Los copilotos de la Kirchner Airways

Fernando Monacelli

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Periodista y escritor. Egresado de la Universidad Católica Argentina. Se desempeñó durante 15 años al frente de la redacción de La Nueva. Actualmente, es el CEO del grupo La Nueva.

Los alemanes y el mundo están horrorizados con el copiloto que tomó el control del avión de Germanwings para estrellarlo contra los Alpes. No entienden cómo un copiloto, que es el reaseguro del piloto y del avión, pudo hacer semejante cosa.

Señores alemanes, piensen en la Argentina, una de las capitales mundiales de los "copilotos salvavidas de plomo".

Chacho Alvarez, Julio Cobos, Amado Boudou, los tres en algún momento se encerraron en la cabina y apretaron todos los botones para sellar la suerte del avión que transporta a su propia banda.

Los copilotos, señores alemanes, sobre todos los que son como los nuestros, ambiciosos, indecisos, o con una fuerte tendencia al choreo, son personas que, por naturaleza resultan poco fiables, gente para tenerla a la vista, con la soga corta. No se los puede dejar solos en la cabina ni por un minuto, al menos a los nuestros. Son tan peligrosos como el o la piloto. Es que están siempre ahí, en segundo plano, opacados, y tarde o temprano les agarra un ataque de protagonismo y, como los chicos, tocan algo que no deben tocar, hacen algo que no deben hacer, meten los dedos en una botonera equivocada y ya está, la montaña no se va a correr por más fuerte que el piloto y sus tripulación griten, lloren, chillen o se persignen.

Y no pasa solo en los grandes aviones. En el avioncito municipal, algún copiloto también ha metido mano cuando quedó a cargo. Aunque por estos pagos, en el desastre, pueda influir más la torre de control. Pero este es otro tema.

Sin embargo, hay una diferencia entre el copiloto de la Germanwings y los dos copilotos de la Kirchner Airways. Es posible que estos últimos no queden en la historia tan mal como el trastornado alemán.

Aquí, alguien podría aducir que, al fin y al cabo, ellos han hecho más bien que mal ayudando a bajarle la nariz al avión K, poniéndolo en un curso directo contra la ladera inevitable del "Monte Octubre". Booommmmm y a otra cosa. El país, al final, se subirá a otra aerolínea. Si vuela o carretea está por verse.