, ya que asocia una área geográfica con característica del producto, que lo hace muy adaptado a lo que buscan los consumidores”, añadió.

Champredonde, quien obtuvo su doctorado en Estudios Rurales, mención Economía, en la Universidad de Toulouse Le Mirail (Francia), comentó que la marca colectiva es una herramienta que, si bien legalmente no está reglamentada, pero tampoco prohibida, genera la oportunidad de referencias comunes para comunicar.

“Esas referencias, así como cada uno de los procesos que intervienen, hay que acordarlas entre los productores”, afirmó.

También citó ejemplos.

“Vimos que los primeros aceites, después de un año, tienen determinados defectos. Así entonces, ese primer aceite se podría acordar para no ir a la marca colectiva. Esta es una forma de hacer referencia, así como qué diferenciar, orientado hacia quién y sobre qué prácticas se orienta para obtener referencias. Asimismo, sobre prácticas permitidas. O por problemas de inocuidad con tal o cual cosecha; o por los sistemas de recolección, o el tiempo entre la cosecha y el prensado. Son sólo ejemplos a tener en cuenta”, argumentó.

Champredonde dijo que el colectivo asegura la capacidad de acordar nuevas referencias y de abordar problemáticas en forma conjunta.

“Lo importante es que el colectivo avance con quienes son más activos y más sensibles en un momento determinado. Eso se destaca aquí. Hay motivación desde los técnicos de una cooperativa hasta un privado. Es un capital que sirve para dinamizar y es un elemento de retroalimentación”, mencionó.