Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Aquella tregua de Navidad

El 24 de diciembre de 1914, poco antes de la medianoche, los soldados alemanes atrincherados en Ypres, Bélgica, desoyendo las ordenes de los altos mandos de su ejército, comenzaron a cantar el tema Noche de paz (noche de amor).

Las tropas británicas respondieron con silencio, primero, para luego ensayar algunos villancicos. Minutos después, estaba establecido un alto el fuego completo y hubo luz verde para el intercambio de obsequios –cigarrillos, whisky- y permitir el retiro de los caídos en combate.

Las historias contadas por aquellos soldados a sus familiares dan cuenta que de uno y otro bando se acercaron a saludarse, mirarse a los ojos, descubrirse humanos y hermanos y, por unas pocas horas, poner una pausa a la gran matanza que fue la Primera Guerra Mundial. Esa jornada de hace un siglo pasó a la historia como “la tregua de Navidad” y nunca más se volvió a repetir.

la historia da cuenta de lo especial de la fecha que acaba de pasar. Esta Nochebuena cristiana que, aunque muchos lo olviden, o lo dispongan en un lugar secundario, celebra el nacimiento de Jesús de Nazareth, para algunos el hombre más influyente en la historia de la civilización occidental.

Un predicador judío, que a comienzos del siglo I recorrió en las regiones de Galilea y Judea, hasta ser crucificado en Jerusalén en el año 30, bajo el gobierno del romano Poncio Pilato.

Navidad, señalan otros, es un negocio comercial. El escritor colombiano Gabriel García Marquez la describió de manera crítica: “Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad. Hay tantos estruendos de cometas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de dinero para quedar bien por encima de nuestros recursos que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante lío es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació en una caballeriza de miseria”. También dijo que “es la ocasión solemne de la gente que no se quiere, la oportunidad providencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables”.

Un poco de cada cosa es posible conjugar cada año. No deja de ser, en definitiva, la renovación de un mito. De una situación de cariño, solidaridad y sensaciones distintas. Más allá de los regalos, las comilonas, los desplantes o los silencios. No está mal que exista un momento en el cual salir de las trincheras, pararse en una tierra sin balas y establecer una tregua, que estará bien si es por un momento, que se sentirá mejor si dura más.