Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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La historia de las sierras tiene quien la cuente

Orígenes. Los pioneros, el auge y la caída del Club Hotel y el paso de los alemanes del “Graf von Spee” se atesoran en tres salas, y se reviven en la voz de Mercedes Willich.
Estilos y diseños. Los muebles hablan de un ayer esplendoroso.

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

Un poco de madera, sobre todo de una enmudecida victrola, algo de metal para el motor a cuerda, y todo su ingenio marinero le bastaron a Otto Gerhard Ludwig para armar su barco, el que terminó por regalarle a Ramón Salerno, un pibe de la hoy Comarca Serrana que cumplía años.

Aquella pequeña nave que fue botada en algún tanque australiano y que luego supo de derroteros por los agitados arroyos Belisario o de Las Piedras, reposa en el Sendero de los Recuerdos, el museo histórico privado de Villa Ventana.

Ludwig fue uno de los tripulantes del acorazado alemán “Graf von Spee”, que tras la batalla del Río de la Plata sostenida ante tres buques británicos en 1939, junto a otros 349 compatriotas ocupó parte del ex Hotel Club, entre 1943 y febrero de 1946.

Su historia, como tantas otras ligadas a la región, en especial la de los pioneros de la villa, es apasionadamente relatada por Mercedes Willich, la pieza clave del museo, en cada una de las visitas guiadas de domingos o fines de semana largos.

Inaugurado el 25 de julio de 2002 el museo comenzó a gestarse ese mismo mes, pero de 1994, cuando por primera vez se festejó el cumpleaños de la villa. Por entonces Mercedes y Salvador Salerno, luego su novio y hoy su marido, reunieron diversos objetos relacionados con la historia del lugar para una exposición que formó parte del programa por el aniversario.

A unos 3 kilómetros de la villa, caminando cuesta arriba por la calle Las Piedras, junto al arroyo que tiene el mismo nombre, se puede llegar hasta el museo, enmarcado por el cordón serrano y situado a 450 metros sobre el nivel del mar, que además ofrece un espectacular mirador y una ermita de San Cayetano. También es factible arribar en auto.

“¿Qué nos proponemos? Mostrar que este lugar privilegiado por la naturaleza también tiene una rica historia”, indica Mercedes mientras se inclina ante el barquito de Otto, su único tripulante, eternamente joven sobre la popa según una pequeña foto en blanco y negro.

El alemán se casó con una ventanense y tuvo dos hijos argentinos. Uno de ellos, Gerardo, acercó la foto.

Ramón Salerno hoy vive en Buenos Aires y Raúl, su hermano, ancló al barquito entre las sierras.

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El 11-11-11

Pampas y pampas serranos, que luego se unieron a los araucanos, fueron los primeros nativos de la región. La llamada Conquista del Desierto arrasó con los pueblos originarios y abrió el camino para la llegada de los terratenientes.

“También hubo tierras para los soldados, pero muchos de ellos cambiaban decenas de hectáreas por una botella de ginebra”, precisa Mercedes.

La zona se vinculó a Buenos Aires por medio del tren, entre finales del siglo XIX e inicios del XX. La historia pronto agregaría otro capítulo.

Directivos de la Compañía Británica Ferrocarril del Sud, capitales ingleses y financistas argentinos decidieron emprender una obra asombrosa para la época: el Club Hotel de la Ventana.

En tierras que habían pertenecido a Manuel Láinez, corría 1904 cuando la Compañía de Tierras y Hoteles, bajo la dirección del italiano Antonio Gherardi, por entonces radicado en Bahía Blanca, comenzó la construcción del complejo.

Una fastuosa fiesta con 1.300 invitados marcó la apertura el 11 de noviembre de 1911.

Dos plantas de estilo inglés, más de 100 habitaciones, 58 baños, biblioteca, sala de conferencias y de juegos, confitería, campo de golf de 18 hoyos, cancha de tenis y casino convocaban a la aristocracia del mundo.

Mercedes enfatiza que era de lo mejor que había en el continente, “un 5 estrellas al que venían ricos y famosos de todas partes, y que marcó el principio de Sierra de la Ventana como pueblo, porque hasta ese momento era la parada ferroviaria Sauce Grande”.

Lo cierto es que el Club Hotel tardó más en levantarse que en funcionar a pleno. En 1917, una ley del presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen, prohibió las salas de juego en todo el país. Ya sin el casino y con Europa devastada por la Primera Guerra, el Club Hotel se fue quedando solo. En 1920 quedó definitivamente cerrado.

Gradualmente saqueado, el complejo pasó por las manos de los salesianos entre 1961 y 1964. Luego fue cedido a la Universidad de La Plata, que puso en marcha algunas refacciones con la idea de destinarlo a la carrera de Ingeniería Forestal. Todo se fue diluyendo durante los gobiernos militares hasta que se hizo cargo la empresa Frigorífico Guaraní. Un incendio, que fue denunciado como intencional, dejó en julio de 1983 al gigante en ruinas.

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Marinos en las sierras

El 17 de diciembre de 1939, frente a las costas de Montevideo, el acorazado germano “Admiral Graf von Spee” se fue perdiendo bajo las aguas del Río de la Plata. Su capitán, Hans Langsdorff, había decidido hacerlo explotar antes que entregarlo a los ingleses. En su trayecto había hundido nueve naves.

Langsdorff se suicidió en Buenos Aires y los 1.039 sobrevivientes fueron admitidos por el gobierno argentino, que los distribuyó en diversos puntos del país, por caso la isla Martín García, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Luego, 350 de ellos pasaron al ex Hotel Club, donde quedaron bajo la custodia de una compañía del Regimiento 5 de Infantería que tenía su asiento en Bahía Blanca.

Mercedes recuerda que los alemanes se integraron prontamente, tanto con los soldados argentinos como con los habitantes de la región, con quienes compartían música y cerveza en la hostería La Península, un emblema vigente de la villa.

Algunos marinos llegaron a casarse con mujeres de aquí. Fue el caso de Martin Waldemar Tille, quien el 12 de septiembre de 1945, en Saldungaray, contrajo enlace con Paula Helena Roing. Tras la declaración de guerra por parte del gobierno argentino, los germanos fueron considerados prisioneros y reclamados por Inglaterra.

Tille, ni bien concluyó la Segunda Guerra, debió regresar a Alemania, pudo escaparse de los aliados y desde Munich caminó por los Alpes hasta Génova, donde abordó el carguero “Buenos Aires”. En Sierra de la Ventana lo esperaban su mujer y su hijo Rodolfo. El suboficial maquinista del ”Gran von Spee”, nacido el 15 de julio de 1917 en Birksdorf, falleció en Bahía Blanca el 1986.

Valijas, una máquina de fotos, botones de los uniformes y fotos de aquellos marineros permiten revivir esa época en el fascinante Sendero de los Recuerdos.