Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Preocupa la falta de espacios verdes en Bahía

Coinciden en destacar las deficiencias frente a la recomendación de la OMS.
Contrastes, el gris del centro, la decadencia del Parque Independencia y un nuevo espacio que surge en el barrio Noroeste.

Adrián Luciani

aluciani@lanueva.com

Escasos, poco mantenidos y mal distribuidos, así podría definirse el estado de los espacios verdes en una ciudad como Bahía Blanca donde el árbol ha sido siempre un bien escaso poco valorado.

Varios estudios realizados por investigadores de la Universidad Nacional del Sur coinciden, con cifras similares, en destacar las deficiencias locales en lo que hace a la cantidad de metros cuadrados verdes por habitante frente a lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por ejemplo, un trabajo realizado por las docentes e investigadoras del Departamento de Geografía de la UNS, doctora Patricia Ercolani y licenciada Paola Rosake, establece que la cantidad de metros cuadrados por habitante de los parques urbanos y el paseo de mayor frecuentación en la ciudad (Paseo de las Esculturas) es en la actualidad de 3,49 m2 per cápita.

“La OMS fija como óptimo 15m2 de espacios verdes por habitante y un mínimo de 10m2, por lo tanto, es evidente el déficit de espacios verdes a escala urbana que presenta la ciudad”, consigna el relevamiento.

Respecto de la distribución, se demuestra que la concentración de la oferta está en el sector norte y noreste de la ciudad, al tiempo que el recientemente inaugurado “Paseo La Carrindanga”, en el mismo sector norte, reafirma el desequilibrio.

En un trabajo previo, Ercolani también había revelado que la relación entre la superficie de espacios verdes y de recreación por habitante era deficitaria: de las 305 hectáreas presentes, sólo 135 están disponibles todo el año, dejando sin cubrir las necesidades de 6,5 m2 por persona que fijan los estándares.

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“Algo llamativo pasa con los parques lineales, y en menor medida con las plazas y plazoletas a escala barrial, y es que se consideran más como espacios que lograron integrarse a una comunidad y como una extensión del mundo doméstico. No son compartidos por toda la población. En 2005, los parques a escala urbana revelaban que sólo un 19% tenía un uso efectivo por parte de la población”, puntualizó el informe.

En un reciente estudio, Claudia Pizzichini y Beatriz Aldalur, del Departamento de Ingeniería de la UNS, y en base a una moderna tecnología, analizaron dos fracciones de la ciudad, demostrando las enormes diferencias que existen entre una y otra en materia de espacios verdes.

Los dos espacios estudiados fueron: fracción 14 de 11.114 habitantes y fracción 2 de 10.643 habitantes.

La 14 ocupa un área céntrica de la ciudad de 134 hectáreas donde se destacan como espacios verdes la plaza Rivadavia y un lugar de esparcimiento de dimensiones menores. La 2 abarca una superficie de 425 hectáreas y corresponde a un área forestada de la ciudad donde se emplaza parte de un campo de golf, el Parque de Mayo y el barrio Parque Palihue, con importante forestación.

“La fracción 14 posee una superficie de vegetación arbórea de 96.900 m2, lo que corresponde a un índice de 8.7 m2/hab. Este valor se encuentra por debajo del valor sugerido por la OMS. La fracción 2 tiene una superficie de espacio verde con vegetación arbórea de 877.300 m2, lo que determinó un índice de 82.4 m2/hab, muy por encima de lo exigido por la OMS. La diferencia entre ambos índices se debe a que la superficie que abarca la fracción 2 posee una gran extensión destinada a parques y a lugares de esparcimiento. Los habitantes de esta fracción se encuentran ubicados en un espacio privilegiado en relación al resto de la población”.

Las investigadoras señalaron que dicho trabajo constituye un primer avance de un proyecto mayor destinado a cubrir toda el área urbana.

“Si bien el análisis podría haberse desarrollado en forma global sobre toda la ciudad, el objetivo en este caso es evaluar la situación de los distintos sectores de la ciudad y detectar las áreas donde la densidad es menor de la sugerida por la OMS”, dijeron.

Mientras desde la esfera oficial siempre se ha venido destacando que ahora la ciudad dispone de unos 200 espacios verdes cuando 25 años atrás solo disponía de 30, las cifras de los investigadores de la UNS muestran que existen sectores muy atrasados en este campo.

Habrá que ver qué sucede en los próximos años con el Parque Independencia, hoy sumido en su peor momento mientras se espera la realización de un concurso de ideas para su rediseño en una fecha a definir.

Algo similar ocurre con otros espacios como el denominado Parque del Noroeste, donde se ubicaban los grandes talleres ferroviarios y el Parque Campaña al Desierto, una extensa fracción verde en un sector privilegiado de la ciudad que no termina de arrancar, pese a los intentos realizados en la década del '90.

Importancia de las áreas verdes en el ámbito urbano

Los espacios verdes en las ciudades no sólo fueron creadas para adornar áreas entre edificios o como lugares de recreación para los niños. También son el pulmón de los sectores más urbanizados y representan un sector importante para la interacción social y el bienestar de la población.

Pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce la influencia de las áreas verdes en la calidad de vida de las personas y recomienda un estándar de 10 m2 por habitante, en la mayoría de los países de Latinoamérica esto no se cumple, ya sea porque los costos de mantenimiento de esos espacios son muy elevados o por las altas tasas de urbanización de las ciudades.

Los psicólogos y especialistas en salud coinciden en que los espacios abiertos son elementales para el desarrollo de una persona: mejoran la calidad de vida reduciendo el estrés y relajan a los individuos, sobre todo a quienes pasan todo el día encerrados en una oficina.

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Si se compara la cantidad de espacios verdes por habitante que tiene respecto de otras capitales de América Latina, Buenos Aires pierde por goleada: en un ranking de 10 ciudades elaborado por ONU Hábitat, en el que están incluidas México DF, San Pablo y Santiago de Chile, quedó en penúltimo lugar, con 6,2 metros cuadrados por habitante. Sólo Lima está detrás, con 2 metros cuadrados.

La situación porteña contrasta con la de otras ciudades. Curitiba, la capital del estado de Paraná, en Brasil, es la ciudad más verde de América latina con 52 m2 por habitante y Vitoria-Gasteiz, en el País Vasco, recibió el premio Capital Verde Europea 2012 con 40 m2 por habitante.

Nueva York, pese a sus imponentes rascacielos y avenidas, reúne 23,1 m2 por habitante y Santiago de Chile concentra en sólo nueve comunas –donde vive el 20 por ciento de la población– casi la mitad de las áreas verdes de la ciudad

Si analizamos el Gran Buenos Aires, la situación es mucho peor que en nuestra ciudad. Organizaciones ambientalistas han advertido que cuenta con un promedio de 0,9 metros cuadros de espacio verde público por habitante, diez veces menos que lo recomienda la OMS y lo que exige la Ley de Ordenamiento Territorial y Uso del Suelo de la provincia de Buenos Aires. Esta tendencia se repite en municipios como Lomas de Zamora, Almirante Brown y Lanús.

Una ciudad donde el árbol nunca ha sido protagonista

El divorcio entre los bahienses y los espacios verdes forestados no sólo obedece a la dureza del clima local y sus fuertes vientos, sino también a una cuestión cultural donde todo parece estar antes que el árbol.

Ya a fines de 1960 la escasa cantidad de ejemplares existente en Bahía Blanca fue advertida por la denominada Misión 40 de la Organización de Estados Americanos (OEA), que recomendó concretar medidas al respecto y preparó un plan junto con el ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia.

La propuesta consistió en crear barreras forestales a la vera del hoy Camino Parque Sesquicentenario y del canal Maldonado, entre otros puntos, buscando incidir de manera positiva sobre el microclima local y evitar los efectos de las tormentas de polvo provocadas por los vientos de los cuadrantes noroeste y sudoeste, los más recurrentes.

También se recomendó comunicar con cortinas vegetales los parques de Mayo e Independencia, por entonces unidos mediante tierras fiscales.

La idea apuntó a aprovechar la respuesta que ofrecen los árboles como freno para las corrientes de aire, siempre y cuando sean empleados en barreras forestales adecuadamente orientadas y provistas de diferentes especies, con tres o más hileras de ejemplares.

Sin embargo, muy poco pudo concretarse y hoy, al extenderse la ciudad en casi todas las direcciones, quizás sea necesario pensar en una idea similar a la vera del Camino de Circunvalación y reforzar la escasa forestación del Camino Parque Sesquicentenario y sectores urbanos a manera de escudo frente a los vientos.

Como contrapartida, algunos especialistas sostienen que es preferible mantener despejado el camino de las corrientes de aire para que permitan depurar el ambiente urbano, alejando todo tipo de contaminantes.Varios estudios señalan que una alta concentración de vegetación urbana guarda estrecha vinculación con la reducción de las tasas de enfermedades crónicas.

Investigadores de la Facultad de Medicina Miller de la Universidad de Miami revelaron que las zonas verdes compuestas por césped, árboles o cualquier clase de vegetación influyen positivamente en la población cercana.

Agregaron que la proximidad a estas áreas ambientales también repercute en la disminución de las tasas de enfermedades como diabetes, hipertensión e hiperlipidemia (exceso de grasa en sangre que a niveles elevados puede producir derrame cerebral o una afección cardíaca).

El estudio destaca que la relación verde-salud se potencia en las personas que viven en barrios de nivel socioeconómico medio y bajo, más que en aquellos sitios de estratos adquisitivos altos.

Si bien no señala las causas de la asociación vinculante entre las zonas verdes y los bajos potenciales de contraer enfermedades crónicas, invita a relacionar la existencia de espacios al aire libre con el desarrollo de actividades físicas que combaten la vida sedentaria.

También señala que presentan campos aptos para interactuar con la sociedad, aplacar el estrés y moderar los niveles de contaminación ambiental y acústica.