Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Joaquín Furriel, un privilegiado que reflexiona

Joaquín Furriel estrenó en Buenos Aires el crudo filme “El patrón”, basado en un hecho verdadero de los ‘80. Agencia Télam
Joaquín Furriel abandonó su veta de galán para caracterizar a un personaje sometido.

El actor Joaquín Furriel logra una convincente actuación en "El patrón", radiografía de un crimen, filme del realizador Sebastián Schindel que se estrenó esta semana en cines porteños y donde compone a un hachero santiagueño, analfabeto y sometido a duras condiciones de explotación que enfrenta una condena por asesinato y parece resignado a su destino.

Acompañado por Mónica Lairana, Luis Ziembrowsky, Guillermo Pfening y Germán De Silva en los papeles principales, Furriel es el protagonista excluyente de un filme basado en un caso real acontecido a mediados de la década del 80 y que vivió en carne propia el reconocido abogado criminalista Elías Neuman, quien lo narró en un libro que lleva el mismo título que la película.

El largometraje de Schindel, conocido hasta ahora por sus trabajos documentales Rascacielo latinoamericano y Rerum Novarum, propone un thriller hiperrealista, donde aparecen la explotación, las mafias de la venta y distribución de carne, el sistema judicial, el analfabetismo y las migraciones internas encarnadas en el destino y la situación de un hombre sometido a sus vínculos.

"Lo que más me sostuvo a la hora de contar esta historia es que siempre estuve sensible a la situación del país; yo viajé de mochilero por todos lados y vi muchas cosas, muchas situaciones similares a las que debe soportar Hermógenes, el personaje de la película, y me detuve ante ellas, reflexioné sobre eso. Eso fue lo que me permitió contar esta historia, sentir que estaba preparado sensiblemente para habitar la problemática", cuenta Furriel.

"Porque en un punto a mí me tocó la cara privilegiada de la sociedad, yo soy un pibe urbano de clase media con educación formal y que puede elegir una vocación artística y vivir de ella, mientras que Hermógenes es un hachero santiagueño analfabeto que llega a Buenos Aires queriendo vivir mejor y termina sometido por la corrupción del mundo de las carnicerías y un sistema que lo segrega. Entonces; ¿qué es lo que me atrapa de esta historia? El hecho de que no tolero el maltrato en ningún trabajo", agrega.

Al igual que en reconocidas performances teatrales como las que tuvo en Final de partida con Alfredo Alcón; Lluvia constante, con Rodrigo de la Serna; y La vida es sueño, con Patricio Contreras, Furriel vuelve a dejar en esta película un fuerte sello actoral, que lo aleja de los papeles "menos riesgosos" que asume en la televisión.

"La tele tiene el poder de la popularidad, que evidentemente no posee el teatro y solamente en pocas ocasiones el cine. La televisión es el espacio donde menos riesgos artísticos se corren y por eso los actores tenemos un campo mucho más limitado como para que uno pueda ver una gran interpretación en un tira diaria. Pero yo soy egresado del Conservatorio Nacional de Arte Dramático; estudié formas de hablar regionales, tuve muchas materias físicas de composición, de maquillaje, entonces la caracterización de un personaje no me es ajena, sino que tengo los elementos para encararla", aclara Furriel.

Para hacer de Hermógenes, Furriel tuvo que transformarse en carnicero, al punto que conoce a la perfección los modos de cortar y preparar la carne a partir de la media res. También tuvo que entrenar vocalmente la manera de hablar, usar una prótesis bucal y soportar capas de maquillaje.

"Todo esto es mi materia de trabajo. Quizás sorprende porque no hay muchas posibilidades de que un actor componga un personaje sino que para no arriesgar en general se llama al que da el tipo, aunque después hay casos de composiciones que quedan para siempre como la de Guillermo Francella en El secreto de sus ojos.

"Entonces, uno pareciera asombrarse de que compuso, pero en realidad componer es parte del trabajo del actor. Para mí todo lo que tuve que hacer en relación con esta película fue bienvenido: tuve que hacer cuatro semanas de entrenamiento cárnico, entrenar la manera de hablar que es como hablan los santiagueños que pronuncian las eses como el quechua pero al ser del sur de Santiago esdrujulizan las palabras, entonces la musicalidad es diferente.

"Pero para llegar tuve que ver muchos testimonios de hacheros santiagueños y ahí además de la manera de hablar se te revela todo un paisaje; había que abordar también el analfabetismo, cómo es vivir sin esa herramienta que uno da por descontada que es leer y escribir", señala.

"La sumisión se ve en el cuerpo, no en el mundo de las ideas ni en lo verbal; a un sometido lo ves venir a dos cuadras, cuando alguien está sometido por un patrón o por un sistema que no lo incluye eso se hace carne y lo ves en el cuerpo, no es cuestión de discursos", subraya.