Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

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“Mario fue un pionero de las expediciones a la Patagonia”

Segunda parte de la entrevista a Alfredo Rosasco, compañero del bahiense Alberto Mario Serrano en dos de las trágicas expediciones argentinas al Himalaya. Perfil deportivo, homenajes y el recuerdo del intento en 1971. Ricardo Sbrana / rsbrana@lanueva.com
Mario Serrano, durante una entrevista en "La Nueva." y detallando los pormenores del intento al Everest en 1971.

Después de conocer, en la edición de ayer de “La Nueva.”, los detalles de la frustrada misión argentina al Dhaulagiri (Himalaya) en 1981, en esta segunda parte de la entrevista Alfredo Rosasco aborda el perfil deportivo de Alberto Mario Serrano, el bahiense que intentó la cumbre del Everest en 1971 y la del Dhaulagiri, que le costó la vida.

Rosasco compartió las dos expediciones con el escalador de nuestra ciudad. Y fue la persona que lo vio con vida por última.

-¿Qué recuerdo tiene de Mario como montañista?

-Un polivalente, porque le gustaba la alta montaña, la cual no es de gran dificultad técnica pero es montaña de altura, como puede ser la Cordillera Real de Bolivia, la Cordillera Blanca de Perú, la Cordillera de Los Andes central, el Himalaya... Y la escalada técnica. El hizo muchas expediciones. Mario fue un pionero de las expediciones a la Patagonia, junto a los hermanos (Pedro y Jorge) Skvarca. La zona del Chaltén, que ni existía en el '63, '64 y '65. Ahí nos conocimos. El era un pibe que pertenecía a otro grupo. En esos años a la zona del Fitz Roy íbamos 30 de todo el mundo je, je... Y siempre las mismas caras: un grupo de ingleses, uno de franceses, otro de japoneses, nosotros, que pertenecíamos al Centro Andino Buenos Aires y los del Club Andino Bariloche, en el caso de Mario. La expedición del Dhaulagiri fue auspiciada por el Club Andino Bariloche.

-Mario también participó en la expedición argentina al Everest en 1971.

-Claro, fuimos compañeros en esa misión argentina al Everest. Ahí éramos los más chicos y él participó como integrante de Gendarmería. De esa tengo un recuerdo maravilloso de lo que fue Nepal y del propio Mario. Pero también un recuerdo muy malo de lo que fue la organización militar de la expedición. Mario se dio cuenta, pero como era subalférez y el jefe un teniente coronel (sic)... Eran siete militares y siete civiles (NdR: la misión tuvo un total de 19 personas). Cativa Tolosa el jefe; capitán Arzuaga; teniente primero Yabar, quien después llegó a general, y Mario como oficial. Después había tres suboficiales: Barrientos, Burgos y no me acuerdo del otro.

-¿Por qué fracasaron?

-Porque una expedición de montaña, de alpinismo, no se puede organizar con un criterio militar. Quisieron llevar caminando hasta la cima del Everest un busto de San Martín de bronce, que pesaba 60 kilos y que terminé tirando a un barranco. Casi me cuesta la expulsión de la misión... Los civiles éramos de otro palo. Pero bueno, fuimos los que más empuje para arriba le metimos. Pensá que nos llevaron para escalar el Everest y nos dieron un equipo provisto por un uniforme de combate de algodón. Al mío se lo regalé a unos sherpas para que los usen en la granja... Había llevado mi equipo personal, pero ellos nos querían vestidos a todos por igual, todos verdes, con la banderita argentina, todos con el nombre y el grupo sanguíneo... Y eso es lo que menos importa en un sitio así.

-¿Y qué es lo que importa a la hora de un ascenso a una cima “8 mil”?

-La estrategia que vas a tener vos y el grupo para con la montaña. Cómo moverse, cómo actuar, dónde pasar rápido, dónde lento, por dónde no pasar... No cómo vas vestido. En realidad, sí importa porque si no llevás la ropa adecuada te morís, por la altura y el frío. Para esa misión disponíamos de unas camperas de lona. Los cubre botas los hicimos en Buenos Aires con cobertura Pampero para camiones. Esa misión tuvo financiación. Nos dio la secretaría de Deportes, Amalita Fortabat, (Quique) Capozzolo... Conseguimos como 300 mil dólares.

-Luego de esas experiencias, en el '71 y en el'81, ¿volvió a intentar el Himalaya?

-Nunca más.

-¿Tuvo que ver lo ocurrido con Serrano?

-No, me frenó que se empezó a popularizar mucho y comenzaron esas salidas organizadas de las empresas de turismo de montaña. Busqué montañas de otra índole, en otros lugares, como Perú, Bolivia y Patagonia, que siempre me encantó.

Sublimación

-¿Cómo siguió su vida tras la misión de 1981?

-Seguí haciendo montaña porque, es la regla, en el montañismo la muerte está ahí, a la vuelta de la esquina. No tanto como ahora, porque el avance tecnológico y la muchedumbre que hay en una montaña... Pero en aquellos tiempos, a una expedición se le daba una sola posibilidad por año. Y arriba no te encontrabas con nadie. Era la montaña para nosotros. Y la teníamos que equipar de abajo hacia arriba. En cambio, ahora la tenés toda equipada. Pagás 70 mil dólares y te suben a la rastra hasta el Everest. Y ese mismo día capaz que suben otras 250 personas. Eso reduce el peligro subjetivo, porque sabés que atrás tenés un montón de gente. Lo mismo adelante: no tenés que abrir huellas porque la huella fue abierta. Tampoco hay que colocar puentes ni sogas fijas porque ya están. En cambio, en nuestra época todo ese trabajo lo hacíamos, especialmente en altura, entre Mario, Héctor (Cuiñas), Sundare que era el sherpa, y yo. El último tramo del Dhaulagiri lo fuimos equipando así. Yo tenía un dolor de cabeza que me moría... Tuve una pequeña secuela.

-¿Qué le pasó?

-En Alemania me hice hacer un estudio porque me había dolido mucho la cabeza en la altura y tuve como 20 micro derrames cerebrales, del tamaño de la punta de un lápiz. Me dijeron que no era problema y que volvería a quedar normal. No sé si quedé igual. Se lo tendría que haber preguntado a mi vieja je, je... Pero bueno, yo me quedé en Nepal porque a raíz de la muerte de Mario, hubo un problema administrativo con la autoridad nepalesa, que en ese momento era el rey. Había desaparecido parte de lo que teníamos que pagar, porque Mario lo metió en una cuenta y nunca supimos dónde. Faltó esa guita, que en realidad era poco para lo que costó la expedición. Entonces nos impidieron salir de Nepal. Les propuse quedarme (a trabajar) como voluntario, para que pudieran regresar los demás. Y permanecí siete meses. Fue una experiencia bárbara y que me permitió sublimar todo esto de la muerte de Mario.