Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El velero Galileo volvió al puerto de White cargado de aventuras y emociones

Un bahiense veterano de Malvinas y otros cinco tripulantes cumplieron con éxito una arriesgada travesía por el Atlántico Sur.
Fotos: Facundo Morales- La Nueva.

   Luego de 30 días surcando los mares del sur argentino y de haber tocado puntos muy fuertes para la causa Malvinas, el velero Galileo arribó hoy a las 18 al puerto de Ingeniero White con toda su tripulación.

   La embarcación, que había partido de nuestra ciudad el 14 de enero y en su recorrido pasó por Ushuaia y la Isla de los Estados, tuvo que afrontar diversas peripecias, entre las cuales destacan la pérdida de su hélice antes de atravesar el canal de Beagle y afrontar vientos huracanados de hasta 70 nudos entre las Malvinas y la Antártida.

   Al excombatiente y sobreviviente del Crucero General Belgrano, Nilo Navas, lo acompañaron los puntaltenses padre e hijo Andrés y Facundo Antonini, capitán de la embarcación y encargado de radar y comunicaciones, respectivamente; el puntaltense, jefe de navegación y teniente de la Marina, Jorge Patoco; el contramaestre y motorista marplatense Mario Monserrat; y el encargado de cubierta radicado en Bahía Blanca, Matías Míguez.

   “Teníamos tres grandes objetivos, cumplimos los tres y sumamos un cuarto, traer la virgen 'malvinera', que nos entregaron las autoridades del Centro de Veteranos de Guerra de Ushuaia y trajimos hasta Bahía, para continuar su viaje hasta Buenos Aires. Logramos llegar a Ushuaia, a la Isla de los Estados y acercarnos lo más posible al punto del hundimiento del Belgrano, rendimos todos los homenajes que nos habíamos propuesto”, comentó Navas.

   “Lo de la Isla de los Estados fue muy fuerte. Yo ya sabía que los accidentes costeros llevaban los nombres de los héroes del Belgrano, pero de pronto ver delante de uno lagos, lagunas, montes, cabos o bahías honrándolos, fue una cosa increíble que me emocionó hasta las lágrimas”, agregó el bahiense.

   “En Puerto Parry perdimos la hélice y tuvimos que atravesar el estrecho de Le Maire y el canal de Beagle a vela. Nos tocó navegar con vientos huracanados que nos hicieron replantear varias cosas, pero por suerte la labor del capitán y del resto de la tripulación fue muy profesional y para sacarse el sombrero. No sé cuánta gente realizó tales hazañas a vela en los últimos años, cuando llegamos al puerto de Ushuaia la gente no lo podía creer, nos filmaban y aplaudían”, relató el veterano de Malvinas.

   “Días más tarde, por la presencia de vientos huracanados priorizamos el cuidado del barco, de la tripulación y de la virgen y no llegamos al punto exacto del hundimiento del Belgrano, sino que nos aproximamos lo máximo que pudimos. Allí realizamos las ofrendas que teníamos previstas y denominamos a la locación 'el corazón de la soberanía patagónica'”, detalló Navas.

   “Ayer se cumplieron 35 años desde la llegada del Crucero General Belgrano a Puerto Belgrano, tras una navegación muy similar a la que acabamos de finalizar nosotros, luego de 30 días y 5.000 kilómetros recorridos. Navegar esas aguas me acercó mucho a ese abril de 1982”, concluyó el dueño del Galileo.

El más joven de la tripulación

   Facundo Antonini fue parte del viaje con sus 18 años, la misma edad que la gran mayoría de los soldados argentinos que defendieron las Islas Malvinas hace ya casi 35 años. Hijo del capitán de la embarcación, radicado en Buenos Aires y presto a iniciar en abril la carrera de Física en la UBA, este adolescente no se tomó las vacaciones típicas de un chico de su edad.

   “La verdad es que no, no fueron las vacaciones normales, fue algo increíble. Agarrá un velero, navegá hacia el sur, disfrutá de días soleados, mares calmos, noches estrelladas, lunas llenas y hermosas noctilucas. Atravesá momentos duros como vomitar del mareo, morirte de frío o de sueño haciendo guardias. Pero después de todo eso, llegá a la Isla de los Estados, bajá a tierra, caminá por el sendero y pensá en todo lo que te esforzaste para llegar ahí, al Faro del Fin del Mundo, y quiero que me digas qué es lo que sentís”, reflexionó poéticamente Facundo.

   “El grupo es buenísimo. Si bien éramos muchos tripulantes –6-- para un barco tan chico, la tripulación calzó perfecto para que la convivencia fuera muy buena. Aunque mi tarea principal se podría decir que era el radar y las comunicaciones, todos hacíamos un poco de cada cosa y también me tocó timonear, filar, cazar la vela, etcétera. Salvo el paso por Ushuaia, en el resto del viaje no me podía comunicar ni con mis amigos ni con mi familia, solo recibíamos el parte climático de un radioaficionado y nosotros reportábamos nuestra ubicación. El viaje es increíble, lo podría hacer 20 veces más”, finalizó el adolescente.