Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Bahiense, evangélica y enamorada de un musulmán

Le dijeron que estaba loca, que se exponía a muchos peligros. Ella, con 46 años, decidió cruzar medio mundo siguiendo el camino que le indicaba su corazón. Le dicen que está feliz.
Bahiense, evangélica y enamorada de un musulmán. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

¡Marruecos!

Susana Muñoz siempre soñó con llegar a ese pequeño país africano.

No sabía por qué.

A los 9 años, como alumna de la Escuela Nº 74 del barrio Santa Margarita, eligió Marruecos para una tarea grupal.

--Allí estarás algún día –-empezó a decirle su corazón.

Diez años después, con el secundario inconcluso en la Media Nº 3, Susana se casó en Neuquén y tuvo tres hijos: Ezequiel, Walter y Facundo. Su matrimonio atravesó etapas muy duras. Se separó en 2009 y se divorció en 2013. Necesitó ayuda psicológica por años y creyó que el amor era un capítulo definitivamente cerrado.

El tiempo transcurrió entre su familia, sus amigas y el empleo en una fábrica de pastas, pero Marruecos, vía Facebook, volvió a cruzarse en su camino. Desde 2006, cuando entró en la página “Las maravillas de Marruecos”, se fue relacionando con gente de diversos países, por caso España o Argelia. Se expresaba con tanto entusiasmo que todos suponían que conocía esa tierra africana. En realidad, Neuquén había sido su único viaje largo.

Hace 10 meses encontró un mensaje.

--Hola --solamente le escribió un tal Atmani Anas.

“No estaba dispuesta a engancharme con nadie –-recuerda Susana, quien ya planificaba su viaje a Marruecos con una empresa de Bahía Blanca. Trabajaba mucho con ese fin y si bien continuaba comunicada con él, le respondía muy escuetamente.

--Veo que estás muy ocupada. No te volveré a molestar.

La frase conmovió a Susana. Todo se transformó cuando Anas (su nombre de pila) le dijo que tenía 32 años, que había estudiado en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, de Valladolid, y que vivía en Meknés, ciudad de 750.000 habitantes situada en el norte de Marruecos.

¡Marruecos!

Pronto surgió la amistad. Facebook le dejó su lugar al Whatsapp y enseguida las charlas se extendieron por Skype.

--¿Sos casada?

--Soy divorciada y evangélica, tengo tres hijos y vivo con el más chico. No estoy en pareja y no quiero estarlo.

--¿Y qué quieres?

--Irme a Marruecos.

--Bueno, bienvenida. Puedes venir cuando quieras. La verdad es que te extraño mucho cuando no nos comunicamos. Yo soy soltero.

Las citas a la distancia se repitieron cada noche ni bien Susana llegaba de la fábrica de pastas a su departamento de Tucumán al 700. Skype los reunía entre las 22 y la una de la mañana, las 5 de Meknés. Anas entraba al hospital, donde se encargaba de aspectos técnicos en quirófanos, a las 7.

--Quiero casarme y tener una familia contigo –-se le declaró Anas el domingo 1 de marzo.

--¿Hablás en serio?

--Te doy mi palabra y la cumpliré.

A las dos semanas Susana le dio el sí.

* * *

--¿Un musulmán que conociste en Facebook. ¿Vos estás loca?

--No conocés la historia de Gabriela Arias Uriburu, la chica que el marido le sacó los tres hijos y se los llevó a Jordania.

--Para darte cuenta de dónde te metés mirá la película No me iré sin mi hija.

--¿No estás al tanto de lo que pasa con los terroristas árabes?.

--Ese tipo te está usando porque debe querer irse.

--No sabés la terrible pobreza que se sufre allá.

--Vos podés perderlo todo.

Susana soportó las más diversas “advertencias” cuando se animó a decir que estaba de novia y que se iba a Marruecos.

“Salvo mis hijos, que entendieron lo que siento, muchos se enojaron y quedaron muy preocupados por lo que podría pasarme tan lejos en un ámbito religioso y culturalmente tan distinto. Ante cada planteo me fui fortaleciendo. Quería cumplir con mi sueño y nunca tuve en cuenta que Anas y sus padres, con los que también hablaba por Skype, pudieran engañarme”.

Con el pasaje de ida y vuelta a Casablanca en su mochila, el que paga en cuotas, y unos 350 euros, el viernes 16 de octubre, en Espora, se subió por primera vez a un avión. El sábado 17, por Alitalia, desde Ezeiza se fue a Roma. En esas 14 horas habló con las azafatas, con otros pasajeros y disfrutó el viaje con tanta plenitud que ni siquiera tuvo la necesidad de tomar los ansiolíticos que se había comprado por las dudas.

“En el aeropuerto de Fiumicino seguí a la fila que bajó del avión. Mostraba mi pasaporte y estaba a un paso de mi destino tan soñado. De pronto aparecí en lugares que solo había visto por la televisión. Claro que también empezaron las dificultades, por ejemplo que nadie aceptó cambiarme los pesos, y otro encuentros. Así pude conectarme con un senegalés, con una rusa y me di cuenta de cuánta gente habla el español y de que a la Argentina solo se la vincula con Maradona”.

Finalmente llegó el llamado para partir hacia Casablanca. Se sentó junto a una chica de Rabat, la capital de Marruecos, que también hablaba español.

A minutos del aterrizaje el avión retomó altura. El aeropuerto de Casablanca, donde la esperaba Anas, no estaba operable y el viaje se extendió hasta Marrakech, al norte. Allí sí que tuvo miedo. Su celular ya no le servía y hacía cuatro horas que debía estar en Casablanca. Unos chicos, que también hablaban “un poquito de español”, le prestaron un teléfono para avisarle a Anas de su demora.

--¿Dónde estás? Tengo un montón de llamados desde la Argentina, de tu familia y de tu amiga...

Los jóvenes marroquíes también la ayudaron a completar las planillas de ingreso escritas en árabe y francés.

A las 21.30 del 18 de octubre, después de tres horas en una combi, pisó Casablanca.

--¡Susana!-- la llamó Mounir, el hermano de su novio. Más atrás aparecieron Soukeina, la otra hermana, y su marido. A unos metros estaba Anas. Tenía una rosa. Se la extendió, le tomó la mano, respetando el ritual musulmán, y se fueron en auto a Meknés.

* * *

Ni bien traspuso el umbral, Abdel Keder, el papá de Anas, le entregó un anillo y le dio la bienvenida en árabe.

Una inmensa mesa repleta de comidas y su habitación prolijamente organizada le ofreció Nahima, la mamá, vestida con atuendos tradicionales.

Susana repartió sus regalos criollos: yerba, mate, dulce de leche, alfajores y algunas ropas.

Por el vigor que allá tiene la palabra empeñada, ya era la esposa de un musulmán.

“Nunca me sentí una extraña pese a que no sabía una palabra en árabe. Me asombraron la hospitalidad y las costumbres, por caso que se coma con las manos y con pan de harina de maíz, que se cene o almuerce sin nada de alcohol (se prefieren jugos o leche), que las comidas sean muy condimentadas y que el té esté disponible a cualquier hora. Aprendí todo lo que pude y Anas fue mi traductor”.

Cada mañana y tarde Susana escuchaba el llamado de la mezquita para las oraciones que indica El Corán.

“En Marruecos hay mucho dolor por los atentados. El papá de Anas me aseguró que el Islam predica a la paz, el respeto y la buena voluntad, pero lamenta que en América los musulmanes son tildados de terroristas. No noté diferencias, de hecho soy cristiana y fui aceptada. Debemos aprender de ellos y no condenarlos sistemáticamente. Es tiempo de asumirnos como humanos”.

Fueron 20 días en los que se sintió una reina. Se relacionó con otros familiares y amistades de Anas, viajó y fue muy agasajada con regalos y comidas (aumentó seis kilos) pero su novio apenas le tocaba sus manos.

“Conocí otro concepto del amor que se experimenta con mucha intensidad y respeto. Los abrazos y los besos son exclusivos de los momentos de intimidad”.

El 1 de octubre Anas había renunciado a su empleo. Pensó, teniendo en cuenta anteriores viajes a Francia, España e Inglaterra, que no necesitaría demasiados trámites para acompañar a Susana a Bahía Blanca. Se equivocó y ahora gestiona la visa en la Embajada. Espera llegar para la Navidad, una fecha muy especial para Susana, quien la compartirá con sus siete hermanos.

“Habrá casamiento, porque los musulmanes no aceptan el concubinato, en principio solo en el Registro Civil aunque no tengo problemas en hacerlo en una mezquita. Nos quedaremos en el país. Anas considera que una madre no debe separarse de sus hijos”.

Volvió hace 22 días. No hace más que contar su historia de amor.

Susana Muñoz de Atmani está feliz como nunca.