Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Estoy harto de que me saquen fotos

El escritor Martín Etchandy presentó días atrás su nuevo libro en el Instituto Avanza y, la semana pasada, en la Feria Internacional del Libro, en Buenos Aires. Aquí se publica el cuento que le da nombre a un libro repleto de deliciosa literatura.
Estoy harto de que me saquen fotos. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Estoy harto de que me saquen fotos, harto. Desde que tengo uso de razón viven fotografiándome y opinando descaradamente sobre mí. Exijo respeto. Y paciencia. ¿No entienden que todavía no estoy listo para lucir como todos quieren? Evidentemente, no, porque no pasa más de un mes que aparecen con esos aparatos demoníacos y me filman y luego obtienen esas imágenes que alegremente llaman “ecografías”. Y a partir de allí, el infierno. Que si me parezco a la tía Daiana. O al tío Lautaro. O a papá. O al bisabuelo Haroldo, que murió hace como veinte años. ¿Cómo quieren que me parezca a alguien, si recién se me están formando los ojitos y la nariz? Ni hablar de la cabeza, que todavía es muy chiquita. Me siento invadido, avasallado en mi proceso de gestación. Y presionado, porque parece que voy a tener que ser hermoso. Ayer la escuché a mi mamá decir que su hijo será “el bebé más hermoso del planeta”. Vaya manera de meterme presión. La peor es la abuela Marta, que ya publicó veinte veces las imágenes de las ecografías en su muro de Facebook, con todo tipo de comentarios. ¡Abuela primeriza tenía que ser! Ella quiere que nazca justo el 1 de enero a las 0 horas y diez segundos para ser el primer bebé de 2017. Desea que salga en los diarios, para así refregarles la página a sus amigas del grupo de Pilates. Según el médico, mi mamá tiene fecha para el 3 de enero, recién ese día debería asomar la cabeza y dar los primeros gritos, pero no sería extraño que la abuela la empuje por las escaleras para adelantar el parto. Sería capaz de eso y varias cosas más con tal de cumplir su meta y convertirme en el primer bebé del año venidero. Ni hablar de mi papá, que quiere ponerme “Anatoliy” si soy varón o “Anitchka” si soy nena, y todo porque está leyendo novelas rusas. Ojalá nada salga como ellos quieren. Que el parto se atrase y tengan que inducirlo. Y con una flor de cesárea, así mi vieja no puede volver a ponerse una bikini en su vida. Prometo que haré todo lo posible. Y si salgo feo, mejor. Escuché en la sala de espera del obstetra de un bebé tan horrible que los padres tienen miedo de mostrarlo. Están esperando a ver si mejora un poco con los días, como esos duraznos verdes que nadie se anima a comer por temor a una indigestión. Sí, desde acá voy a hacer todo lo posible por arruinarles ese momento tan esperado. Como que me llamo... Bueno, todavía no tengo nombre, pero eso es lo de menos...