Bahía Blanca | Miércoles, 01 de mayo

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Del Petróleo al desafío de las Energías Renovables

El mundo en general, y nosotros en particular, debemos enfrentar el desafío de avanzar en el reemplazo de estos combustibles fósiles.
Del Petróleo al desafío de las Energías Renovables. La ciudad. La Nueva. Bahía Blanca

Por el contador Hugo Antonio Borelli (*)

El 13 de diciembre de 1907 un pozo perforado a 545 metros de profundidad dio origen al primer yacimiento de petróleo descubierto en el entonces pueblo de Comodoro Rivadavia, a 3 kilómetros del conocido Cerro Chenque.

Quince años después Hipólito Irigoyen, en su primera presidencia, fundaba Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) y el general e ingeniero Enrique Mosconi fue puesto a cargo de la empresa petrolera estatal, siendo nombrado presidente de la misma por el sucesor de Irigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, en ese mismo año de 1922.

El petróleo siempre representó una cuestión estratégica y de valor geopolítico a nivel mundial y la Argentina no fue ni es la excepción. Desde aquel momento y hasta el presente, durante todas las presidencias argentinas, la cuestión petrolera estuvo caracterizada por políticas y decisiones pendulares que llevaron al país a administrar su petróleo desde la nacionalización más absoluta, algunas formas intermedias y hasta la privatización más descarnada.

Esta actitud errática acerca de la soberanía sobre los recursos de nuestro subsuelo nos llevó desde el autoabastecimiento y capacidad exportadora de excedentes hasta la dependencia de la importación de petróleo y gas.

Por ahora se nos hace difícil pensar nuestra vida sin el petróleo. El petróleo como materia prima está presente en todas las actividades de nuestras vidas, alimentación, educación, salud, trabajo, esparcimiento. El grado de confort alcanzado por la humanidad no puede pensarse sin el petróleo, que es la fuente de energía que lo sustenta.

El petróleo se emplea para fabricar combustible para aviones, automóviles y sistemas de calefacción, así como para la elaboración de cosméticos, pinturas, tinta, medicamentos, fertilizantes, plásticos y un sinnúmero de productos más. Tan es así que la vida cotidiana de la gran mayoría de la gente experimentaría un cambio sorprendente sin este producto.

Es posible decir que el petróleo tiene más aplicaciones que cualquier otra sustancia. En este contexto, el petróleo y el gas, su asociado directo, han sido en las últimas décadas el motor del crecimiento de nuestra región ya que es fuente de energía y materia prima para el polo industrial petroquímico más grande de Argentina, a la vez que, por la presencia de su puerto privilegiado, ha convertido a la ciudad en un nodo energético nacional.

Los dos principales ductos de petróleo crudo de Argentina tienen centro en nuestro estuario. El que viene de los campos de producción del oeste y el que abastece a los principales centros de refinación del norte de la provincia de Buenos Aires, en Campana y La Plata. Por ellos pasa el 70% del petróleo que se extrae en el país.

No hace mucho tiempo un nuevo ducto ha conectado la planta de almacenaje de Puerto Rosales con la destilería local de Petrobras. Para dimensionar en parte lo que decimos, la planta de Rosales tiene una capacidad de almacenaje de 480.000 toneladas de crudo, y con proyectos de expansión.

Los principales gasoductos del sur y del oeste pasan por nuestra ciudad, donde industrias específicas procesan el fluido y le extraen los componentes que dan la materia prima al polo petroquímico.

Tres postas para inflamables, incluyendo la recientemente inaugurada y construida por la Termoeléctrica Guillermo Brown, en Puerto Galván y una en Puerto Rosales, hablan claramente de la importancia del nodo energético al que hacemos referencia.

Es cierto que el petróleo y el gas son recursos no renovables, pero Argentina, país privilegiado en muchos aspectos, tiene yacimientos desde el noroeste al extremo sur del territorio, que se prolongan en la plataforma continental. Y en estos últimos tiempos, en los yacimientos llamados genéricamente “Vaca Muerta”, se ha comenzado a trabajar en la explotación de los recursos no tradicionales, o no convencionales, que conocemos como Shale oil y Shale gas, cuya mensura en posible capacidad de generación nos ubican en el tercer lugar en el mundo de ese segmento de producción.

Toda esta riqueza, o fuente de riqueza, pasará por nuestra ciudad ya sea como materia prima o como productos semielaborados o como fuente directa de energía, con lo cual nos alienta a decir que nos esperan tiempos de crecimiento, de planificación y de ordenamiento para poder disfrutar adecuadamente del privilegio que tenemos. Esto incluye un enorme desafío y una inmejorable oportunidad para nuestro puerto, ya que posee grandes ventajas logísticas desde y hacia el yacimiento por su profundidad, su ubicación geográfica y la existencia del complejo industrial petroquímico más grande de la Argentina.

Claro que las cosas no vienen solas. Seguimos en posición demandante y colaborativa en materia de infraestructura logística, ya sea en materia de mejores corredores ferroviarios, autovías o accesos viales adecuados y espacios de almacenamiento. El puerto hará su parte y los sectores públicos y privados deberán hacer el resto.

Ahora bien, el mundo en general y nosotros en particular, debemos enfrentar el desafío de avanzar en el reemplazo de estos combustibles fósiles (que hasta ahora parece lejano) por el desarrollo de fuentes de energías renovables. No está tan lejos, y en algunos casos es perfectamente alcanzable si se planifica correctamente una articulación público privada con carácter de política de estado, comenzar a promover la instalación de parques eólicos (nuestra región es muy propicia por su régimen de vientos), energía solar a escala domiciliaria o industrial, e incluso la generación de energía mareomotriz teniendo en cuenta que tenemos un puerto y un estuario con un buen régimen de amplitud de mareas.

Esto no sólo tiene valor como forma de reemplazo de un recurso no renovable, sino que, muchísimo más importante, por el cambio de paradigma en materia de cuidado del medio ambiente.

Nuestra huella de carbono es enorme, desde la producida por cada habitante hasta la generada por los grandes complejos industriales. El cambio climático ya produce estragos para la humanidad y si no se deponen los gigantescos intereses que rodean la explotación de estos recursos, podría llegarse a un momento en que el arrepentimiento será tardío.

Hacia allí deberíamos ir y esperemos que los grandes liderazgos mundiales se den cuenta y actúen a tiempo.

(*) Presidente del Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca.