Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Susana Caramelli: arte vitral en su máxima expresión

Susana Caramelli inauguró la muestra “Luces interiores”, en la Biblioteca Rivadavia. Estará hasta el 14 de este mes. Anahí González / agonzalez@lanueva.com
Foto: Pablo Presti-La Nueva.

“Son como hijos para mí”, expresa la bahiense Susana Caramelli respecto de sus obras que, desde ayer (y hasta el 14 del corriente) podrán ser visitadas en el subsuelo de la Biblioteca Rivadavia, en avenida Colón 31.

La mujer, gran admiradora del arte renacentista en general, ha logrado recrear piezas fundamentales de ese período a través de una técnica que lleva mucho trabajo, dedicación, prolijidad y, sobre todo, paciencia: el arte vitral.

Desde 2001, vidrio por vidrio, pieza por pieza, realizó sus propias versiones de pinturas famosas tales como La creación, El Juicio Final, La titana y El pecado orginal, todas inspiradas en las pinturas de Miguel Ángel Buonarotti y realizadas en una combinación de vitral en caja de luz y técnica mosaico.

La muestra es una oportunidad única para acercarse al trabajo de esta artista que no suele exponer su obra con frecuencia, principalmente por el costo y el esfuerzo que implica trasladar sus enormes y pesados cuadros -algunos miden hasta 1,30 metros por 1 metro- a cualquier sala de la ciudad.

Por ello, durante el año, estas obras adornan las paredes y rincones de su casa, que a menudo es visitada por instituciones y particulares.

Un detalle: cada cuadro se emplaza en una caja de luz que al encenderse obtiene un efecto similar al que ocurre en los vitrales de las iglesias cuando los alcanza la luz .

Una artista muy original

A Susana Caramelli, los vitrales le fascinan desde que tiene memoria. De chica, al entrar en una iglesia, era lo primero que miraba.

“En vez de atender lo que decía el cura miraba los vitrales y pensaba ¿Cómo se harán?", cuenta.

Veía fascinada la transparencia por donde se filtraba la luz del sol y cómo iban cambiando los colores según transcurría el día. Era algo mágico para ella.

Sin embargo, debió pasar mucho tiempo para que se permitiera sumergirse de lleno en este mundo que hoy, a sus 63 años, y tras más de una década de experiencia, tanto le apasiona.

Su impulso creativo cobró vuelo a partir de que sus tres hijos -María Eugenia, Rodolfo y María Cristina- se fueron de la casa, donde ella aún vive con su marido Carlos Pelaiz, en Viamonte al 500.

El Síndrome del Nido Vacío, en este caso, despertó todo el potencial dormido en Caramelli y dio lugar a nuevos nacimientos: el de sus hijos de vidrio.

En 2001, inició un taller de arte vitral, en Bahía Blanca, con Raquel Fariña. Con ella aprendió las técnicas básicas y luego se dedicó a investigar las posibilidades de este arte y a ponerlas en práctica. Así desarrolló un estilo propio, único, a partir de la combinación de técnicas como el plomo, tiffany, mosaico, replano y hasta tridimensión.

“Trabajo hasta que me sangran los dedos, porque es común cortarme con los vidrios. Dejo todo en cada obra, es como si me metiera dentro de cada una de ellas", comenta a “La Nueva.”

Tal es su concentración que ha llegado a pasar más de seis horas diarias en el taller que tiene frente a su casa, en absoluto silencio, sin siquiera encender la radio.

“Así como el pintor tiene una paleta con sus óleos, yo tengo pedazos de vidrio”, explicó respecto de su original propuesta.

Con estas piezas, de distintos colores y texturas, unidas entre sí por diversas técnicas, ha realizado más de 30 composiciones.

Para comprender la complejidad de la tarea basta mencionar que solo para dar los matices a los rostros y cuerpos de sus figuras requiere de cuatro tonos de marrón.

Por otra parte, Caramelli no reproduce las obras tal y como fueron concebidas por los artistas que admira sino que a cada una le imprime un sello propio, su particular mirada. Por ejemplo, en La creación de Adán, de Miguel Angel, famoso fresco que adorna el techo de la Capilla Sixtina, en la que el dedo de Dios da vida al primer hombre, la artista agregó la mano de una mujer, Eva, que irrumpe en la escena como una manera de reclamar su lugar en la historia.

Entre su vasta obra se destacan Sansón y Dalila, inspirada en una pintura de Peter Paul Rubens, y El beso de Judas, que hace referencia a un pasaje bíblico.

También creó el autorretrato La dama de la Perla, inspirada en el óleo sobre tela del Johannes Vermeer, La joven de la Perla, y El éxtasis de Santa Teresa, basada en una escultura de Gian Lorenzo Bernini, de estilo barroco.

Otro trabajo particularmente impactante es el de la Virgen del Sagrado Corazón, obra que tituló Corazón angustiado para la Victoria de Dios y que nació a partir de una visión que tuvo en un momento de meditación.