Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Desventuras de la ciudad bacheada

La administración que lidera el intendente Héctor Gay ha admitido un baño de realidad. De la necesidad que la ciudad tiene de un “shock de pavimento” -según señaló Gay en su campaña electoral- se pasó a presentar un plan centrado en una política de bacheo y arreglo de calles de tierra.

Tampoco podrá disponer el municipio de recursos propios en cuanto a material y maquinarias: la planta de asfalto todavía no ha sido reparada -luego de ser afectada por un incendio-, ni tampoco se dispone de máquinas adecuadas para realizar tareas de adecuación de las calles de tierra. La necesidad de tercerizar estas labores las encarece y reduce su volumen.

El municipio ha dejado en claro, al anunciar una inversión de 12 millones de pesos en bacheo asfáltico y reparación de las 300 calles de tierra por donde circulan las distintas líneas de ómnibus, que el pavimento nuevo deberá seguir esperando.

adelantó que hará gestiones ante Nación y Provincia para conseguir créditos que permitan adquirir el equipamiento necesario.

La posibilidad de pavimentar nuevas cuadras ha quedado postergada hasta nuevo aviso, lo cual deja en claro que se trata de una situación que excede las posibilidades económicas del municipio y que extenderá la espera de miles de bahienses que, en algunos casos, llevan hasta 40 años aguardando una respuesta.

De acuerdo con estimaciones informales realizadas por técnicos de la comuna hace algunos meses, en la ciudad hay unos 80 mil baches.

La cantidad implica -en una repartición promedio- que cada una de las 4 mil cuadras pavimentadas luce al menos veinte baches en su superficie.

Esto implica, de acuerdo también con un cálculo estimado, que el municipio deberá destinar casi un millón de pesos por mes a bacheo, asumiendo además que esos arreglos tienen carácter precario, efímero, por cuanto tanto el tráfico como las lluvias derivan en su pronta rotura.

Una nota publicada por este diario en 1926 mencionaba a los bahienses como habitantes de “una ciudad culta y no residentes de una chacra empedrada”. Esa cualidad se modernizó en 1971 -en polémica nota publicada por la revista “Siete Días”-, tornando a “chacra asfaltada”.

Adecuada al siglo XXI, algún malintencionado podría decir que se ha convertido en una “chacra bacheada”.