Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Luis Eduardo Aute: con imágenes de la nada

El multiartista español Luis Eduardo Aute despidió su trabajo “El niño que miraba el mar” y dejó su notable impronta en palabras. Agencia Télam
Luis Eduardo Aute prefiere el trabajo de fábrica antes que salir al escenario, pero valora la complicidad con el público.

Luis Eduardo Aute despidió con dos recitales rioplatenses, el lunes en Buenos Aires y ayer en Montevideo, la larga gira de presentaciones del álbum El niño que miraba el mar, un personalísimo material que incluye el corto animado El niño y el basilisco que prologó los conciertos y que para el artista “significa una canción más”, según expresó.

“Empecé a hacer los dibujos por curiosear un poco y por ver cómo desarrollar la canción a través de las imágenes”, comentó el cantautor, pintor, cineasta, dibujante y poeta.

El artista balanceó los territorios desde los que se expresa y sostuvo que “el campo de acción de las canciones es mucho mayor que el de la poesía o el de la pintura”.

Acerca de cuál es la disciplina que mejor lo expresa, indicó que “no soy muy capaz de decirlo porque los árboles no dejan ver el bosque.

“Me expreso a través de un mismo caldo de cultivo, pero no tengo capacidad de ver la totalidad de mi obra como para responder a esa pregunta”, resumió el guitarrista y cantante, de 71 años.

Hacedor del notable filme animado Un perro llamado dolor (2001), con El niño y el basilisco retomó su vinculación con el cine, aunque especificó que “no se pueden comparar. Una cosa es hacer un largometraje y otra muy distinta un corto que no llega a los 20 minutos”.

Cierre de una trilogía

Pero feliz por la experiencia de cruzar esas imágenes con la música, adelantó que “se trató de una experiencia nueva que ha ido muy bien y por eso seguramente la repetiré para el próximo disco”.

El niño que miraba el mar nació del cruce de dos imágenes que, contó, “vio la luz en 1945 con una fotografía que me hizo mi padre cuando tenía dos años en el Malecón de Manila, cuando recién terminaba la Segunda Guerra Mundial, y la otra de hace unos pocos años que mi hija me tomó sin avisarme en el Malecón de La Habana.

“Luego ella hizo un montaje y me sorprendió porque parecía una foto tomada prácticamente desde el mismo punto de vista y eso me llevó a pensar cómo sería ese encuentro, qué tipo de conversación se daría entre ambos”, abundó el músico.

El diálogo desolado entre el niño y el adulto “cierra una trilogía iniciada con Intemperie y A día de hoy que se compone de canciones escépticas y que se van a editar como tal en una caja denominada Canciones de amor y destrucción”.

Aute avisó que en el futuro inmediato de su música “hay otra perspectiva y se acabó la destrucción. Definitivamente no podemos seguir en este tono y en este desánimo".

Asimismo, confesó que retomó el repertorio de El niño... “porque no quería pasar sin ofrecer este nuevo trabajo, ya que desde hace muchos años cada disco lo he presentado por aquí”.

Al repasar su vínculo con el público latinoamericano, deslizó que “mis viajes han sido relativamente recientes, por lo que la región conoció mis canciones de forma desordenada y un poco tardíamente”.

Esa característica en relación a sus canciones también obedeció a la particularidad de que estuvo 12 años y ocho discos --entre 1966 y 1978-- sin realizar conciertos.

“Por aquel tiempo, acordé con la compañía que me limitaría solamente a grabar porque no quería retardar mi trabajo en el taller de pintura, en el cine y en otros proyectos”.

Sin embargo, “los compañeros empezaron a presionar para que me arriesgara y empecé a salir al escenario que no es lo que más me gusta. Yo prefiero el trabajo de fábrica de sacar poemas, canciones o imágenes de la nada”, aseguró.

Capaz de encontrarle un costado positivo a esa experiencia en directo, aceptó que “una vez ahí montado, el sentir la complicidad del público es muy placentero y estimulante”. subrayó el cantautor español.